LA GAZMOÑERÍA
Actitud de quien
finge devoción o escrúpulos
En estos días se ha organizado y
desatado un tremendo escándalo con ocasión de que la Corte Constitucional del
Ecuador ha dado paso al matrimonio igualitario. Han puesto el grito en el cielo
y anunciado el Apocalipsis desde la Conferencia Episcopal, “pastores de almas”
de diversas confesiones, abogados y abogadas, hasta políticos fracasados en
busca de la clientela que no tuvieron en las campañas electorales; sin faltar,
obviamente los mensajes, dibujos y caricaturas superficiales, cursis, grotescos
y groseros enviados por WhatsApp.
Voy
a intentar analizar con objetividad el problema.
1. LA HOMOSEXUALIDAD.
La
atracción sentimental y sexual entre individuos del mismo sexo ha sido un
fenómeno tan o más antiguo que la historia escrita de la humanidad, y la han
sentido personajes de enorme protagonismo histórico, como lo voy a citar más
adelante. La longevidad y ubicuidad del fenómeno ha dado lugar a las más
múltiples y diversas interpretaciones, actitudes y sanciones, entre ellas el
ocultamiento y práctica clandestina, la sanción de la sociedad con la vergüenza
para los que sienten aquella atracción y la expedición de leyes represivas, el
castigo como un pecado y con la sanción inapelable del fuego eterno; luego la
tolerancia, y finalmente –gracias a la investigación científica- la aceptación
como un fenómeno natural.
Concedamos
la palabra a la ciencia. Por la importancia del tema voy a transcribir de
manera extensa los descubrimientos científicos al respecto. La primera cita
textual es tomada del libro de un historiador, y la segunda de un biólogo
actualmente reconocido como una autoridad en su especialidad científica.
Muchos griegos modernos piensan también que una parte
integral de ser hombre es sentirse atraído sexualmente sólo hacia las mujeres,
o tener relaciones sexuales exclusivamente con el sexo opuesto. No consideran
que esto sea un prejuicio cultural, sino una realidad biológica: las relaciones
entre dos personas de sexos opuestos son naturales, y entre dos personas del
mismo sexo, antinaturales. Pero, en realidad, a la madre Naturaleza no le
importa si los hombres se sienten sexual y mutuamente atraídos. Únicamente son
las madres humanas inmersas en determinadas culturas las que montan una escena
si su hijo tiene una aventura con el chico de la casa de al lado. Los
berrinches de la madre no son un imperativo biológico. Un número significativo
de culturas humanas ha considerado que las relaciones homosexuales no solo son
legítimas, sino incluso socialmente constructivas, siendo la Grecia clásica el
ejemplo más notable. La Ilíada no
menciona que Tetis tuviera ninguna objeción a las relaciones de su hijo
Aquiles con Patroclo. A la reina Olimpia
de Macedonia, una de las mujeres más temperamentales y enérgicas del mundo
antiguo, hasta el punto de mandar asesinar a su propio marido, el rey Filipo,
no le dio ningún ataque cuando su hijo, Alejandro Magno, llevó a casa a cenar a
su amante, Hefestión.
¿Cómo
podemos distinguir lo que está determinado biológicamente de lo que la gente
intenta simplemente justificar mediante mitos biológicos? Una buena regla
empírica es: “La biología lo permite, la cultura lo prohíbe”. La biología
tolera un espectro muy amplio de posibilidades. Sin embargo, la cultura obliga
a la gente a realizar algunas posibilidades al tiempo que prohíbe otras. La
biología permite a las mujeres tener hijos, mientras que algunas culturas
obligan a las mujeres a realizar esta posibilidad. La biología permite a los
hombres que gocen del sexo entre sí, mientras que algunas culturas les prohíben
realizar esta posibilidad.
La cultura
tiende a aducir que sólo prohíbe lo que es antinatural. Pero, desde una
perspectiva biológica, nada es antinatural. Todo lo que es posible es, por
definición, también natural. Un comportamiento verdaderamente antinatural, que
vaya contra las leyes de la naturaleza, simplemente no puede existir, de modo
que no necesitaría prohibición. Ninguna cultura se ha preocupado nunca de
prohibir que los hombres fotosinteticen, que las mujeres corran más de prisa que
la velocidad de la luz o que los electrones, que tienen carga negativa, se
atraigan mutuamente.
En
realidad, nuestros conceptos “natural” y “antinatural” no se han tomado de la
biología, sino de la teología cristiana. El significado teológico de “natural”
es “de acuerdo con las intenciones del Dios que creó la naturaleza”. Los teólogos cristianos
argumentaban que Dios creó el cuerpo humano con el propósito de que cada
miembro y órgano sirvieran a un fin particular. Si utilizamos nuestros
miembros y órganos para el fin que Dios
pretendía, entonces es una actividad natural. Si los usamos de manera diferente
a lo que Dios pretendía, es antinatural. Sin embargo, la evolución no tiene
propósito. Los órganos no han evolucionado con una finalidad, y la manera como
son usados está en constante cambio. No hay un solo órgano en el cuerpo humano
que realice únicamente la tarea que realizaba su prototipo cuando apareció por
primera vez hace cientos de millones de años. Los órganos evolucionan para
ejecutar una acción concreta, pero una vez que existen, pueden adaptarse
asimismo para otros usos. La boca, por ejemplo, apareció porque los primitivos
organismos pluricelulares necesitaban una manera de incorporar nutrientes a su
cuerpo. Todavía usamos la boca con este propósito, pero también la empleamos
para besar, hablar y, si somos Rambo, para extraer la anilla de las granadas de
mano. ¿Acaso alguno de estos usos es antinatural simplemente porque nuestros
antepasados vermiformes de hace 600 millones de años no hacían estas cosas con
la boca?
... El
mismo tipo de multitarea es aplicable a nuestros órganos y comportamientos
sexuales. El sexo evolucionó primero para la procreación, y los rituales de
cortejo como una manera de calibrar la adecuación de una pareja potencial. Sin
embargo, en la actualidad muchos animales usan ambas cosas para una multitud de
fines sociales que poco tienen que ver con crear pequeñas copias de sí mismos.
Los chimpancés, por ejemplo, utilizan el sexo para afianzar alianzas políticas,
establecer intimidad y desarmar tensiones. ¿Acaso esto es antinatural?
SEXO Y GÉNERO
Así pues,
tiene poco sentido decir que la función natural de las mujeres es parir, o que
la homosexualidad es antinatural. La mayoría de las leyes, normas, derechos y
obligaciones que definen la masculinidad o la feminidad reflejan más la
imaginación humana que la realidad biológica... (SAPIENS. DE ANIMALES A DIOSES.
Yuval Noah Harari. Págs. 167-170)
Creo que cabe enfatizar
específicamente en tres frases:
-
“... en realidad,
a la madre Naturaleza no le importa si los hombres se sienten sexual y
mutuamente atraídos...”
-
“...Un
comportamiento verdaderamente antinatural, que vaya contra las leyes de la
naturaleza, simplemente no puede existir, de modo que no necesitaría
prohibición...”
-
“...tiene poco
sentido decir que la función natural de las mujeres es parir, o que la
homosexualidad es antinatural. La mayoría de las leyes, normas, derechos y
obligaciones que definen la masculinidad o la feminidad reflejan más la
imaginación humana que la realidad biológica...”
A
continuación, las opiniones basadas en la biología:
La comprensión naturalista de la moralidad no lleva a
preceptos absolutos y juicios seguros, sino que en cambio advierte en contra de
basarlos ciegamente en dogmas religiosos e ideológicos. Cuando dichos preceptos
se descarrían, que suele ser a menudo, por lo general se debe a que se basan en
la ignorancia. Algún o algunos factores importantes se omitieron
involuntariamente durante la formulación.
Consideremos,
por ejemplo la prohibición papal de la contracepción artificial. La decisión la
tomó (con buenas intenciones) una
persona, Pablo VI, en su encíclica de 1968 Humanae
vitae. La razón que dio parece en principio totalmente razonable. Dios,
postulaba, pretende que las relaciones sexuales se limiten al propósito de
concebir niños. Pero la lógica de la Humanae
vitae es errónea. Deja fuera un hecho fundamental. Abundantes pruebas
procedentes de la psicología y de la biología reproductiva, gran parte de ellas
obtenidas desde la década de 1960, han revelado que las relaciones sexuales
tienen otro propósito adicional. Las hembras humanas tienen los genitales
externos ocultos y así no anuncian el estro, con lo que difieren de otras
especies de primates. Tanto hombres como mujeres, cuando están unidos, insisten
en las relaciones sexuales continuas y frecuentes. La práctica es adaptativa
desde el punto de vista genético: asegura que la mujer y su hijo tengan la ayuda del padre. Para la mujer, el
compromiso que aseguran las relaciones sexuales placenteras es importante,
incluso vital en muchas circunstancias. Los niños humanos, para adquirir un
cerebro organizado y grande y una inteligencia elevada, han de pasar por un período insólitamente largo
de desamparo durante su desarrollo. La madre no puede contar con el mismo nivel
de respaldo procedente de la comunidad, incluso en sociedades de
cazadores-recolectores fuertemente cohesionadas, que el que obtiene de una
pareja con la que está vinculada sexual y emocionalmente.
Un segundo
ejemplo de ética dogmática envilecida por falta de conocimiento es la
homofobia. El razonamiento de base es en gran parte el mismo de la oposición a
la contracepción artificial: el sexo que no está dirigido a la reproducción ha
de ser una aberración y un pecado. Pero hay abundantes pruebas que indican lo
contrario. La homosexualidad comprometida, de la que la preferencia aparece en
la infancia, es heredable. Esto significa que el rasgo no siempre está fijado,
pero parte de la mayor probabilidad de que una persona se desarrolle para
devenir homosexual está prescrita por genes que difieren de los que conducen a
la heterosexualidad. Además, se ha visto que la homosexualidad influida por la
herencia existe en poblaciones de todo el mundo con demasiada frecuencia para
ser debida únicamente a mutaciones. Los genetistas de poblaciones emplean una
regla empírica para explicar la abundancia a este nivel: si un rasgo no puede
deberse únicamente a mutaciones aleatorias, y aun así reduce o elimina la
reproducción en los que lo presentan, entonces dicho rasgo ha de ser favorecido
por la selección natural que opera sobre un objetivo de algún otro tipo. Por
ejemplo, una dosis baja de genes que tienden a la homosexualidad puede conferir
ventajas competitivas a un heterosexual practicante. O bien la homosexualidad
puede conferir ventajas al grupo mediante talentos especiales, cualidades de
personalidad insólitas y los papeles y profesiones especializados que genera.
Existen abundantes pruebas de que tal es el caso, tanto en sociedades
prealfabetizadas como en las modernas.
Sea como
sea, las sociedades se equivocan al censurar la sexualidad porque los gays
tienen preferencias sexuales diferentes y se reproducen menos. Por el
contrario, su presencia debiera valorarse por aquello que aportan de forma
constructiva a la diversidad humana. Una sociedad que condena la homosexualidad
se daña a sí misma.
Hay un
principio que aprender cuando se estudian los orígenes biológicos del
comportamiento moral. Y es que fuera de los preceptos éticos más claros, como
la condena de la esclavitud, el maltrato infantil y el genocidio, a los que
todos estaremos de acuerdo en que hay que oponerse en todas partes y sin
excepción, hay un amplio ámbito gris por el que es intrínsecamente difícil
moverse. La declaración de preceptos y juicios éticos que se hace a partir de
ellos requiere saber muy bien por qué nos preocupa el asunto, de una u otra
manera, y ello incluye la historia biológica de las emociones implicadas. Esta
investigación todavía no se ha hecho. En realidad, apenas se ha imaginado
siquiera.
Con un
mayor conocimiento de nosotros mismos, ¿cómo nos sentiremos con respecto a la
moralidad y al honor? No me cabe ninguna duda de que en muchos casos, quizá en
la gran mayoría, los preceptos que hoy en día comparten la mayoría de las
sociedades resistirán la prueba del realismo basado en la biología. Otros, como la prohibición de la
concepción artificial, la condena de la orientación homosexual y los
matrimonios obligados de muchachas adolescentes, no la resistirán. Sea cual sea
el resultado, parece claro que la filosofía ética se beneficiará de una
reconstrucción de sus preceptos sobre la base tanto de la ciencia como de la
cultura. Si esta mayor comprensión equivale al “relativismo moral” que con
tanto fervor desprecian los doctrinalmente virtuosos, que así sea... (LA
CONQUISTA SOCIAL DE LA TIERRA, Edward O. Wilson, Págs. 294-296)
Al
igual que en el caso anterior, creo que cabe enfatizar específicamente en las
siguientes frases:
-
La necesidad de una “comprensión naturalista de la moralidad”
-
No basar la moralidad “ciegamente en dogmas religiosos e ideológicos”
-
La necesidad de un hogar estable y equilibrado
debido a que “Los niños humanos, para adquirir
un cerebro organizado y grande y una inteligencia elevada, han de pasar por un período insólitamente
largo de desamparo durante su desarrollo.”
-
La homofobia es una “ética dogmática envilecida por falta de conocimiento”
-
“...parte de la
mayor probabilidad de que una persona se desarrolle para devenir homosexual está
prescrita por genes que difieren de los que conducen a la
heterosexualidad...” (Subrayado mío).
-
“...la
homosexualidad puede conferir ventajas al grupo mediante talentos especiales,
cualidades de personalidad insólitas y los papeles y profesiones especializados
que genera. Existen abundantes pruebas de que tal es el caso, tanto en
sociedades prealfabetizadas como en las modernas.”
-
“...las
sociedades se equivocan al censurar la sexualidad porque los gays tienen
preferencias sexuales diferentes y se reproducen menos. Por el contrario, su
presencia debiera valorarse por aquello que aportan de forma constructiva a la
diversidad humana. Una sociedad que condena la homosexualidad se daña a sí
misma.” (Subrayado mío)
- “...la prohibición de la concepción artificial, (y de
la contracepción artificial), la condena de la orientación homosexual y los
matrimonios obligados de muchachas adolescentes...” no resistirán las
pruebas del realismo basado en la biología.
-
“...parece claro
que la filosofía ética se beneficiará de una reconstrucción de sus preceptos
sobre la base tanto de la ciencia como de la cultura...”
- “Si esta mayor comprensión equivale al “relativismo
moral” que con tanto fervor desprecian los doctrinalmente virtuosos, que
así sea...” (Subrayado mío). Los
“doctrinalmente virtuosos” son los gazmoños.
2. LAS INSTITUCIONES Y PERSONAS QUE ANUNCIAN EL FIN DEL MUNDO POR EL
MATRIMONIO IGUALITARIO. ¿Quiénes son y, Por qué les preocupa el asunto?
Personalmente
me llama mucho la atención y me provoca repudio la actitud de jerarcas
religiosos, curas párrocos o de garaje arrendado y “fieles” seguidores de los
anteriores, que se “rasgan las vestiduras” ante la homosexualidad y la
resolución de la Corte Constitucional. Anatemizan a la homosexualidad con
varios calificativos, entre otros, el de “pecado nefando”, “repudiable inmoralidad”,
“comportamiento anti-natural”, y otros, cada cual más terrorífico y falso que
el anterior.
Vamos
a ver. ¿Por qué me llaman la atención y me provocan repudio esos
comportamientos? Primero, referido a los jerarcas religiosos, curas párrocos o de garaje
arrendado, en estos mismos momentos y en todo el mundo son acusados de
violaciones a sus mismos compañeros de seminario, y a niños y niñas atraídas a
sus iglesias con engañosas ofertas de cursos de catecismo o coros parroquiales.
Incluso los más altos jerarcas, cardenales, han sido condenados por cometer
estos delitos. Con la demostración del cometimiento de, esos sí, delitos
antinaturales y nefandos, ¿de dónde sacan “cara” y tiempo para condenar a los
demás? Tienen una viga de tamaño kilométrico en sus ojos y se escandalizan por
una brizna de polvo –además imaginada-
en el ojo de los demás.
Pero
el comportamiento y la opinión de estos personajes me preocupa menos puesto que
todas las religiones y las iglesias ya tuvieron miles de años de oportunidad
para cumplir con su obligación, han fracasado estruendosa y vergonzosamente en
su supuesta misión de rectores y guías de la humanidad, están en franca
retirada y próxima desaparición y su influencia en la sociedad es poco menos
que nula. Jamás han influido en la sociedad más que para mover a la población ignorante
y fanatizada a masacrar a los que piensan diferente. No puedo olvidar que el ex-Presidente
de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, ante una pregunta referida al comportamiento
de un delincuente, alto funcionario del régimen anterior y hoy felizmente
reducido a prisión, le santificaba con esta frases: “es un buen católico de
misa frecuente”. ¿Acaso esa frase no pone en evidencia la gazmoñería del que la
pronunció?
Segundo,
y más importante que los anteriores puesto que constituyen una enorme mayoría
de la población y tienen un gran impacto en la sociedad, los “fieles” de aquellos,
a los que se suman los que se auto proclaman laicos, agnósticos y ateos; y que,
curiosamente, han olvidado sus diferencias, han cerrado filas contra la
resolución, han roto lanzas contra los homosexuales y están dispuestos a volver
a sumirlos en el oprobio social y la clandestinidad.
Debemos
“saber muy bien por qué nos preocupa el asunto”. ¿Cuál es la amenaza que,
supuestamente, pende sobre la familia y la sociedad, y el peligro apocalíptico
que anuncian si la resolución se institucionaliza finalmente?
Sostienen
que significaría el fin de la familia y, por ende, la destrucción de la
sociedad. Es increíble el enorme poder que suponen y adjudican a los
homosexuales: ¡Ellos lograrían lo que no lo ha conseguido la inclemente
explotación laboral de padres, esposas e hijos por parte de las clases dominantes
a lo largo de la historia, que lanza a las calles en busca de un mísero
mendrugo de pan a todos los miembros de la familia, incluso a los niños apenas
destetados, desde la madrugada hasta el ocaso! Tampoco lo ha logrado el
consumismo criminal que obliga a prostituirse a niños, niñas y adolescentes
para conseguir aquel mísero mendrugo de pan para llevar a casa. ¿Acaso estas realidades no significan la
destrucción de la familia? Viviendas insalubres, hacinadas y promiscuidad, a
las que condena a la gran mayoría de la población mundial el desempleo y los
salarios de miseria. La desestructuración de la familia se produce por esas y
similares causas.
Pretendiendo
negar las realidades anteriores, los jerarcas religiosos y los seglares homofóbicos
afirman que la familia y la sociedad quedarían destruidos, no por aquellas realidades
milenarias, sino porque cuatro (o cuatrocientos) homosexuales contraigan
matrimonio. ¡Eso es gazmoñería pura y dura!
Y
para colmo, ¿Acaso no es evidente que lo que realmente SÍ HA DESTRUIDO A LA
FAMILIA Y, POR ENDE A LA SOCIEDAD es el multitudinario y vergonzoso fracaso de los
sacrosantos matrimonios heterosexuales que se celebran ante el Registro Civil,
luego son santificados por la Iglesia Católica Apostólica y Romana (o por
cualquier otra), de inmediato son súper confirmados mediante pantagruélicas y
etílicas celebraciones, a continuación por “románticas lunas de miel” y, al
cabo de muy pocos años terminan en infidelidades, adulterios, agresiones físicas
y verbales entre los ex-románticos esposos y culminan en divorcios, con el
consiguiente abandono o destrucción de la vida de centenares de miles o
millones de niños? ¡Venga! ¡Dejemos la gazmoñería! Que esos sacrosantos
matrimonios heterosexuales, que “no son anti-naturales” y cumplen estrictamente
(en su celebración) con las leyes de la “Santa Madre” Iglesia duran tanto o
menos que un objeto fabricado en la China.
¿Cuál
es el promedio de duración de un matrimonio de esa clase en el Ecuador y en el
mundo? ¿Cuántos niños y adolescentes viven en familia con sus dos padres biológicos,
y no con alguna prótesis ocasional y transitoria de padre o madre? Hace algunos
años una chica de colegio cercana a mi familia me soltó de manera insólita y
abrupta esta frase, refiriéndose a mi familia: “ustedes son raros, en todos
los años que he pasado en mi escuela y colegio ninguno de mis
compañeros vivía con su papá y mamá, todos o habían cambiado de mamá o
de papa”. Y esta niña había sido alumna, primero de un colegio religioso y
luego de uno privado.
Esos
niños abandonados, en los primeros años de la separación son usados como objetos
arrojadizos o instrumentos de la discordia, abrumados de regalos inútiles y
despojados de la guía disciplinar de los padres para demostrarles que “yo soy
bueno, el otro es malo, no puede darte nada y se enoja porque no estudias”.
Esos niños abandonados reúnen todas las condiciones y determinaciones para
fracasar en la escuela, el colegio, la universidad y obviamente, en la vida.
¿Acaso no es esta la razón de la destrucción de la familia y, por ende, de la
sociedad?
Supuestamente
Napoleón decía que “la educación de un
niño empieza veinte años antes de nacer”. ¿Qué calidad de educación y formación
intelectual recibirá un niño que desde que tiene uso de razón el espectáculo
que con más frecuencia ha presenciado es el de las disputas físicas y verbales
entre sus padres? ¿Qué autoridad tendrán estos para guiarle o exigirle determinado
comportamiento supuestamente correcto? Sólo serán palabras vacuas en las que su
mismo padre o madre no creen y nunca practican. Conozco un caso en el que dos
niños en toda su infancia con frecuencia se encerraban en su cuarto llorando a
mares porque escuchaban las disputas, insultos y agresiones entre sus padres,
tan graves que tenía que intervenir la policía y obligar al padre a abandonar
la casa. Su madre buscó en drogas y barbitúricos el consuelo y... ¡ahora viven
con ella! ¡porque eso es lo que dispone la ley! Esos dos niños, actualmente
adolescentes, son un perfecto monumento a la abulia; sus estudios, su vida y su
futuro les importa mucho menos que un bledo. A las puertas de ingresar o no a
la universidad, su respuesta a cualquier pregunta, incluida la referente a lo
que aspiran realizar en la vida es, invariablemente, encogerse de hombros y
decir “me da igual”. ¿Qué educación y formación intelectual darán a sus hijos
que, con seguridad engendrarán más pronto que tarde? ¡Por favor! Dejémonos de
gazmoñerías, que ESTO SÍ ES DESTRUIR LA FAMILIA Y LA SOCIEDAD.
El
Ecuador ha sufrido en los doce últimos años por el resultado de esos
matrimonios “sacrosantos y naturales, bendecidos por Dios y por su Iglesia” de
personajes de las más altas esferas. Si el padre de un Presidente era
traficante de drogas, y el padre del Vicepresidente violador de niños, ¿qué educación
y formación intelectual podían transmitir a sus hijos? Obviamente no era de
extrañar que esos dos niños, al alcanzar las máximas magistraturas tenían que
destruir la familia y toda la sociedad ecuatoriana, y no tardaron en hacerlo.
¿Qué
familias y qué sociedad formarán los colegiales y universitarios que desde las
diez de la mañana del lunes hasta la madrugada del domingo abarrotan aceras,
calles, bares, picanterías y chinganas de las ciudades del Ecuador para (en el
mejor de los casos) alcoholizarse? Una buena cantidad de las mujeres quedarán
embarazadas, abortarán clandestinamente o traerán al mundo a sus hijos
condenados a la miseria desde antes de nacer. Otros contraerán matrimonios
heterosexuales civiles y eclesiásticos “como Dios manda” y repetirán el fracaso
de sus padres relatado anteriormente.
¿Acaso
en todo el mundo, supuestamente desde la revolución neolítica, no existen los
prostíbulos, a donde acuden (obviamente sin que se entere el cónyuge) los
“santos maridos y esposas” insatisfechas o casquivanas a satisfacer sus bajos
instintos o sus decepciones y frustraciones? La prostitución es una de las múltiples
paradojas del sistema capitalista, que reprime, castiga y encarcela a las
personas que ofertan el servicio mientras permanente y demencialmente estimula
la demanda, utilizando para ello todos sus medios de comunicación masiva, los
instrumentos de distracción y entretenimiento de sus niños y jóvenes e, incluso,
¡su sistema educativo!
Todo
lo relatado y demostrado, ¿tendrá menos poder de destrucción de la familia y de
la sociedad que el matrimonio de cuatro (o cuatrocientos) homosexuales? Venga,
por favor: ¡DEJÉMONOS DE GAZMOÑERÍA!
LMG/2019-06-17