¿ES PRODUCTO DE UNA INVOLUCIÓN DEL DESARROLLO DEL CEREBRO HUMANO?
¿ES UNA EFERMEDAD PATOLÓGICA?
¿SON SUB-HUMANOS LOS CORRUPTOS?
ANÁLISIS Y PROPUESTA
Leonardo Miño Garcés
CONTENIDO:
1. Definiciones de la palabra
“corrupción” / 1
2. Análisis científico de la corrupción / 2
3. El
fracaso de las instituciones creadas para guiar espiritualmente a la humanidad
/ 15
4. ¿Existe el libre albedrío o la libertad es una
ilusión de nuestro cerebro? / 19
5. La estructura del cerebro /
21
6. Cómo la sociedad incentiva la
corrupción y cómo enfrentarse a esos incentivos / 25
7. Bibliografía / 30
1. DEFINICIONES DE LA PALABRA
“CORRUPCIÓN”
Las definiciones de la Real Academia
Española de la Lengua son las siguientes:
- “Acción y efecto de corromper o corromperse”. ¡O sea que la definición contiene
la palabra a definirse, lo cual es un absurdo lógico!
- “Alteración o vicio en un libro o escrito.”
- “Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales”.
- “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”.
En
el texto “Corrupción: una
descripción del concepto y de las limitaciones metodológicas para su medición” se
lee lo siguiente:
Misas (2005a, p. 35) sostiene
que “un acto de corrupción reúne las siguientes características: violación de
un deber posicional dentro de un sistema normativo que sirve de referencia, orientado
a recibir un beneficio extra posicional que constituye ganancia económica en un
marco de discreción”. Malem (2002, p. 77) agrega la “tendencia a ser realizado
en secreto o en un marco de discreción que no necesariamente implica una acción
penalmente antijurídica”.
En
términos de Philp (1987, p. 102) “dentro del sector público el funcionario
concibe su trabajo como un negocio cuyos ingresos puede maximizar, dependiendo
de las condiciones del mercado y de la habilidad de encontrar la máxima
ganancia”.
En
términos de Bobbio (1980, p. 15) no puede ser confundida la corrupción con
medidas estatales de carácter promocional, ni con el uso desviado de poder.
También Chinchilla (1999, p. 43) advierte “no asimilarse a clientelismo político
ni de otro tipo”. En concepto de Caciagli (1996, p. 18) “tampoco se debe confundir con la recepción
de regalos o recompensas”.
De
otro lado, en el sector privado la corrupción económica afecta la libre
competencia al introducir prácticas de soborno e inadecuadas prácticas
contables y bursátiles que persiguen un enriquecimiento particular en
detrimento de la confianza del inversionista.
Se
entiende, entonces, que la corrupción obedece a un acto de ofrecer o solicitar,
entregar o recibir bienes en dinero o en especie, cambio de acciones,
decisiones u omisiones, que implica la violación de un deber posicional, poder
o confianza, dentro de un sistema normativo que sirve de referencia. Se orienta
a recibir un beneficio particular extra posicional que constituye ganancia
económica, en detrimento del interés colectivo, realizado en un marco de
discreción, que no necesariamente implica una acción antijurídica desde el
punto de vista penal.
Como se puede ver, las
definiciones de la RAE son poco útiles para el análisis objetivo del problema,
y el contenido del segundo texto contiene más bien descripciones de actos
concretos, lo cual no ayuda mucho a comprender la esencia del problema que
atosiga a la humanidad y amenaza su desaparición. Por ello voy a proponer un
análisis científico.
2.
ANÁLISIS CIENTÍFICO DE LA CORRUPCIÓN
La corrupción es un acto en el que
predomina el egoísmo sobre la equidad y sobre el altruismo. O sea la
satisfacción del bienestar personal (sentido de manera objetiva o asumido de
forma subjetiva) mediante el desmedro del bienestar colectivo.
Veamos qué han descubierto al
respecto la Biología Evolutiva y la Antropología:
Existen en la actualidad pruebas
sustanciales de que el comportamiento social humano surgió genéticamente por
evolución multinivel. Si esta interpretación es correcta, y un número creciente
de biólogos evolutivos y antropólogos así lo cree, cabe esperar un conflicto
continuo entre los componentes del comportamiento favorecidos por la selección
individual y los favorecidos por la selección de grupo. La selección a nivel
del individuo tiende a crear competitividad y comportamientos egoístas entre
los miembros del grupo (en estatus social, la formación de pareja y la
obtención de recursos). Por el contrario, la selección de grupo tiene a
crear un comportamiento abnegado, expresado en una generosidad y altruismo
mayores, que a su vez promueven una cohesión más fuerte del grupo en su
conjunto.
Un
resultado evidente de las fuerzas que se equilibran mutuamente de la selección
multinivel es la permanente ambigüedad en la mente humana individual, que lleva
a numerosas situaciones hipotéticas entre la gente en la manera en que se
relacionan, se aman, se afilian, traicionan, comparten, sacrifican, roban,
engañan, redimen, castigan, atraen y adjudican. La lucha endémica del cerebro
de cada persona, que tiene su reflejo en la vasta superestructura de la
evolución, es el venero de las humanidades.
El
dilema de lo bueno y lo malo fue creado por la selección multinivel, en la que
la selección individual y la selección de grupo actúan juntas sobre el mismo
individuo pero en gran medida cada una opuesta a la otra. La selección
individual es el resultado de la competencia por la supervivencia y la
reproducción entre los miembros del mismo grupo. Modela en cada miembro
instintos que son fundamentalmente egoístas en referencia a los demás miembros.
Por el contrario, la selección de grupo
consiste en competencia entre sociedades, tanto mediante conflicto
interno directo como mediante competencia diferencial a la hora de explotar el
ambiente. La selección de grupo modela instintos que tienden a hacer que los individuos sean
mutuamente altruistas (pero no con respecto a los miembros de otros grupos). La
selección individual es responsable de gran parte de lo que llamamos pecado, mientras que la
selección de grupo es responsable de la mayor parte de la virtud. Juntas han creado el conflicto entre los peores y
los mejores ángeles de nuestra naturaleza...
...No
obstante, en la evolución social genética existe una regla de hierro, según la cual los individuos egoístas
vencen a los individuos altruistas, mientras que los grupos de altruistas ganan
a los grupos de individuos egoístas. La victoria nunca será completa; el
equilibrio de las presiones de selección no puede desplazarse hasta ninguno de
los dos extremos. Si tuviera que dominar la selección individual, las
sociedades se disolverían. Si acabara dominando la selección de grupo, los
grupos humanos acabarían pareciendo colonias de hormigas...
Veamos algunos ejemplos concretos
pero universales, y de la experiencia diaria, que avalan los conceptos
enunciados arriba por la ciencia:
En el interior de la familia, los
hermanos compiten entre sí (comportamiento egoísta), sea por el trozo más
grande de pastel, por el cariño de los padres, por eludir las tareas del hogar,
etc.; mientras que el padre y la madre compiten entre sí (comportamiento
egoísta), sea por el cariño de los hijos, porque los hijos no le “roben” el
cariño de la pareja, por el reparto de las funciones del hogar, etc. Pero, en
cambio, si la familia se ve amenazada por cualquier peligro, por ejemplo desde
la familia vecina, desde la “justicia”, etc., se convierte en “un solo puño”
(comportamiento altruista). De manera que predominan los sentimientos
altruistas como grupo pero egoístas entre los individuos del mismo grupo.
En la escuela o colegio, los
compañeros de banca compiten entre sí
(comportamiento egoísta) por ser los primeros de la clase, por conseguir
el único libro que hay en la biblioteca, por la sonrisa de la compañerita, por
la sonrisa de la profesora o la palmadita del profesor, etc. Pero si se ven en
una competencia de cualquier tipo con otro paralelo o curso, se convierten en
“un solo puño” (comportamiento altruista) para derrotar al adversario de
ocasión. Similarmente, si todo el colegio se ve en una competencia con otro
colegio, se unen como “un solo puño” (comportamiento altruista) los que antes
competían entre sí; en algunos casos llegando incluso a la agresión física de
los adversarios.
En el ámbito del trabajo ocurre
exactamente lo mismo, en el interior de la misma unidad de trabajo compiten los
empleados, con tal encarnizamiento que, si se da el caso, llegan a lograr que
el compañero sea echado del puesto, pero si la competencia es con otra unidad,
se unen como “buenos compañeros”.
Los arquitectos e ingenieros se
disputan a dentelladas mega-contratos y hasta contratitos para hacer unos
bordillos o pavimentar una acera y, por más creyentes que sean están dispuestos
a vender su alma al diablo por un contrato, pero se unen monolíticamente en
gremios para defender su respectiva profesión contra todo el que se atreva a
hablar mal de ella o para defender a un colega cogido en falta.
En la política, los miembros de un
partido político pelean entre sí con encarnizamiento digno de chacales por
subir en la jerarquía, por lograr ser nominados candidato, etc. Y si logran el
poder político luchan con igual encarnizamiento por ser nombrados para el
puesto que más promete “recompensas” o posicionamiento. O sea que predomina el
comportamiento egoísta entre los miembros del grupo. Pero en la competencia con
el partido rival se comportan como modelos de compañerismo y virtud altruista.
Es así que si un miembro del partido es “cogido con las manos en la masa” en un
acto de corrupción, todos los miembros del gobierno, del partido y de la
“bancada” oficialista en el Congreso se unen “como un solo puño” para jurar que
el implicado es más santo, puro y honrado que los ángeles y querubines; en
lugar de abandonarle a su suerte y dejar que le “frían” al delincuente declaran
que están dispuestos a “poner las manos en el fuego” por el “impoluto”
compañerito, demostrando un altruismo “ejemplar”.
Iguales comportamientos se verifican
en el interior de una etnia, raza o nación, es decir que el egoísmo predomina
entre los individuos en el interior de cada una de ellas, pero lo opuesto ocurre
en la competencia con otras etnias, razas o naciones rivales: altruismo y hasta
heroísmo en la lucha contra el grupo contrario.
Este fenómeno de presencia evidente
milenaria y mundial, la biología evolutiva explica por la coexistencia de los
genes altruistas o egoístas en los individuos.
Veamos cómo lo explican otros
estudios científicos:
El Ardipithecus Kadabba se
considera que tiene una antigüedad de entre 5,8 y 5,5 millones de años a.C.,
por lo que sería el homínido más antiguo descubierto hasta ahora. “Empezó a
caminar en dos patas a pesar de vivir en un entorno arborícola, y siendo tan
diferente a los monos actuales demuestra que, al contrario de lo que se pensaba,
nuestro ancestro común no se parecía en absoluto a los chimpancés o los
gorilas...
Todos los machos de
primates menos nosotros tienen caninos grandes y afilados. Los utilizan para
pelearse y solucionar conflictos, especialmente a la hora de competir por el
apareamiento. Nosotros hacemos lo mismo, pero de manera diferente [aunque
algunitos continúan haciéndolo de la misma manera]. ¿Desde cuándo? Durante
mucho tiempo se pensó que el desarrollo de herramientas y armas hacía
innecesarios los caninos, pero cuando se vio que Australopithecus como Lucy ya tenían caninos pequeños se empezaron
a explorar otras posibilidades.
Ardi y el resto de los
fósiles encontrados de Ardipithecus,
tanto machos como hembras, también tenían los caninos pequeños y no afilados.
La explicación de Owen Lovejoy es que los primeros homínidos enseguida
empezaron a formar grupos sociales más pacíficos, con relaciones monógamas para
favorecer el cuidado de las crías, y los caninos poderosos dejaron de ser
necesarios para competir por el apareamiento...
[Lovejoy dice también que]
“respecto a los caninos... lo que su ausencia nos muestra claramente es que
esos homínidos no luchaban tanto entre ellos y por consiguiente su organización
social debía basarse en la cooperación. Esto podría haber sentado la base
evolutiva del crecimiento del cerebro. Los machos invertían menos energías
combatiendo y más cuidando a las crías.
Parece
quedar claro que la mayor complejidad de la organización social requería el
crecimiento y también la mayor complejidad del cerebro, lo cual, entre otros comportamientos,
implicaba una mayor cooperación entre los miembros del grupo y una disminución de
la belicosidad y la agresión mutua.
Esa
interpretación se refuerza con los siguientes textos:
5.2. EL VALOR BIOLÓGICO DE LA JUSTICIA, Y EL ORIGEN EVOLUTIVO DE LA
PACIENCIA
El experimento empieza con dos monos en sendas jaulas contiguas. Uno de
ellos tiene acceso a una palanca con la que acerca a la vez una galleta para él
y otra para su compañero. Hasta aquí todo normal; siempre que el investigador
coloca en el dispositivo una galleta para cada mono, el que tiene la palanca la
utiliza y ambos consiguen el mismo premio... atentos, que aquí llega lo más
curioso: si el investigador pone una galleta frente al mono con la palanca,
pero tres frente al individuo pasivo, el que tiene el control se enfada y no
realiza ninguna acción. Sacrifica su galleta. La situación le parece tan
sumamente injusta que prefiere no obtener su premio si eso implica que gracias
a su trabajo un aprovechado se quede con el triple sin hacer ningún esfuerzo a
cambio...
Recuerdo haber leído acerca
de chimpancés enfureciéndose si por una misma acción a un compañero le daban un
premio superior al suyo, pero llegar a sacrificar de tal manera su propio
beneficio es algo relativamente inesperado...
El altruismo y el rencor
son aspectos peliagudos en el estudio de la naturaleza humana. En la década de
1960 Robert Trives estableció que el altruismo podría haber evolucionado para
favorecer la reciprocidad dentro de los grupos de primates sociales, pero
algunos interpretan esta colaboración como un egoísmo encubierto en el que la
ayuda está condicionada a un beneficio futuro. Sea como sea, sí tiene sentido
evolutivo.
Sin embargo, realizar una
acción que suponga un coste para nosotros sin que eso implique ninguna
recompensa es algo que no encaja en los esquemas de la selección natural. Entre
dos monos, uno rencoroso que no come la galleta y otro más cándido que sí se la
come sin importarle que un desconocido obtenga tres a cambio, el que tiene más
posibilidades de sobrevivir en la selva es el que vaya mejor alimentado.
Una explicación a este aparentemente
ilógico comportamiento sería que para el buen funcionamiento del grupo es muy
importante penalizar las injusticias y asegurarse de que nadie se beneficia en
exceso del trabajo de los demás, pero tal “razonamiento” parecía demasiado
sofisticado para los primates.
El estudio de las galletas
induce a pensar que la mala sangre que sentimos cuando alguien sale beneficiado
en demasía de una situación que consideramos injusta, aunque no nos afecte
directamente, puede estar bien arraigada en nuestra herencia evolutiva.
Origen
evolutivo de la paciencia [La
planificación a largo plazo]: ¿Hay algo fundamental que diferencia a los
humanos del resto de animales?... nosotros le añadimos varios niveles de
complejidad, debido a la capacidad de abstracción y planificación a largo
plazo de nuestra tan desarrollada corteza prefrontal... ¡La paciencia! Los
homínidos somos los únicos seres que no sucumbimos a la recompensa inmediata si
intuimos que la espera o el sacrificio nos reportará un beneficio mayor en el
futuro... cuando a monos les daban a escoger entre un poco de comida inmediata
o una cantidad mayor en el futuro, casi siempre se quedaban con la opción
rápida. En cambio, si a los miembros de esa especie que se autositúa en la cima
de la evolución les ofreces una cantidad económica ahora, o el doble dentro de
un tiempo, la mayoría piensan y deciden
esperar. Conclusión: la paciencia es una propiedad básicamente humana.
¿Seguro? [parece que no es tan seguro]: En un primer
estudio [los científicos] diseñaron un sistema que permitía [a primates más
cercanos evolutivamente a nuestra especie] entender que podían escoger entre
dos uvas de inmediato o seis con un retraso de un par de minutos... [esos
primates] exhibían un grado de paciencia nunca vista hasta el momento en el
mundo animal.
Luego realizaron un segundo
estudio en el que comparaban la disposición de chimpancés y humanos a esperar por una cantidad de comida
mayor. Sorprendentemente, los estudiantes universitarios que participaron en la
investigación eran más impacientes que los chimpancés, y soportaban peor la
tentación de comer lo antes posible.
En un tercer experimento
quisieron comprobar si los humanos respondíamos de manera muy diferente ante
los premios basados en comida o dinero. Y, como cabía esperar, los resultados
indicaron que estamos dispuestos a contenernos mucho más ante recompensas
monetarias futuras: somos muy humanos para el dinero pero muy monos para la
comida.
Seguro que podemos
encontrar diversas interpretaciones. La objetividad en los estudios de conducta
humana también es cuestión de grado. Pero los resultados sí inducen a concluir
que la capacidad de tomar decisiones pensando en el futuro es un rasgo
evolutivo que apareció antes de la llegada de los homínidos, y que en
ciertos contextos nuestros parientes más cercanos son incluso más pacientes que
nosotros y reciben mayor recompensa. Somos muy racionales con algo como el
dinero, que nuestra mente más primitiva no entiende, pero cuando nos ponen
delante unos estímulos más primarios, parece que no hayamos evolucionado tanto
como creíamos...
Las conclusiones de los
dos experimentos transcritos me permiten proponer las dos conclusiones siguientes:
primero, que los parientes más cercanos de los hombres (con un desarrollo
pre-humano del cerebro) estaban dispuestos a sacrificar su bienestar individual
antes que soportar la injusticia, el oportunismo y la ganancia fácil de los
haraganes, porque soportar aquella injusticia equivalía a poner en riesgo la
supervivencia de la especie. Había que castigar al haragán y aprovechado para
asegurar el bienestar colectivo. Segundo, que el pensamiento abstracto
necesario para la visión de largo plazo puede estar o haber estado más
desarrollado en los primates anteriores a los seres humanos, y que, ante determinadas
situaciones o recompensas, ellos lo tienen más avanzado que estos últimos.
Es oportuno mencionar que la corrupción
implica obtener un beneficio a corto plazo atentando al bienestar colectivo,
que puede garantizar un mayor beneficio a largo plazo. En este sentido, los
monos del experimento descrito lo hacían mejor que los estudiantes
universitarios.
Sigamos
examinando la situación del altruismo y del egoísmo:
EL GEN ALTRUISTA: LA EVOLUCIÓN NOS HIZO BONDADOSOS
...reconozco que, de alguna manera, yo también asumía que nacíamos
“malos”; que el altruismo verdadero era un bien adquirido, no genético.
Sin embargo cambié de
parecer gracias a que... un día cayó en mis manos el libro The Age of Empathy del primatólogo Frans De Waal, cuya tesis es:
“Basta ya de creer que somos egoístas por naturaleza. ¡No lo somos! Las
investigaciones en conducta animal llevan años sugiriendo que debemos cambiar
este paradigma, y asumir que la evolución ha insertado la empatía y la
solidaridad en nuestro comportamiento básico”.
Empatía es la palabra clave.
Frans De Waal reconoce que la empatía surgió para que las madres cuidaran a sus
hijos, y posteriormente se extendió a la cohesión de grupos sociales. Pero una
vez instaurada en nuestros cerebros, pasó a ser un instinto que se manifiesta
más allá del grado de parentesco... Simplemente, durante nuestro pasado
evolutivo nos transformamos en seres bondadosos.
Resulta obvio que tenemos
un lado competitivo y otro social. De Waal explica que sus chimpancés se
preocupan primero por el beneficio propio, luego por el de sus parientes, y
finalmente por los componentes del grupo que le rodean. Pero esto no termina
ahí de ninguna manera. En sus experimentos ha demostrado que la cooperación, el
sentido de la justicia, la aflicción, la empatía... se extienden mucho más
lejos que la lógica egoísta-competitiva,
y se pueden observar incluso entre especies diferentes.
No es un razonamiento
nuevo. Lynn Margulis
lleva tiempo defendiendo la cooperación como un mecanismo más poderoso que la competencia
incluso a escalas bacterianas, y libros como La mente moral de Marc Hauser sugieren que los valores morales
forman parte intrínseca de nuestra naturaleza. Pero el cambio cultural es
lento, y venimos de un siglo donde la cultura occidental ha estado
promoviendo sistemas basados en la competencia. La asunción neodarwinista [teoría
pseudocientífica] de que la selección natural nos hizo unos egoístas
encubiertos está fuertemente instaurada, en parte gracias a obras muy
influyentes como El gen egoísta, de
Richard Dawkins. Frans De Waal argumenta que no es así en absoluto, y debemos
empezar a cambiar el paradigma.
...La posición de De Waal
parece acarrear una reflexión importante: no nacemos con un instinto codicioso
y cruel que la sociedad deba corregir, sino con una profunda predisposición a
la empatía y la solidaridad
desinteresada que nuestras estructuras sociales no deben corromper...
De
manera que en la naturaleza humana coexisten genes egoístas y altruistas (“un
lado competitivo y otro social”), fijados en la evolución de millones de años
por la selección individual y por la selección de grupo, respectivamente, como
se explicó más arriba. La cooperación, la justicia y la empatía también fueron
fijados en nuestros genes por la evolución, y son comportamientos muy fuertes
verificados desde hace millones de años en sociedades complejas de termitas,
hormigas e incluso a escala bacteriana, pero “la
cultura occidental ha estado promoviendo sistemas basados en la competencia”.
Examinemos con más
prolijidad esta dualidad contradictoria entre egoísmo y altruismo.
Partamos
de que tenemos genes que nos predisponen hacia el egoísmo y otros que nos
predisponen hacia al altruismo; “genes egoístas” y “genes altruistas”. Bien,
dejando eso sentado, cabe la pregunta: ¿estamos predeterminados por la
naturaleza biológica y química de nuestros genes –lo que implicaría que somos
esclavos de nuestra química- o podemos matizar o incluso cambiar aquella
determinación? O, formulado de otra manera: ¿Puede la cultura influir en el
comportamiento genético? La respuesta a esta pregunta conduce y obliga a la
definición de lo que es la naturaleza humana.
La naturaleza humana no es los genes que la sustentan. Estos prescriben
las reglas de desarrollo del cerebro, del sistema sensorial y del
comportamiento que producen la naturaleza humana. Ni tampoco pueden definirse
colectivamente como naturaleza humana los rasgos universales de la cultura que
los antropólogos han descubierto. [Se refiere a que en 1945 se realizó un estudio
que delimitó exactamente sesenta y siete comportamientos supuestamente
compartidos por cientos de sociedades humanas].
O
sea que los genes prescriben reglas de desarrollo, a través de las cuales se
crean (o forman) los rasgos del desarrollo del cerebro, de los sentidos y de
los comportamientos.
La naturaleza humana son las regularidades heredadas del desarrollo
mental común a nuestra especie. Son las reglas epigenéticas que evolucionaron
por la interacción de la evolución genética y cultural que tuvo lugar a lo
largo de un prolongado período en la prehistoria profunda. Estas reglas son:
- Los sesgos genéticos en la manera en que nuestros sentidos
perciben el mundo,
- La codificación simbólica mediante la cual representamos el mundo,
- Las opciones que automáticamente nos abrimos a nosotros mismos
y,
- Las respuestas que encontramos que son las más fáciles y más
gratificantes de hacer.
“De maneras que empiezan a enfocarse a nivel fisiológico e incluso, en
unos pocos casos, a nivel genético, las reglas epigenéticas”:
- Alteran la manera como vemos y clasificamos lingüísticamente el
color.
- Provocan que evaluemos la estética del diseño
artístico según formas abstractas elementales y el grado de complejidad.
- Determinan los individuos que, como norma, encontramos sexualmente
más atractivos.
- Hacen que adquiramos diferencialmente miedos y
fobias relacionadas con peligros del ambiente, como serpientes y alturas;
- Que nos comuniquemos mediante determinadas
expresiones faciales y formas de lenguaje corporal;
- Que establezcamos lazos con los niños;
- Que establezcamos lazos conyugales, “y así sucesivamente a través de
una extensa gama de otras categorías del comportamiento y el pensamiento”.
“Es evidente que la mayoría de las reglas epigenéticas son muy
antiguas, y se remontan a millones de años en nuestro linaje de mamíferos.
Otras, como las fases de desarrollo lingüístico, sólo tienen cientos de miles
de años de antigüedad. Al menos una, la tolerancia del adulto a la lactosa de
la leche, y en consecuencia el potencial de una cultura basada en los productos
lácteos en algunas poblaciones , se remonta a unos pocos miles de años
Creo
necesario hacer un pequeño paréntesis para aclarar o definir lo que significa
la epigenética o las reglas epigenéticas. La Epigenética estudia los mecanismos
que regulan la expresión de los genes sin una modificación en la secuencia del
ADN. Establece la relación entre las influencias genéticas y ambientales que
determinan un fenotipo (que es la expresión del genotipo en función de un
determinado ambiente. Los rasgos fenotípicos son tanto físicos como conductuales.
Un fenotipo es cualquier característica o rasgo observable de un organismo,
como su morfología, desarrollo, propiedades bioquímicas, fisiología y comportamiento.
La diferencia entre fenotipo y genotipo es que el genotipo se puede distinguir
observando el ADN, mientras que el fenotipo puede conocerse por medio de la
observación de la apariencia externa de un organismo). La epigenética son los
factores genéticos que son determinados por el ambiente celular. Es el estudio
de la interacción entre genes y ambiente que se produce en los organismos. De
manera que, y esto es muy importante para sostener la hipótesis contenida en
este ensayo, “nuestras propias experiencias pueden marcar nuestro material
genético y estas marcas pueden ser transmitidas a generaciones futuras”.
En
genética de poblaciones, los cambios epigenéticos son cambios reversibles de
ADN que hacen que unos genes se expresen o no dependiendo de condiciones
exteriores. Los factores ambientales son fuentes de modificaciones importantes
de los genes, que pueden afectar a uno o varios genes con múltiples funciones.
Por
medio de la regulación epigenética se puede observar cómo es la adaptación al
medio ambiente dada por la plasticidad del genoma, la cual tiene como resultado
la formación de distintos fenotipos según el medio ambiente al que sea expuesto
el organismo. Estas modificaciones presentan un alto grado de estabilidad y, al
ser heredables, se pueden mantener en un linaje celular por muchas generaciones.
Esto es importante ya que, cuando hay errores en las modificaciones, se pueden
generar enfermedades que perduren en una familia por mucho tiempo.
Dicho
en pocas palabras y de manera más explícita y sencilla: las reglas epigenéticas
son producidas por la coevolución de los genes y de la cultura, o la
coevolución gen-cultura. Y ahí está la esperanza contenida en la hipótesis de
este ensayo: si podemos modificar el comportamiento de los genes mediante la
cultura, podemos reducir el comportamiento de los genes egoístas y estimular el
de los altruistas. Y quiero enfatizar en aquello de que estas modificaciones
son heredables y que pueden provocar enfermedades que perduren en una familia
por mucho tiempo, porque me voy a referir a casos concretos más adelante.


Ahora
bien, los mismos comportamientos son diversos, unos son los “aprendidos” o para
los que estamos “preparados”: por ejemplo, preferir una opción sobre otra, lo
cual produce la “disonancia cognitiva”, que significa que tomamos la opción más
fácil, más gratificante o la más común y vulgar, y nos justificamos a nosotros
mismos (acallamos la conciencia) magnificando las ventajas de la opción tomada
y minimizando las de la opción correcta.
Y
otros son los comportamientos para los que estamos “no preparados”: por
ejemplo, tomar elecciones alternativas o evitarlas conscientemente.
La
evolución cultural tiende a reprimir la evolución genética y puede llevar a
reforzar los genes egoístas sobre los altruistas. “Muchas propiedades del
comportamiento social humano se ven afectadas por la herencia” (Wilson, 2015: 231).
Por ejemplo, si elegimos Presidente de una República a un individuo cuyo padre
fue o es traficante de drogas, y Vicepresidente a un individuo cuyo padre es
violador de niños, lo más probable es que las reglas epigenéticas de los dos
individuos sean una herencia de varias generaciones anteriores, a las cuales
obedecen sus instintos primarios, de manera que no hace falta una bola de
cristal para predecir el destino de esa desdichada República. Otro ejemplo en
contrario: cuando yo era muy niño, de tres o cinco años, escuché una narración
de mi padre, en la que relataba a mis hermanos mayores que cuando era empleado
del Banco Central una de sus funciones era recibir y calificar la calidad de
los bienes que adquiría el Banco; que en cierta ocasión una fábrica de muebles
envió sus productos altamente deficientes, por lo cual mi padre los rechazó, lo
que provocó que concurriera el dueño de la fábrica y, reconociendo los defectos
de sus muebles, sugiriera a mi padre que los aceptara, a cambio de una
“gratificación”. De inmediato mi padre, sin decir una sola palabra, saltó sobre
el escritorio, tomó al sujeto por el pescuezo y le arreó a patadas por todo el
piso hasta hacerle rodar las escaleras. Solamente cuando sus compañeros de
trabajo lograron calmarle y hacerle beber un vaso de agua, pidió a uno de sus
subalternos que verificase si el sujeto de marras no había fallecido como
consecuencia de haber rodado escaleras abajo. La escena quedó como grabada a
fuego en mi mente, lo que provocó que considerase toda mi vida que cometer un
acto de corrupción es tan o más abyecto que agredir a la propia madre, a una
anciana enferma, a una mujer embarazada, a un niño o niña o mujer de cualquier
edad, y tan imposible y repugnante biológicamente como beberse de un solo trago
un galón de aceite de hígado de bacalao. Las reglas epigenéticas que mi padre
había heredado de generaciones anteriores y que me transmitió, impiden tanto biológica
como racionalmente que yo cometa un acto de corrupción.
Las reglas epigenéticas del comportamiento que afectan a la cultura, y
que han surgido por selección natural... son la norma, y las desviaciones
fuertes de las mismas tienen grandes posibilidades de ser canceladas por la evolución
cultural, por la evolución genética , o por ambas. Consideradas de esta manera,
tanto las reglas genéticas de la coevolución gen-cultura como de la
susceptibilidad a la enfermedad son consistentes con la definición amplia de
“epigenética” que utilizan los Institutos Nacionales de la Salud de Estados
Unidos: “cambios en la regulación de la actividad y la expresión génicas que no
dependen de la secuencia de genes. (Wilson, 2015:240)
Tal como se ha
explicado anteriormente, el altruismo se manifiesta en el comportamiento de los
miembros de un grupo en relación de competición con otro grupo, por ejemplo en
las controversias entre tribus primitivas; pero se podría interpretar que
actualmente, como casi no hay la posibilidad de la desaparición de un país por
invasión de otro, se deduce la disminución del comportamiento altruista y la
predominancia del comportamiento egoísta entre los miembros de un grupo, raza,
etnia o nación. Pero los comportamientos altruistas (en defensa de su
grupo)-egoístas (contra otro grupo) se vuelven a manifestar ante las actuales
olas de migración, por ejemplo desde al África hacia Europa, desde Centro
América hacia los Estados Unidos, desde Venezuela hacia otros países de América
Latina, etc.
Voy
a analizar otro aspecto o característica genética y de la evolución del cerebro
humano que está ausente en la práctica de la corrupción: la capacidad de
elaborar pensamientos abstractos y de tener una visión a largo plazo. La
primera supone un cerebro de estructura compleja, que es capaz de trascender la
sensación de las apariencias inmediatas y desentrañar las causas últimas de los
fenómenos y las consecuencias ulteriores de los actos. El corrupto solamente ve
la apariencia exterior e inmediata, sensorial, de las cosas, no es capaz de detenerse
a pensar ni suponer siquiera el tremenda perjuicio que ocasionarán sus actos,
ni siquiera en el futuro inmediato. Respecto del segundo factor, es obvio que
la corrupción implica una visión de corto plazo, la obtención de la más alta ganancia
en el menor tiempo y con el menor esfuerzo posible; vale recordar el
experimento narrado páginas atrás, en el que los monos difieren la obtención de
la recompensa sacrificando la inmediata, mientras que estudiantes
universitarios se abalanzan sobre el alimento que se les ofrece de inmediato y
no quieren esperar a ver qué pasará en el futuro.
La elaboración de la cultura depende de la memoria a largo plazo, y en
esta capacidad los humanos se sitúan muy por encima de todos los animales. La
vasta cantidad [de información] almacenada en nuestro cerebro anterior,
inmensamente agrandado, nos hace narradores consumados. Evocamos sueños y
experiencias de toda una vida, y los usamos para crear situaciones hipotéticas,
pasadas y futuras. Vivimos en nuestra mente consciente con las
consecuencias de nuestras acciones,
ya sean reales o imaginadas. Situados en versiones alternativas, nuestros
relatos internos nos permiten superar deseos inmediatos a favor de un placer
demorado. Mediante la planificación a largo plazo vencemos, al menos
durante un tiempo, la urgencia de nuestras emociones... Los animales poseen
asimismo memorias a largo plazo que les sirven para la supervivencia... El gran
don del cerebro humano consciente es la capacidad (y con ella el impulso innato
irresistible) de construir situaciones
hipotéticas... (Wilson, 2015:251 y 252. Texto entre paréntesis
rectangulares y subrayados, míos)
La
lectura del párrafo anterior ya permite comenzar a suponer que el corrupto no
es un ser humano completo, o ha atrofiado las capacidades de su cerebro para
terminar convirtiéndose casi en un sub-humano. O, ¿me estoy precipitando
demasiado? Sigamos analizando el problema.
¿Qué catapultó a Homo sapiens
hasta este nivel? Los expertos están de acuerdo en que el aumento de la
memoria a largo plazo, especialmente la que se sitúa en la memoria
funcional, y con ella la capacidad de construir situaciones hipotéticas y
planear estrategias en períodos breves de tiempo, desempeñó un papel clave en
Europa y en todas partes, tanto antes de la salida de África como
posteriormente. ¿Cuál fue la fuerza impulsora que condujo al umbral de la
cultura compleja? Parece que fue la selección de grupo. Un grupo con
miembros que podían leer las intenciones y cooperar entre ellos al tiempo que
predecían las acciones de grupos competidores habría tenido una ventaja enorme
sobre otros menos dotados. Indudablemente había competencia entre los miembros
del grupo, lo que conducía a la selección natural de rasgos que conferían
ventaja a un individuo sobre otro. Pero más importante para una especie que
penetraba en ambientes nuevos y que competía con rivales poderosos era la
unidad y la cooperación en el seno del grupo. La moralidad, la
avenencia, el fervor religioso y la capacidad de luchar se combinaron con la
imaginación y la memoria para producir el ganador. (Wilson, 2015: 259-261.
Subrayados míos)
El sujeto corrupto
carece de todas y cada una de las características del comportamiento de los
seres humanos indicadas en el párrafo anterior. Como que su cerebro pertenece a
un ser que vivió hace millones de años; incluso las hormigas y las termitas ya
poseían algunas de esas cualidades hace más de ciento veinte millones de años.
Un
ingeniero civil amigo con el que tenemos frecuentes conversaciones muy
complejas, suele preguntarse y preguntarme (lo que me recuerda al Ec. José
Moncada que solía decir con mucha ironía, “le agradezco que me formule esa
pregunta, porque eso significa que usted cree que yo tengo la respuesta”), ¿Por
qué cada gobierno del Ecuador fracasa reiteradamente y realiza acciones que ya
se sabe que conducen a la ruina? ¿Por qué siempre estamos comenzando desde cero
con los mismos problemas y ejecutando las mismas respuestas equivocadas? Yo
suelo sugerirle que esa tragedia se debe, entre otros factores de enorme
complejidad, a que no existe en el Ecuador una visión a largo plazo, que no
existe en los gobernantes la capacidad de elaborar pensamientos abstractos y
que solamente alcanzan a ver su propio ombligo. Por ello, a diferencia de
países como Chile, nunca ha existido una planificación a largo plazo que
trascienda varias administraciones independientemente de su signo ideológico o
de su concepción económica; que aquellos son incapaces de pensar en lo que denominan
los historiadores “la larga duración”, y su horizonte se reduce al período para
el que fueron torpemente electos; pero que aquello implica un problema más
grave: que no existe –ni en ellos ni en la población que los elige- una mínima
consciencia de patria y ni siquiera de nacionalidad. El pensamiento más
complejo que logran elaborar los gobernantes es la manera de llenar “breve
breve” sus alforjas. Pero además, a mi amigo le aclaro y reitero que los
políticos, que llegan a ser gobernantes, en todo el planeta no pasan de ser servidores
a sueldo de los empresarios, de manera
que las características mentales anotadas son compartidas por estos últimos.
Bien profetizaba Nietzsche:
“...podría suceder que de aquí a ese tiempo, la política se
encontrara totalmente desacreditada... y cabría la posibilidad de que un día se
la considerase tan abyecta que fuera calificada de “prostitución del
espíritu”, como la literatura de los partidos políticos y de los
periódicos”
Y, respecto de los
empresarios (jefes directos y/o financistas de los políticos), la opinión de Nietzsche
también es digna de ser tomada en cuenta:
“...la llamada civilización industrial... es en líneas generales el
modo de vida más vulgar que se ha visto hasta el momento. Lo que aquí actúa
es, sencillamente, la ley de la miseria, porque para vivir hay que venderse,
pero se desprecia a quien explota esa miseria y compra al obrero... personas
desconocidas y tan poco interesantes como son los hombres eminentes de la
industria; por lo general, el obrero no ve en la persona del empresario sino a
un ser perruno, astuto, opresor, que especula con toda miseria y cuyo nombre,
fisonomía, moralidad y reputación le son indiferentes. Es probable que a los
industriales y a los grandes jefes de empresas les falte en buena medida lo que
constituye y caracteriza a una raza superior y que hace interesantes a las
personas... la falta de distinción y la desacreditada grosería del
industrial de manos gruesas y coloradas...” (Nietzsche, 2007:55. Subrayados
míos)
Al
leer ese párrafo inmediatamente vienen a la mente sujetos como Donald Trump, de
quien otro escritor declara que era “el promotor inmobiliario más lumpen de
Nueva York”.
¿Cuáles
son los orígenes de la moralidad y del honor?
¿Son las personas buenas de manera innata, pero corruptibles por las
fuerzas del mal? O, por el contrario, ¿son intrínsecamente malas, y redimibles
solo por las fuerzas del bien? Las personas son ambas cosas. Y así será eternamente
a menos que cambiemos nuestros genes, porque el dilema humano estaba
predestinado en la manera en que nuestra especie evolucionó, y por lo tanto
constituye una parte invariable de la naturaleza humana. Los seres humanos y
sus órdenes sociales son intrínsecamente imperfectos, por suerte. En un mundo
en constante cambio, necesitamos la flexibilidad que solo la imperfección
proporciona. (Wilson, 2015:281)
El
párrafo citado parece negar el problema de la corrupción, pero no es así, el
problema que estoy tratando no es la coexistencia de genes egoístas y
altruistas en la naturaleza humana, sino la predominancia o exclusiva presencia
de los primeros en los individuos corruptos, lo que los convierte en
patológicamente enfermos.
Tal
vez el comportamiento egoísta en el seno del grupo, si es de los mejores
individuos del mismo, produce finalmente el progreso de todo el grupo, pero si
predominan los peores, el grupo se hunde en la miseria.
En medio de todo esto nuestros instintos siguen al mando y siguen
confundidos, pero solo unos pocos, si los obedecemos sabiamente pueden
salvarnos. Por ejemplo, sentimos empatía. Nos contenemos. Muchas
investigaciones recientes han hecho posible ver de qué modo los impulsos de la moralidad
pueden operar dentro del cerebro. Se ha encontrado un comienzo prometedor en la explicación de la Regla Áurea,
que es quizá el único precepto que se halla en todas las religiones organizadas.
La regla fundamental para todo razonamiento moral: “No hagas a los demás lo que
te repugne”. (Wilson, 2015: 285-286. Subrayados míos)
El
científico pone: “si los obedecemos sabiamente pueden salvarnos”, lo
cual implica también que si los obedecemos sin sabiduría, como simples macacos,
pueden perdernos. Parece quedar ratificado que los instintos pueden ser
gobernados por la razón y por la visión del bienestar común a largo plazo.
Los seres humanos propenden a ser morales (hacer las cosas
correctas, retenerse, ayudar a los demás, a veces incluso con riesgo personal)
debido a que la selección natural ha favorecido aquellas interacciones entre
los miembros del grupo que benefician al grupo como un todo. (Wilson, 2015: 288.
Subrayado mío)
En ese párrafo
encontramos otra explicación para la corrupción: el sujeto perverso no tiene
“consciencia de grupo”, lo que, en términos de un gobernante implica ausencia
de consciencia de patria o de nación, lo cual sugiere que su delito debe
juzgarse como traición a la patria, y así debería ser incluido en la
legislación. Además, nuevamente, parecería que aquellos seres humanos que NO
“propenden a ser morales” sufren defectos patológicos.
Durante la primera década de este siglo, biólogos y antropólogos se han
centrado profundamente en la evolución de la cooperación. La conclusión
a la que han llegado es que el fenómeno se consiguió en la prehistoria humana
mediante una mezcla de respuestas innatas. Dichas respuestas incluyen la
búsqueda de estatus social por parte de los individuos, la igualación del
estatus elevado de los individuos por parte del grupo y el impulso a
ofrecer castigos y recompensas a los que se desvían demasiado de las normas del
grupo. Cada uno de los comportamientos contiene elementos a la vez de
egoísmo y altruismo. Todos están interconectados en causa y efecto, y se
originan mediante selección de grupo... La ambivalencia y ambigüedad
inflexibles son los frutos de la extraña herencia de primates que rige la mente
humana... (Wilson, 2015: 289. Subrayado mío)
Una
sociedad civilizada tiene que ejercer, como parte de su conducta de identidad y
de su legislación, los comportamientos indicados en las frases subrayadas.
Y, está
demostrado que aquella “igualación” es necesaria para el bienestar del grupo:
...la igualación es beneficiosa incluso para las sociedades modernas
más avanzadas. Las que mejor lo hacen para sus ciudadanos en calidad de vida,
desde la educación y la asistencia sanitaria hasta el control de la
criminalidad y la autoestima colectiva, tienen también el diferencial
más bajo de ingresos entre los ciudadanos más ricos y más pobres. Entre los
veintitrés países más ricos del mundo y estados concretos de Estados Unidos,
según un análisis realizado en 2009 por Richard Wilkinson y Kate Pickett,
Japón, los países nórdicos y el estado norteamericano de New Hampshire poseen a
la vez el diferencial menor y la calidad de vida promedio más alta. Los últimos
de la lista son el Reino Unido, Portugal y el resto de estados de Estados
Unidos. (Wilson, 2015: 291. Subrayados míos)
Lo
anterior implica justicia en la distribución de la renta y equidad en el
bienestar colectivo. Además, es de vital importancia elevar la autoestima colectiva.
En efecto, un país que se desprecia a sí mismo, se ridiculiza y burla de sí
mismo, está condenado a la miseria, a la ruina y a la desaparición, porque sus
ciudadanos han eliminado de sus mentes y de sus conciencias el hábito de la
cooperación y la solidaridad, la necesidad de “arrimar el hombro” para sacar
adelante el país, y han puesto en su lugar el logro del beneficio personal
pisoteando a los demás. Ha desaparecido el grupo, el barco se está hundiendo y
solamente quedan los individuos: “sálvese el que pueda”. Eso significa que el
egoísmo y la corrupción ya controlan esa sociedad en disolución, ese Estado
fallido.
Todas las personas normales son capaces de verdadero altruismo.
Somos únicos entre los animales por la manera en que cuidamos de los enfermos y
los heridos, ayudamos a los pobres, consolamos a los acongojados e incluso
arriesgamos voluntariamente nuestra propia vida para salvar a extraños... El
altruismo verdadero existe, como Samuel Bowles y otros investigadores han
afirmado. Mejora la fuerza y la competitividad de los grupos, y ha sido
favorecido durante la evolución humana por la selección natural al nivel del
grupo. (Wilson, 2015:291. Subrayados míos)
Nuevamente, queda claro
que para ser altruista, nada más hay que ser persona NORMAL, no se requiere ser
nada excepcional, solamente NORMAL; lo que obviamente indica que quienes no lo
son, como se puso anteriormente, sufren defectos patológicos. Y que los grupos,
en este caso los países, mejoran si sus individuos son altruistas, lo que
reiteradamente indica que los corruptos son perjudiciales para la sociedad, la
que, si quiere mejorar, debe eliminarlos.
Resulta que las personas no solamente desean de manera apasionada ver
castigados a los vagos y maleantes (gorrones, criminales), a los que no
contribuyen con niveles conmensurados con su situación social (los ricos
ociosos); también quieren participar en la administración de justicia, incluso
si supone un coste para ellas. Increpar al conductor que se salta el semáforo
en rojo, tirar de la manta a propósito de los negocios sucios del jefe,
informar a la policía de un delito que se está produciendo... muchas personas
realizarán estos servicios incluso si no conocen personalmente a los bribones y
arriesgándose a pagar un coste por su buen comportamiento cívico, por lo menos
en pérdida de tiempo.
En el cerebro, la
administración de este “castigo altruista” activa la ínsula bilateral
anterior, un centro del cerebro que también se activa en caso de dolor, ira y repugnancia.
Su recompensa es un mayor orden para la sociedad y un consumo de recursos
menos egoísta de los bienes comunales. No procede de un cálculo racional
por parte del altruista. Este puede incluir al principio en sus reflexiones el
impacto último en él y en su familia. El
altruismo auténtico se basa en un instinto biológico para el bien común
de la tribu, que la selección de grupo ha puesto en su lugar, por el que los
grupos de altruistas en tiempos prehistóricos prevalecían sobre los grupos de
individuos de desorden egoísta. Nuestra especie no es Homo oeconomicus. Al final del día,
resulta ser algo más complicado e interesante. Somos Homo sapiens, seres imperfectos que seguimos adelante, con impulsos
en conflicto, en un mundo impredecible, implacable y amenazador, y que hacemos
lo mejor que podemos con lo que tenemos. (Wilson, 2015:292. Subrayados míos)
El altruismo
auténtico también implica la lucha por una sociedad más justa, para lo cual
es imprescindible la participación de todos hasta lograr el castigo o la
eliminación de los sujetos “con desorden egoísta”. Por lo tanto, aquellos
miembros de la colectividad que, cansados y aburridos, se alzan de hombros y
deciden mirar para otro lado convencidos de que el mal no tiene solución y los
perversos y corruptos siempre se saldrán con la suya, que el mundo es de
aquellos, esos ciudadanos abúlicos también están dominados por sus genes
egoístas.
Y más allá de los instintos ordinarios de altruismo, hay algo más
delicado y efímero por su carácter pero que, cuando se experimenta es transformador.
Es el honor, un sentimiento surgido de la empatía y de la capacidad
innata de cooperación. Es la reserva final del altruismo que quizá pueda
salvar todavía nuestra raza... el honor del individuo enfrentado a la
muchedumbre... Hace falta un sentido del honor para sentirse implicado por
los actos de los demás. Y hace falta un sentido de la propia dignidad
para insistir, contra una fuerza superior, en nuestro derecho a la justicia...
Tomar estas opciones es vivir una vida de dificultades; a veces incluso de
peligro. También es, y no incidentalmente, vivir una vida de honor. (Wilson,
2015: 292-294. Resaltados míos)
Palabras que ya no se
oyen, virtudes que ya no se practican: altruismo, honor, dignidad, justicia.
Desde mis primeros años de vida recuerdo una palabra que solía pronunciar mi
madre, confieso que nunca supe su definición exacta, pero lo comprendí en la
práctica diaria: “pundonor”: “sentimiento de dignidad personal”.
La comprensión naturalista de la moralidad no lleva a preceptos
absolutos ni juicios seguros, sino que en cambio advierte en contra de
basarlos ciegamente en dogmas religiosos e ideológicos. Cuando dichos
preceptos se descarrían, que suele ser a menudo, por lo general se debe a que se basan en la ignorancia. Algún o
algunos factores importantes se omitieron involuntariamente durante la
formulación. (Wilson, 2015: 294. Subrayados míos)
3.
EL FRACASO DE LAS INSTITUCIONES CREADAS PARA GUIAR ESPIRITUALMENTE A LA HUMANIDAD
El
contenido del párrafo anterior me obliga a tocar el problema de la religión, de
las iglesias y del sistema educativo, aún siendo consciente de que algunos
lectores que hasta aquí me han seguido, abandonarán la lectura muy molestos y
hasta ofendidos. Lo siento, pero todo hay que decirlo.
Empiezo
con las religiones organizadas y sus instituciones correspondientes, las
iglesias. Se supone que debieron ser los bastiones de la moralidad, de la
solidaridad y del altruismo, las guías espirituales de la humanidad. Pero a la
vista del estado del mundo es por demás evidente que han fracasado totalmente y
durante más de dos mil años. Es por
demás evidente que las iglesias han sido más bien los bastiones de la
inmoralidad, de la mentira, del engaño y del egoísmo. Voy a mencionar las tres
religiones mayoritarias en el mundo, el judaísmo, el “cristianismo”
y
el islamismo.
Los
judíos proclaman y creen que su Dios les escogió como “el pueblo elegido”,
lo que nada más decirlo, simultáneamente niega la existencia de dicho dios,
porque un ser “omnisciente”, “bondadoso” y “justo” no puede tener un pueblo
elegido y dejar a los demás en situación de inferioridad, lo que ya implica
institucionalizar y perennizar el egoísmo. Es más, dicen ellos que su dios les
otorgó o concedió una “tierra prometida”, pero ocultan que esa tierra ya estaba
ocupada por otros pueblos, así que su dios les autorizó a desalojar a aquellos
pueblos a sangre y fuego, prácticamente masacrándolos, cometiendo genocidio. El
egoísmo fue ordenado por su dios y condujo a la desaparición de sus otras
criaturas. Queda negada la existencia de ese dios y queda institucionalizado el
egoísmo en esa religión. Es una religión egoísta.
Y es
sorprendente e inaudito que la religión católica, que supuestamente rinde culto
a Jesucristo repita las barbaridades de la religión judía. En efecto, en la
misa dominical católica, en varios pasajes de la misma, se invoca a Jerusalén,
ciudad en la que Jesús pasó “las de Caín”, fue denostado, apedreado, expulsado
y finalmente crucificado. Y también se invoca “a Israel”, el “pueblo elegido”
en desmedro del resto de pueblos, incluido el que celebra la misa. Es inaudito.
El
“cristianismo”: A. Su iglesia mayoritaria, la Iglesia Católica “disfruta”
del abyecto título de haber sido históricamente la más sanguinaria, y la que
más institucionalizó el egoísmo. Los genes del altruismo, la solidaridad, la
reciprocidad y virtudes semejantes solamente pueden ser activados y someter a
los del egoísmo mediante vivencias y práctica diaria, no con mandamientos, normas,
sermones, y castigos diferidos para ser sufridos en el “más allá”. Peor aún si
para evitar el castigo en aquella otra dimensión supuesta, ilusoria y nunca
demostrada, basta con comprar el perdón. En efecto, la Iglesia Católica ha institucionalizado
históricamente muchos mecanismos para “vender el perdón”, a lo cual está
supuestamente autorizada por ser la única “representante de Dios en la Tierra”;
no otra cosa era la venta de indulgencias (“cualquier persona podía comprar
indulgencias, que absolvían pecados, para sí mismas y también para parientes muertos”), la comercialización
de reliquias verdaderas y supuestas de santos verdaderos y supuestos; el pago
por bautizos, primeras y enésimas comuniones, confirmaciones y misas con
motivos fútiles; así como la venta de tumbas en las iglesias, más costosas
mientras más cerca se ubicaban del altar mayor; la construcción de enormes
iglesias con mano de obra pagada con perdón de pecados y promesa del cielo; así
como una “santa” recibía millonarias donaciones para la atención a sus
enfermos, a los cuales nunca llegaban ni los médicos ni las medicinas porque la
susodicha “santa” les decía que sufriendo salvarían su alma.
Y,
para mayor espanto y horror, en muchas épocas los sujetos más corruptos y
perversos han sido los mismos curas, desde sus espantosos Papas hasta los curas
de barrio. Pontificaban sobre las virtudes pero practicaban las aberraciones
mas abyectas a vista, escándalo y horror de la población en general.
De
manera que la Iglesia Católica no solamente que incentivó la corrupción, sino
que fue su más entusiasta practicante, la trivializó y perdonó a los corruptos
siempre y cuando tuviesen dinero para pagar por la absolución. Así que el
castigo quedó para los “aplastados”, para los de pie descalzo y estómago vacío.
Con
tantos estímulos para practicar el egoísmo y obtener el perdón a cambio de
dinero, no es de sorprenderse de que los más grandes bellacos de la sociedad
medieval, moderna y contemporánea, tales como reyes y reinas, señores feudales,
terratenientes y encomenderos, tiranos sanguinarios y empresarios corruptos,
hayan disfrutado de una suerte de “patente de corso “ para cometer sus
tropelías siempre que no olvidasen de pagar abundante dinero por el perdón de
aquellas. Luego de su muerte, todos esos canallas entregan a la Iglesia
Católica sus fortunas a cambio de que esta celebre miles de misas suplicando a
Dios que les perdone sus bellaquerías, asesinatos y miseria provocada en miles
de personas durante toda su vida, y puedan ir a disfrutar en el cielo “la
contemplación del rostro divino”. Por eso a esos sujetos hay que castigarlos en
esta misma vida, porque en la otra supuestamente seguirán disfrutando de las
riquezas que acumularon y dejaron aquí pagando para que la Iglesia llore por
ellos.
Todo
lo anterior demuestra el fracaso definitivo de la Iglesia Católica como guía
espiritual.
Y
actualmente, para colmo, los que asumieron por sí y ante sí la misión de ser
guías espirituales adolecen de una ignorancia espantosa. Los mismos jesuitas
que regentaban el colegio en el que pasé seis años, adolecían de una
simplicidad mental y una ignorancia bárbaras, a pesar de que proclamaban que
sus estudios les tomaban varias decenas de años. Dejé de concurrir a misa hace
unos cuarenta años, o más, entre otras múltiples y complejas razones porque los
curitas se empeñaban en decir desde el púlpito cualquier cantidad de boberías.
Y la situación se ha puesto peor, hace unos quince días debí concurrir a una
misa y escuché el sermón del cura, en el que lo más sorprendente era su
capacidad para decir tantas tonterías en tan corto tiempo; para muestra, dos
ejemplos: dijo que los vehículos eran más inteligentes que los seres humanos
porque frenan antes de cometer un accidente, a diferencia de aquellos, que no
frenan antes de cometer un pecado; y dijo también que una vez que se eliminan
los síntomas desaparece la enfermedad. En esas condiciones de ignorancia y
superficialidad, ¿cómo se va a desarrollar la tarea más compleja de la
humanidad, como es ser guías espirituales de la sociedad?
B.
Los “protestantes”: Con estos el incentivo a la corrupción es más grande, ya
que una de sus tesis fundamentales es que las personas no llegan a la salvación
por sus méritos, sino únicamente “por la gracia a través de la fe”, mediante el
sacrifico de Cristo. Así que ya pueden desarrollar toda su vida en la más
abyecta corrupción que si “creen en Cristo” la van a pasar en grande
explotando, robando y manteniendo en la miseria a miles de millones de seres
humanos. Un ejemplo de la eficacia del estímulo protestante a la corrupción, es
la historia de las barbaridades sin cuento que los protestantes holandeses cometieron
en Sudáfrica sin ningún remordimiento.
Y
ahora, para colmo, proliferan como hongos después de la lluvia los predicadores
(“pastores”) que arriendan un garaje y una docena de sillas en algún barrio, se
ponen a predicar y consiguen engatusar a unos cuantos parroquianos para que los
mantengan; y conforme va aumentando el número de borregos a ser pastoreados van
engordando fortunas que llegan a la obscenidad, como la de un predicador
brasileño, que “disfruta” la riqueza y comodidades de dos jeques árabes.
El
islamismo. En algunas interpretaciones del Corán se sostiene que la “yihad”
es la guerra santa ordenada por Mahoma o por Alá para exterminar a todos los no
islámicos y los que piensen diferente; y que ofrece una recompensa espiritual
para quienes participen o mueran en ella. Esta sería una manifestación de
altruismo de grupo contra todos los otros grupos, con lo cual apoyaría las
conclusiones científicas explicadas en todo este texto. Pero en el interior del
islamismo hay y ha habido tantas facciones opuestas y que también han llegado a
la guerra de exterminio que niega aquella manifestación de altruismo del grupo
contra los demás. Para colmo, dentro de los países islámicos funciona la misma
discriminación y desigualdad de ricos contra pobres que en los países
“cristianos”, la misma corrupción y bellaquería de gobernantes y empresarios
contra la mayoría de la población. En estos mismos días la monarquía de Arabia
Saudita está cometiendo un terrorífico genocidio contra sus “hermanos en la fe”
musulmana de la República del Yemen. ¿Será que lo hacen por mandato directo de
Mahoma?
Para
terminar con este sucinto análisis de las religiones mayoritarias y sus
iglesias, cabe una conclusión: si fracasaron en su razón de ser: guías espirituales
de la humanidad, pues es obvio que ya no tienen razón de ser, y un mínimo de
honestidad les debería llevar a desaparecer.
El
egoísmo en el sistema educativo. En los últimos años se han visto pintados
los enormes cerramientos de determinados institutos de instrucción (más que de educación)
e incluso de universidades con esta leyenda: “Aquí educamos en valores”
.
Un distinguido médico ha puesto en su cuenta de Facebook esta demanda:
“Educación en valores como política de Estado en todos los niveles
educativos, con evaluaciones periódicas hasta el 2030. En esta fecha podemos
tener resultados tangibles del impacto producido en la mente de las personas”.
(Obviamente no puedo poner el nombre del autor)
Vamos
a ver: Aquellos “valores” en los que se promete “educar” se supone que son la
verdad, la solidaridad, el altruismo, la honradez, la honestidad, y similares.
Habida cuenta lo descrito hasta aquí, que esos “valores” están fijados en los
genes y son producto de la evolución de millones de años del cerebro humano, de
la selección multinivel (en el seno del grupo y entre grupos) y de la
coevolución gen-cultura, visto todo aquello, ¿cómo pretenden “enseñar” esos
valores en el seno de una institución educativa? ¿Cómo van a transformar ese
contenido genético producto de la evolución de millones de años en el lapso de,
máximo, 12 años?
El
comportamiento provocado por la naturaleza de dichos genes es estimulado por la
vida diaria, por la vivencia de los valores (positivos o negativos), por
la experiencia, por la confrontación de situaciones conflictivas, la elección
de alternativas y opciones y la evaluación de la felicidad o sufrimiento individual
y colectivo como consecuencia de las opciones aplicadas. De manera que un
instituto educativo para “enseñar valores” deberá provocar aquellas situaciones,
experiencias y vivencias y, luego estimular la evaluación de los resultados y
consecuencias por parte de los mismos alumnos, con independencia de los profesores;
de manera que los estudiantes evalúen e interioricen que el egoísmo, por más
beneficios a corto plazo que facilite a sus practicantes, perjudica de manera
muy grave a los demás, lo cual a fin de cuentas perjudicará a su autor. El
instituto no va a lograr “enseñar valores” con tiza y pizarrón, de la misma
manera que no se puede enseñar a nadar con tiza y pizarrón, hay que lanzar al
agua a los alumnos.
Ahora
analicemos si los institutos de educación cuentan con determinantes y
condiciones para cumplir aquella promesa. Los profesores del instituto, ¿viven
los valores que van a “enseñar”? Porque nadie da lo que no tiene, ¿verdad? Si
aquellos profesores trabajan en régimen de esclavitud, son sobre explotados por
los dueños del establecimiento, ¿podrán “enseñar en valores”? Si el instituto
es privado o, peor aún, si es extranjero y su objetivo de existencia es enviar
a su dueño una remesa cada vez más cuantiosa de dólares y, por lo tanto más que
estudiantes lo que tiene es clientes, ¿podrá “enseñar en valores”?
Además,
se mantiene el examen individual, la evaluación cuantitativa de “los saberes” a
discreción autárquica y subjetiva del profesor, la competencia individual
premiada con certificados y medallitas para “el primero de la clase”, “el
abanderado”, “el mejor deportista”, “el mejor disfraz de Halloween”, “la
quiteña bonita”, la “princesita de navidad”, etc., además de premios
ostensibles al “preferido de la maestra” (en nuestro tiempo lo llamábamos “cepillo”
o “caucho”). Existe pero se mantiene semi-oculto el acoso escolar, no solamente
entre estudiantes sino inclusive de directivos con profesores, entre profesores
y de profesores con alumnos (predominantemente mujeres). Se mantiene el diseño
rectangular de las aulas con el profesor al frente y los alumnos encolumnados
uno atrás de otro, reproduciendo bobaliconamente el diseño medieval de las
aulas, diseño científico para la clase MAGISTRAL:
La locución “Magister dixit”
se trata de unan locución latina que significa “el maestro lo dijo”. En la Edad
Media solían referirse a Aristóteles, y era un mundo donde se afirmaba que el
conocimiento provenía de la inspiración divina, donde los maestros se
consideraban una gran autoridad; por tanto contradecir a Aristóteles casi era
contradecir a Dios. http://www.dixit.es/el-origen-de-la-palabra-dixit/
El
trabajo de grupo en el mejor de los casos es esporádico, muy eventual; el
conocimiento es aprendido de memoria según consta en libros (especialmente
españoles), y los estudiantes deben reproducirlo fielmente en sus exámenes
individuales, en lugar de que el conocimiento sea extraído de la experimentación
libre.
Con
todas esas determinantes y condiciones, ¿se va a enseñar en valores? Sería como
sembrar vientos y cosechar margaritas.
Es
muy conocido que en la generalidad de los casos el “mejor egresado”, luego en
la vida profesional se revela como el más bobo y carente de iniciativas.
Mientras que el estudiante cuya señal de identidad es cuestionarlo todo, poner
en duda todo, desde los axiomas y postulados hasta “las leyes de dios” y sus
mandamientos, ese estudiante es el díscolo, el molesto, el “moscardón” (como
Sócratres) cuya función en la vida sus profesores creen que es fastidiar,
cuando en realidad es buscar la sabiduría. Y a este estudiante díscolo, al
único que aplica la máxima de la Universidad de Gotinga: “No están aquí para rendir culto al conocimiento, sino para ponerlo en
tela de juicio”, se le mata la curiosidad y se le aparta como si fuera un
apestado, ¿así se va a enseñar en valores?
Si
todos los directivos y profesores de una sola institución
educativa, más aún tratándose de una
universidad, vivirían de veras esos valores que predican y ofrecen enseñar, el
país hace rato habría salido del pozo de miseria en el que se encuentra; pero
la realidad es que el gobierno anterior que lo hundió en aquel pozo, contó
entre sus más destacados colaboradores con profesores de las universidades
católicas del país y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(universidad de postgrado), así que basado en la máxima: “por sus obras los conoceréis” es justificado afirmar que aquellas
instituciones están incapacitadas para “educar en valores”.
Antes
de entrar en el tema final, es de mucha importancia desmitificar una creencia
surgida de la religión, que sostiene que el egoísmo o el altruismo son opciones
que “libremente” cada individuo puede tomar, habida cuenta que “Dios nos otorgó
libre albedrío”. O sea que cada individuo es libre de perjudicar a los demás, puesto
que “ya se encargará dios de castigarlo en la otra vida”. Ya de por sí esa es
una aberración, ¿no creen?
Afortunadamente
la ciencia ha desentrañado la realidad, como vamos a ver de inmediato.
4. ¿EXISTE
EL LIBRE ALBEDRÍO O LA LIBERTAD ES UNA
ILUSIÓN DE NUESTRO CEREBRO?
Con la respuesta a esta pregunta, creo que queda
zanjada una de las controversias más trascendentales de la humanidad y, a
partir de ella, debemos continuar la búsqueda de la respuesta a la pregunta:
¿por qué en los seres humanos parecen predominar los genes egoístas sobre los
altruistas? lo que se conoce como corrupción.
En la década de 1980 Benjamin Libet realizó un
experimento que representó la primera amenaza testada científicamente al free will o libre albedrío. Los
resultados indicaron que ciertas zonas del córtex prefrontal relacionadas con
la planificación de las acciones motoras se activaban medio segundo antes de
que los individuos fueran conscientes de su elección. Desde entonces y con
mejores técnicas estos experimentos han sido replicados en numerosísimas
ocasiones. Una de las últimas explica el descubrimiento de otras áreas del
córtex parietal que se activan hasta varios segundos antes de ser conscientes
de la decisión que nuestro subconsciente ya ha tomado por nosotros (Unconscious
determinants of free decisions in the human brain). La abrumadora conclusión es
que nuestros actos están muchísimo más predeterminados por mecanismos
cerebrales involuntarios de lo que creemos. “...pero algo de libertad de
acción sí debemos tener, ¿no?. Puede, pero de momento la neurociencia no lo ha
encontrado.
En un muy recomendable artículo
titulado “Volitional control of movement: the physiology of free will”, el
investigador Mark Hallet de los Institutos Nacionales de Salud hace una
revisión de todos los estudios y la bibliografía científica acumulada hasta el
año 2007, y concluye que “no hay ninguna evidencia de que el free will sea una fuerza en la
generación de movimiento. La sensación de libertad existe, pero no es la
causa del movimiento, sino una percepción posterior. Los movimientos se
generan inconscientemente, y la ilusión de voluntad llega después”...
Entonces, ¿nos toca aceptar que nuestras acciones están mucho
más programadas de lo que nos pensamos, por todo lo que va acumulándose en el
subconsciente de programación genética, experiencias, influencias sociales,
aprendizaje, traumas, o estímulos subliminales? La neurociencia parece indicar
que sí.
En el texto “La neurología de la autoconciencia”, V. S.
Ramachandran describe el free will
como otra sensación generada por el cerebro para sobrevivir, como la sensación
de unidad entre todas nuestras impresiones y creencias, de continuidad en el
tiempo, o de un cuerpo propio que nos contiene. En “The neurosciencie of free will” Laurence Tancredi interpreta
los últimos estudios científicos como una clara erosión a la dicotomía
mente/cerebro. Y en una revisión más
conciliadora titulada “The implications of advances in neuroscience for freedom
of the will neurotherapeutics”, la bioética Hilary Bok reconoce un mayor grado
de determinismo en nuestro comportamiento del que pensamos, pero opina que esto
no excluye de ninguna manera que sí mantengamos la capacidad de decisión y la
responsabilidad sobre nuestras acciones más complejas...
Sí tenemos libertad para hacer lo
que queramos, pero... ¿podemos decidir lo que queremos?
Otro científico lo pone de la siguiente manera:
Cuanto más descubrimos acerca
de nuestra existencia física, más evidente resulta que incluso las formas más
complejas de comportamiento humano son, en último término, biológicas. Muestran
las especializaciones que nuestros antepasados primates consiguieron mediante
evolución a lo largo de millones de años...
Aún así, no podemos eludir la cuestión del libre albedrío, que
algunos filósofos todavía aducen que nos sitúa aparte. Es un producto del
centro de toma de decisiones subconscientes del cerebro que proporciona a la
corteza cerebral la ilusión de una acción independiente. Cuanto más ha definido la investigación científica
los procesos físicos de la consciencia, menos se ha dejado para cualquier
fenómeno que pueda calificarse intuitivamente como libre albedrío. Somos libres
como seres independientes, pero nuestras decisiones no están libres de todos
los procesos orgánicos que crearon nuestro cerebro y nuestra mente personales.
Por lo tanto, parece que el libre albedrío es, en último término, biológico. (Wilson, 2015: 334. Subrayado mío)
Además
de esas verificaciones científicas, es deleznable creer que tenemos “libre
albedrío” para tomar la decisión de perjudicar a los demás, y que si lo
hacemos, “ya la pagaremos” en la supuesta “otra vida”.
Antes
de formular una propuesta, debo analizar el proceso de formación del cerebro
humano a través de su evolución de millones de años, con el objetivo de
encontrar en dónde residen las neuronas que provocan el tema de este ensayo y
comprobar o disprobar la hipótesis contenida en el título del mismo: La
corrupción, ¿es producto de una involución del desarrollo del cerebro humano?
5. LA ESTRUCTURA DEL CEREBRO
Partiendo de experimentos como los realizados con los titíes, MacLean
ha elaborado un sugestivo modelo de la estructura y evolución cerebral que él
llama cerebro “trino”. Afirma que “estamos obligados a examinarnos a nosotros
mismos y al mundo en general a través de tres mentalidades muy distintas”, en
dos de las cuales no interviene la facultad del habla. MacLean sostiene que el
cerebro humano “equivale a tres computadores biológicos interconectados”, cada
uno de los cuales posee “su peculiar y específica inteligencia, subjetividad y
sentido del tiempo y del espacio, así como su propias funciones de memoria,
motrices y de todo tipo”. Cada cerebro corresponde a una etapa evolutiva de
trascendental importancia. El referido investigador afirma también que los tres
cerebros se distinguen tanto por su configuración neuroanatómica como por su
funcionalidad, y que contienen proporciones muy dispares de dopamina y
colinesterasa, dos sustancias químicas cerebrales.
El
cerebro está conformado por tres componentes, cada uno de los cuales envuelve
al más interno: desde el más interno tenemos el complejo reptílico o complejo
R; envuelto por el sistema límbico, y este envuelto por el neocórtex o corteza
cerebral.
El
cerebro trino:
1. El de formación más antigua, lo comparten con nosotros los
restantes mamíferos y los reptiles, está envuelto por el cerebro medio.
Probablemente se desarrolló hace varios centenares de millones de años. MacLean
lo denomina el Complejo Reptílico o Complejo R.
2. Rodeando al anterior se encuentra el Sistema Límbico. Lo tienen
también los restantes mamíferos y, en un grado mucho menos evolucionado lo
poseen asimismo los reptiles. Seguramente se originó hace más de 150 millones
de años.
3. Por último, rematando lo que resta del cerebro, se encuentra el
neocórtex, sin duda la incorporación evolutiva más moderna. El hombre, los
mamíferos superiores y los restantes primates, posee un neocórtex
proporcionalmente grande. En los mamíferos más evolucionados se aprecia un
aumento gradual de esta zona cerebral. El más perfecto es el nuestro, junto con
el de los delfines y los grandes cetáceos como las ballenas. Probablemente se constituyó hace varias decenas de millones
de años.
El Complejo R.
Desempeña
un papel importante en la conducta agresiva, la territorialidad, los actos
rituales y el establecimiento de jerarquías sociales. Estos rasgos configuran
en buena medida el comportamiento burocrático y político del hombre actual. [ya
van apareciendo los componentes de la corrupción].
Sorprende
comprobar en qué medida nuestros actos reales, en contraposición a lo que
decimos o pensamos, pueden explicarse en función de las pautas que rigen la
conducta de los reptiles.
Entre
los consejos de Maquiavelo al príncipe está el de “actuar a sabiendas, como las
alimañas”
En
cierto modo el Complejo R sigue desempeñando dentro del cerebro humano las
mismas funciones que cumplía en el dinosaurio.
Hay
que pensar en las repercusiones que tiene en el plano social la aseveración de
que el cerebro del reptil influye en los actos del hombre. Si la conducta
burocrática está esencialmente regulada por el Complejo R, ¿significa esto que no
hay esperanza para el futuro humano? En el hombre, el neocórtex representa
alrededor del 85% del cerebro, lo que refleja en cierta medida su importancia
comparado con el cerebro posterior, el Complejo R y el sistema Límbico. Tanto
la neuroanatomía, como la historia política y la propia introspección ofrecen
pruebas de que el ser humano es perfectamente capaz de resistir el apremio
de ceder a los impulsos emanados del cerebro del reptil. Nuestra
adaptabilidad y largo proceso de maduración impide que aceptemos servilmente
las pautas de conducta genéticamente programadas de que somos portadores.
Pero
si bien el cerebro trino constituye un buen modelo del comportamiento del
hombre, no podemos ignorar el componente reptílico de la naturaleza humana,
sobre todo en lo que atañe a los actos rituales y jerárquicos.
En
nuestra mano está efectuar algunos ajustes sustanciales del papel que
proporcionalmente corresponde a los diversos componentes del cerebro trino.
El Sistema Límbico
En
el Sistema Límbico se gestan las emociones intensas o singularmente vívidas,
circunstancia que amplía de inmediato nuestra perspectiva acerca de la mente
del reptil, en cuanto que ésta no viene caracterizada por indómitas pasiones ni
calamitosas contradicciones, sino por una dócil y torpe aquiescencia al modelo
de conducta que le dictan sus genes y su
cerebro.
Las
descargas eléctricas en el Sistema Límbico producen en ocasiones síntomas
similares a los que ocasionan las sicosis o las drogas sicodélicas y
alucinógenas. La sede del efecto de muchas drogas psicotrópicas reside en el
Sistema Límbico. Quizá sea dicho Sistema el que controla la hilaridad, el
sobrecogimiento y una gran variedad de sutiles emociones que solemos considerar
privativas en el hombre.
La
pituitaria, “glándula directriz” que influye en otras y domina el sistema
endocrino del hombre , forma parte esencial de la región límbica. Las
alteraciones del ánimo, que acarrean desequilibrios endocrinos son indicios de
la conexión del Sistema Límbico con los estados mentales.
En
el Sistema Límbico hay una pequeña inclusión en forma de almendra, llamada
amígdala, que desempeña un importante papel en la génesis de los impulsos
agresivos y de los sentimientos de temor.
Las
perturbaciones del Sistema Límbico pueden originar irritaciones, miedo o
emotividad intensa sin causa aparente. Quienes padecen esta dolencia
experimentan sensaciones incomprensibles y sin conexión con la realidad, que
les caracterizan como enajenados mentales.
Parte
de la función reguladora de la emotividad que desempeñan glándulas endocrinas
del Sistema Límbico como la pituitaria, la amígdala y el hipotálamo proviene de
las pequeñas proteínas hormonales que segregan y que afectan a otras regiones
cerebrales... pueden tener repercusión en funciones mentales tan diversas como
la retención visual, la ansiedad y el grado de atención.
Existen
motivos para creer que las raíces del comportamiento altruista se hallan en el
Sistema Límbico.
La
parte más primitiva del Sistema Límbico es la corteza olfativa, que produce
intensa calidad emocional. En el hipocampo, estructura situada dentro del Sistema
Límbico, se localiza buena parte de nuestra capacidad de retención y evocación
del pasado. También la memoria efímera reside en el hipocampo.
Parece
que los reflejos condicionados se hallan localizados en el Sistema Límbico.
El Neocórtex
La
iniciativa y cautela están localizadas en el Neocórtex, región donde se ubican
muchas de las funciones cognitivas que mejor definen al hombre como tal.
El
Neocórtex tiene cuatro regiones o
lóbulos; frontal, parietal, temporal y occipital. Existen gran número de
conexiones neurales con el cerebro subcortical. Cada una de las regiones del
neocórtex regula multiplicidad de funciones, muy distintas unas de otras, pero
es probable que algunas sean ejercidas por más de un lóbulo a la vez.
Lóbulos
Frontales: están relacionados con la reflexión y la regulación de la acción.
Anticiparnos y planear el futuro. Anticipación motora y cognoscitiva. Evaluar
las posibles consecuencias de los movimientos voluntarios. Nexo entre visión y
postura erecta y bípeda. Así que, si regulan el sentido de anticipación al
futuro, deben ser el emplazamiento obligado de los sentimientos de inquietud,
ansia y desazón. El precio que pagamos por la previsión del futuro es la
desazón que ello engendra. Pero necesitamos de los componentes fatalistas para
sobrevivir. Han sido el origen y la motivación para la ética, la magia, la
futurología, los códigos legales y la ciencia.
La
ventaja que procura el pronóstico de las catástrofes radica en la posibilidad
de adoptar medidas para impedir que se produzcan, sacrificando las ganancias
inmediatas a favor de unos beneficios a largo plazo. Una sociedad que, como
resultado de esta capacidad de anticipación alcanza un alto nivel de seguridad
material, genera el tiempo libre necesario para impulsar el progreso social y
tecnológico. De manera que la civilización tal vez sea el producto de la
actividad de los lóbulos frontales.
Lóbulos
Parietales: percepción espacial e intercambio de información entre el cerebro y
el resto del cuerpo.
Lóbulos
Temporales: variedad de complejas tareas perceptuales.
Lóbulos
Occipitales: la vista.
Entre
las manifestaciones del pensamiento abstracto radicadas en el Neocórtex del
hombre destacan los lenguajes simbólicos, en especial la lectura,
escritura y la matemática, que parecen requerir la cooperación conjunta de los
lóbulos temporal, parietal y frontal, y hasta quizás del occipital.
La
auténtica y compleja retentiva propia del ser humano se halla emplazada en el
Neocórtex, lo que corresponde a la aptitud del hombre para planear y
anticiparse al futuro.
Del
análisis de la estructura del cerebro y la ubicación conocida de sus distintas
funciones se desprenden las siguientes conclusiones, a saber:
A. El Complejo Reptílico.
Es responsable de la conducta instintivamente agresiva (egoísmo), la
territorialidad (egoísmo), los actos rituales (tradiciones, dogmas y
supersticiones) y el establecimiento de jerarquías sociales (egoísmo). El
comportamiento burocrático (rigidez mental) y político (ansia de poder y
dominio sobre los demás: egoísmo).
Como
queda escrito más arriba, nuestra adaptabilidad y largo proceso de maduración
impide que aceptemos servilmente las pautas de conducta genéticamente
programadas de que somos portadores; tenemos la capacidad de efectuar algunos
ajustes sustanciales del papel que proporcionalmente corresponde a los diversos
componentes del cerebro trino, de manera de someter los comportamientos basados
en el Complejo Reptílico a la capacidad superior de los otros componentes del
cerebro. Las personas que no pueden hacerlo, y actúan con una
dócil y torpe aquiescencia al modelo de conducta que le dictan sus genes y su cerebro, padecen una deficiencia
que los hace retroceder varios cientos de millones de años.
B. El Sistema Límbico. Es responsable de las
emociones intensas o singularmente vívidas, irritaciones, miedo o emotividad
intensa, que provocan alteraciones del ánimo; lo que implica que esta parte del
cerebro maneja alternativas diversas y decide problemáticamente entre ellas, lo
que provoca impulsos agresivos conscientes y no instintivos, sentimientos de
temor y similares; el pensamiento es más complejo que el de los reptiles. La
hilaridad, el sobrecogimiento y una gran variedad de sutiles emociones que
solemos considerar privativas en el hombre. El sistema Límbico tiene la función
reguladora de la emotividad, o sea que supera la emotividad instintiva y no
controlada que reside en el Complejo R.
En
el Sistema Límbico reside nuestra capacidad de retención y evocación del
pasado, lo que es como una base neuronal para elaborar pensamientos abstractos
y pensar a largo plazo. También reside aquí la memoria efímera, que es la que
capta los aspectos externos y, aquellos que son procesados como importantes,
pasan a la memoria duradera.
Existen
motivos para creer que las raíces del comportamiento altruista se hallan
en el Sistema Límbico.
C. El Neocórtex. Aquí
están localizadas la iniciativa y cautela, así como muchas de las funciones
cognitivas (pasar de la sensación y la apariencia al análisis, la síntesis y la
problematización, que conduce al cuestionamiento y a la búsqueda de soluciones)
que mejor definen al hombre como tal.
La
reflexión y la regulación de la acción. Anticiparnos y planear el futuro.
Anticipación motora y cognoscitiva. Evaluar las posibles consecuencias de los
movimientos voluntarios.
La
capacidad para planear a largo plazo y anticiparse al futuro, obviamente
provocan inquietud, ansia y desazón; pero es el origen y la motivación para la
ética, los rituales para alejar los males previstos, la futurología, los
códigos legales para obligar a los miembros de la comunidad a que sus comportamientos
se adecúen al bienestar colectivo; y la ciencia, para buscar las causas últimas
de los fenómenos y poder enfrentarlos; puesto que el pronóstico de las
catástrofes obliga a buscar las causas de las mismas y, una vez descubiertas, permite
la resiliencia, la capacidad de adoptar medidas para impedir que aquellas se
produzcan, sacrificando las ganancias inmediatas a favor de los beneficios a
largo plazo.
De
manera que, en pocas palabras, en la corteza cerebral reside el potencial para
manejar las capacidades parciales de los otros dos componentes, más primitivos
del cerebro y, confrontándolos y evaluándolos según las circunstancias azarosas
de la vida diaria, tomar las decisiones conscientemente más adecuadas para la
supervivencia de la especie en su conjunto a largo plazo.
La conclusión final, y las
respuestas a las preguntas contenidas en el título del ensayo sería que Sí, la
corrupción es una involución del cerebro a su situación varios cientos de
millones de años atrás, lo que implica que, también, es una enfermedad patológica
y los corruptos, en consecuencia, pueden objetivamente ser calificados como
sub-humanos.
6. CÓMO LA SOCIEDAD INCENTIVA LA CORRUPCIÓN Y CÓMO ENFRENTARSE A ESOS
INCENTIVOS
Una
vez desentrañada la esencia o causa última de la corrupción, voy a pasar a
examinar sus causas inmediatas y sus manifestaciones externas. Estas son, entre
otras, las siguientes:
-
La baja autoestima o la vergüenza que tiene el
corrupto de sí mismo.
-
El complejo de inferioridad.
-
El deseo de imitar a los demás, el complejo de
sumarse al rebaño, de sentirse acompañado, de no ser identificado como extraño,
raro, diferente.
-
La vulgaridad.
-
La vanidad.
-
La codicia.
-
La ambición de tener, por la consciencia y
el convencimiento de no ser y la pérdida de esperanza en poder ser.
-
La ambición de poder ejercer tiranía sobre
los demás, por el íntimo convencimiento de su incapacidad de convencer y
liderar, de su incapacidad de ser
una autoridad, asegurarse de tener
eventual y temporalmente autoridad.
-
El síndrome de Diógenes: acumular basura, al
saberse incapaces de acumular sabiduría.
-
Muchos etcéteras similares.
De
todas estas causas internas y manifestaciones externas del individuo corrupto,
tal vez la más evidente es la de exhibir riqueza y presumir de ella. En efecto,
el tirano, empresario o empleado público o privado que, mediante la corrupción
y el robo ha adquirido riqueza, se vanagloria de ella, y la exhibe: autos de
lujo, mansiones en playas de “prestigio” que le permitan codearse con los
“famosos”, yates, viajes frecuentes, joyas, mujeres enjoyadas y despampanantes
(poseídas como objetos), y similares. Pero el pobre adolescente que comienza a
perderse para la sociedad también acusa esa tara, y quiere exhibir zapatos y
ropa de marca, reloj sofisticado y enorme, teléfono celular de último modelo,
etc. En suma, en toda la variedad de sujetos corruptos lo fundamental es presumir
de tener cosas y, como se ha escrito antes, puras basuras, los pobres ni
se imaginan la posibilidad de ser un ser humano libre, con la
connotación de libertad de Sócrates, Henry David Thoreau, Friedrich Niezche,
entre otros pocos.
Pero
la sociedad actual, globalizada y carente de identidad en cada una de sus
naciones componentes, acepta y envidia esa posibilidad, la de tener cosas, con
lo cual ha aceptado sumirse en la esclavitud en la que, de manera
inteligentemente malévola, los empresarios y comerciantes la han condenado.
Anteriormente
el aparato artesanal y luego el industrial producían bienes de consumo, es decir
objetos que había necesidad de fabricar porque estaban destinados a satisfacer
necesidades objetivas de la población. En esa época la gente salía a comprar
única y exclusivamente lo que realmente necesitaba. Ahora, en cambio, el
aparato industrial no produce bienes de consumo, sino mercancías, es decir
objetos destinados, no a satisfacer ninguna necesidad objetiva, sino creada por
la publicidad, la moda o el arribismo social. A partir de entonces ha sido
necesario identificar y clasificar las necesidades en tipos, y se ha propuesto
la siguiente clasificación: necesidades objetivas, subjetivas y creadas.
Esa
situación, a todas luces irracional, no es banal, sino que ha conducido ni más
ni menos que al peligro de desaparición de las condiciones de vida en el
Planeta. Claro, como somos más de siete billones de habitantes, para los
productores y comerciantes ese número significa alrededor de cinco billones de
compradores, o sea de clientes potenciales. Y, para convertirles de clientes
potenciales en demandantes reales, se ha desplegado una industria
multimillonaria de engatusamiento (o idiotizamiento), con el objetivo de
transformar a esos billones de incautos en compradores o, lo que es más
irracional, si cabe, en demandantes.
Y
aquí es cuando entra en acción la corrupción. En efecto, para mayor tragedia,
este “deporte” de “ir de compras” tiene otros componentes, a cada cual más
perverso. Para comprar, obviamente, es necesario tener dinero, y si el salario
no alcanza (como suele padecer la mayoría de la población), pues las personas
débiles mentales, de escasa moral y ninguna ética no vacilan ni un minuto en
obtener aquel a toda costa. En efecto, tanto en entes públicos como empresas
privadas de todo el mundo (solamente varían los montos según el país) los
empleados están siempre dispuestos y a la caza desesperada de “comisiones” y
coimas. En todo trámite, para lograr que se pase un documento de un escritorio
a otro es necesario pagar un “agradito” (como se lo llama en los países
tropicales) a los empleados respectivos; los cuales apenas “trabajan” dos horas
diarias en las labores para las que fueron contratadas, y las seis restantes se
las pasan en la caza mencionada. Por ello la eficiencia y productividad del
trabajo son bajísimas. Pero, claro, para que haya sobornadores es necesario que
haya sobornantes, en este aspecto también se cumple la ley esencial del sistema
capitalista, la de la oferta y la demanda: puesto que hay demanda de soborno,
hay oferta del mismo. Así por ejemplo, los potenciales contratistas de obras
públicas “invierten” ingentes capitales en comprar a los funcionarios públicos
responsables de las decisiones finales, desde presidentes de países, ministros,
pasando por alcaldes y llegando al último empleado de ventanilla.
Luego “recuperan” la inversión construyendo la obra con pésima calidad y
emitiendo facturas con sobreprecios y, finalmente, depositan sus capitales mal
habidos en los tristemente célebres “paraísos fiscales”, ¡que son treinta y
nueve según la OCDE pero en realidad son cientos! Realmente no alcanzo a
comprender cómo los habitantes de esos países, como Suiza por ejemplo, que
empezó esta práctica, no sienten la menor vergüenza al sentarse a comer con sus
hijos sabiendo que el dinero con el que compraron los alimentos y que sostiene
a su país en una bonanza permanente, procede en gran parte del robo y la
expoliación de países pobres por parte de empresarios y comerciantes corruptos
y dictadores genocidas y ladrones.
Así
que, ¿Qué hacer? Aquí va la propuesta. Los pocos lectores que todavía me
acompañen hasta este punto tal vez van a sufrir una decepción, y van a echar
mano de la fácil muletilla de “pero eso
es una utopía”. Veamos. Mi propuesta es desmitificar la riqueza, quitarle su
máscara y su nombre y ponerle en evidencia como una aberración. Para lo cual
creo que me bastan dos ideas y me inspiran frases como estas:
La comunidad carece de soborno capaz de tentar al
hombre sabio. Podéis juntar dinero suficiente para perforar una montaña, pero no
podréis juntar dinero suficiente para comprar al hombre que está ocupándose de
sus asuntos... [se refiere a servir a la sociedad sin esperar recompensa,
simplemente porque tiene la libertad para hacer lo que le gusta hacer, no
necesita recompensa]
¿Tan sólo tenemos habilidad para vivir como zafios y
para servir al diablo y nada de cultura ni delicadeza? ¿Para adquirir riquezas
mundanas o fama... y dar una falsa imagen a los demás, como si fuéramos todo
cáscara y concha, sin un corazón tierno y vivo dentro de nosotros?
¿Por qué tenemos siempre que crucificar a Cristo y
excomulgar a Copérnico y a Lutero y declarar rebeldes a Washington y a
Franklin?
Hablando en términos absolutos, a mayor riqueza,
menos virtud; porque el dinero vincula al hombre con sus bienes y le
permite conseguirlos y, desde luego, la obtención de ese dinero en sí mismo
no constituye ninguna virtud. El dinero acalla muchas preguntas que de otra
manera tendría que contestar, mientras que la única nueva que se le plantea es
la difícil pero superflua de cómo gastarlo. De este modo sus principios
morales se derrumban a sus pies.
Decía Confucio: “Si un Estado se gobierna siguiendo
los dictados de la razón, la pobreza y la miseria provocan vergüenza; si un
Estado no se gobierna siguiendo la razón, las riquezas y los honores provocan
vergüenza”
¡CLARÍSIMO!
Primera
idea: “no hay fortuna sin expolio”
.
Es absolutamente imposible que alguien haya acumulado una fortuna sin haber
realizado alguna trampa, mayor o menor,
en algún momento de la obtención de aquella. En toda sociedad para que haya
ricos es necesario que haya pobres, para que alguien disfrute de abundancia es
necesario que alguien carezca de lo más elemental. Si en mi familia somos dos,
mi esposa y yo, y en mi mesa hay tres panes, a alguien en la calle le falta un
pan.
Segunda
idea: Habida cuenta y evidencia histórica de que la fortuna y la riqueza
material son, en su generalidad, mal habidas y obtenidas a costa de la miseria
de la gran mayoría, pues no debería ser muy difícil arrebatarles su, también,
mal habido prestigio. Tal como ocurre en la ciudad de Amaurota en la isla
Utopía:
(43) Mientras tanto no utilizan el oro y la plata con
que se hace el dinero, pues ninguno de ellos lo estima más de lo que la misma
naturaleza de la cosa merece... ¿Quién no ve claramente lo muy por debajo que
están del hierro? Pues sin éste los hombres no pueden vivir mejor que si lo
hicieran sin fuego o agua (45) mientras que al oro y a la plata la naturaleza
no ha concedido ninguna utilidad de la que no podamos prescindir perfectamente
si la locura de los hombres no los hubiera colocado en más alta estimación a
causa de su rareza (46)...
(51) pues mientras ellos comen y beben en vajillas de
arcilla y de vidrio que en verdad están cuidadosa y correctamente construidas y
sin embargo son de poco valor, con el oro y la plata construyen normalmente los
orinales y otros recipientes que sirven para las más viles funciones, no sólo
en las salas comunes sino en las casas particulares.
(52) Además con los mismos metales hacen grandes
cadenas, grilletes y esposas con las cuales atan a sus esclavos.
(53) Finalmente, a cualquiera que sea infamado por
algún delito le cuelgan aros de oro en las orejas, en sus dedos llevan anillos
de oro y alrededor de sus cuellos cadenas de oro y al final sus cabezas son
ceñidas con oro.
(54) Así procuran por todos los medios posibles que el
oro y la plata sean considerados entre ellos como reproche e infamia...
(71) [A la vista de los embajadores de un país vecino
que desfilaban forrados de oro y piedras preciosas] “Mira madre, que zopenco
tan grandullón; usa todavía perlas y piedras preciosas como si aún fuera un
niño pequeño”. (72) Pero la madre, y esto también muy en serio por cierto, le
decía: “Silencio, hijo (73) creo que es alguno de los bufones de los
embajadores”...
(77) Pues ellos se maravillan de que haya hombre tan
tonto como [para] sentir deleite o placer con el dudoso fulgor de una piedrecita insignificante cuando puede
ver cualquier estrella o el mismo sol...
(79) Se maravillan también de que el oro que de suyo
es una cosa tan inútil, esté ahora entre todo el mundo en tan alta estimación
que el mismo hombre, por el cual y ciertamente para el uso del cual es tan
valorado, sea tenido en mucha menos estimación que el mismo oro. (80) De manera
que un estúpido villano de cabeza roma y que no tiene más inteligencia que un
asno, cierto, y tan lleno de maldad como de locura, tendrá si embargo a muchos
hombres sabios y buenos en sumisión y esclavitud sólo porque tiene un gran
montón de oro...
(82) Pero ellos se maravillan mucho más y detestan
la locura de aquellos que rinden honores casi divinos a los ricos... sin
más razonamiento que porque son ricos y a pesar de saber que son unos
tacaños tan mezquinos que están seguros de que mientras vivan no obtendrán ni
el valor de un cuarto de penique de
aquel montón de oro.
(84) Estas y otras parecidas opiniones han llegado
en parte por educación al ser
criados en aquella república cuyas leyes y costumbres son completamente
contrarias a estos tipos de locura, y en parte a través de la literatura y el estudio.
De
manera que la propuesta es, primero, desmitificar la fortuna, la riqueza y el
“prestigio” que su posesión actualmente tiene; despojarla de su “aura” y
exponer su podredumbre. Al respecto, ya anteriormente citaba el origen de la
fortuna de uno de los sujetos más adinerados del mundo y actualmente presidente
de los Estados Unidos, como “el promotor inmobiliario más lumpen de Nueva
York”, puesto en aquel empleo para defender los intereses de las empresas del
petróleo, del carbón y del gas natural, a sueldo de ellas y poniendo en riesgo
de desaparición a toda la especie humana; tal es su nivel de abyección.
Segundo,
desarmar la empresa productora de mercancías, para volver a la producción de
bienes necesarios, solamente destinados a la satisfacción de las necesidades
objetivas del ser humano, no de las subjetivas ni de las creadas por la
corrupción de la empresa capitalista y de sus empleados los publicistas. Y
exigir que dichos bienes sean de óptima calidad, no con la corrupta
obsolescencia programada desde fábrica.
Tercero,
como ya proponía Tomás Moro en el siglo XVI: transformar la educación para
elevar sustancialmente la cultura de las próximas generaciones, para que ellas
cumplan los dos objetivos anteriores y les repugne la obsolescencia asumida,
con la cual la publicidad ha corrompido las mentes de las generaciones
actuales. “La cultura occidental ha estado promoviendo sistemas basados en
la competencia”, de manera que la nueva educación deberá promover sistemas
basados en la cooperación, la investigación experimental realizada en grupo y
la simbiosis de todas las especies de la naturaleza.
Mediante
estas tres políticas fundamentales de largo plazo y otras similares podríamos hacer
realidad la esperanza contenida en la frase de Eduardo Galeano: “Debemos
ser tan porfiados en creer en un mundo mejor, porque aunque ESTAMOS MAL HECHOS,
no estamos terminados”.
Leonardo Miño Garcés /
2018-12-23
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DESOBEDIENCIA CIVIL. Versión pdf bajada de Internet.
WILSON, Edward O. LA CONQUISTA SOCIAL DE LA TIERRA. Ediciones
Debolsillo. Barcelona. Septiembre 2015.
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ANEXO BIBLIOGRÁFICO: Libros que relatan la formación corrupta de
fortunas.
ESTULIN, Daniel. LOS SECRETOS DEL CLUB BILDERBERG. Editorial Planeta
Colombiana. Colección Booket: abril 2010.
KLEIN, Naomi. LA DOCTRINA DEL SHOCK. PAIDÓS
Ibérica. 2007.
NO LOGO: el poder de las marcas. Ediciones PAIDÓS Ibérica. 2001.
KOCH, Paúl H. LA HISTORIA OCULTA DEL MUNDO. De la prehistoria al
terrorismo internacional. Editorial Planeta Colombiana: mayo 2008.
STIGLITZ, Joseph E. CAÍDA
LIBRE. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Ediciones
Debolsillo. Barcelona. 2015.
SUDJIC, Deyan. LA ARQUITECTURA DEL PODER. Cómo los ricos y poderosos
dan forma al mundo. Editorial Planeta Colombiana. Noviembre 2017.
VÁZQUEZ-FIGUEROA, Alberto. TODOS SOMOS CULPABLES. Edición epub.
Debolsillo. www.megustaleer.com
VOLPI, J. MEMORIAL DEL
ENGAÑO. Alfaguara. Santillana Ediciones Generales, S.L. 2014
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IMÁGENES: Las dos fotografías del cerebro fueron obtenidas del libro LOS DRAGONES DEL EFÉN, de Carl Sagan.
“
Corrupción:
una descripción del concepto y de las limitaciones metodológicas para su
medición”.
“
Destacada bióloga
estadounidense, considerada una de las
principales figuras en el campo de la evolución
biológica respecto al origen de las células
eucariotas. Licenciada en ciencias por la
Universidad de Chicago, Máster en la Universidad de Wisconsin-Madison y Doctora por la Universidad de
California en Berkeley, fue miembro de la
Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos desde 1983 y de la Academia
Rusa de las Ciencias. En 2011 fue nombrada profesora distinguida del
Departamento de Geociencias de la Universidad de Massachusetts Amherst. Apoyó
desde el primer momento la Hipótesis de Gaia del químico James E. Lovelock,
contribuyendo a ella desde la Biología e intentando que adquiriera categoría de
Teoría”. Wikipedia. Recomiendo enfáticamente leer la biografía de esta mujer
extraordinaria.