MANIFIESTO PARA ELEVAR LA CALIDAD DE LA PROFESIÓN MÉDICA.
LA ATENCIÓN DE LA SALUD EN EL ECUADOR Y EN EL MUNDO ES PRECARIA, REPUDIABLE Y, EN ALGUNOS CASOS, HASTA CRIMINAL
Leonardo Miño Garcés[1]
ADVERTENCIA PREVIA:
El presente artículo, si bien fue motivado por experiencias personales, puesto que estas no interesan a nadie ni tienen trascendencia más que para la persona que las vive, obviamente no motivaron su escritura, sino la necesidad de investigar el contexto nacional e internacional para conocer si aquellas vivencias eran muy personales y coyunturales o formaban parte de una realidad trascendente.
Infortunadamente verifiqué lo último, lo que me obligó a escribir el artículo.
El objetivo de ninguna manera es destacar lo negativo sino llamar la atención de aquellos -actores y pacientes- que han alcanzado la suficiente madurez en su vida como para superar la actitud de simples seres vivientes y han asumido la responsabilidad de contribuir a mejorar la sociedad. Es un deber irrenunciable y de extrema responsabilidad conocer las deficiencias de la sociedad y de la naturaleza, verificarlas como reales y contribuir a superarlas; habida cuenta que hay mucho sufrimiento que se puede evitar.
CONTENIDO:
Las dos primeras realidades enunciadas a continuación no son responsabilidad de los médicos sino de los gobiernos y de los administradores de los hospitales, pero los médicos deberían denunciarlas para no convertirse en cómplices.
- El sistema de atención pública a la salud, tanto estatal como del IESS es altamente deficiente. Conseguir una cita, exámenes radiológicos y similares y una cama es un calvario terrorífico que toma meses. Acabo de enterarme que en México es igual: a un paciente diagnosticado con cáncer de esófago, ¡le prometen atenderlo dentro de seis meses!
- Una vez pasado el calvario de conseguir una cama, para ingresar al hospital hay que llevar las sábanas, cobijas y hasta el papel higiénico, incluso en los hospitales del IESS. Y hay que tener a un pariente o amigo durmiendo en la vereda del hospital, porque en cualquier momento le piden que corra a comprar las medicinas.
- El primer contacto con el médico es la consulta oral o interrogatorio denominado ANAMNESIS. Debe ser una anamnesis directa al paciente e indirecta a los familiares, la cual casi nunca se realiza. El interrogatorio inicial concluye con un pedido de exámenes de laboratorio, eléctricos o electromagnéticos o acústicos. En la segunda consulta, ya con los resultados de los exámenes, los médicos miran superficialmente las imágenes y leen en vertical los resultados de aquellos, sin buscar la relación entre ellos. No estudian el PROCESO de evolución de la salud, sino solamente los datos del momento. No estudian una larga serie de datos en el tiempo ni hacen un estudio de tendencia con gráficos estadísticos (ni siquiera manejan el Excel) sino que “diagnostican” con un solo dato, sujeto a las circunstancias del momento en que fue obtenido. Por ejemplo, toman la presión arterial al momento de la consulta -que puede ser semestral- y, con ese dato, “diagnostican” hipertensión y obligan al paciente a engullir pastillas el resto de su vida, sin siquiera sospechar que aquel llegó al consultorio luego de una hora de viaje por las terroríficas calles y carreteras de Quito, presenció tres accidentes y casi tiene uno más, por lo cual su tensión está por hacer estallar el aparato.
- No tienen la más mínima empatía con los pacientes ni, peor, SOLIDARIDAD. Los mecánicos automotrices tenían más empatía conmigo y con mi coche. Su interrogatorio, para elaborar la ficha médica, es peor que interrogatorio policial, preguntan sin ningún interés por las respuestas, anotan mecánicamente, no interrelacionan las respuestas y, finalmente, desconcertados y patidifusos ante el problema, envían al paciente a varios “especialistas” más (lo que demuestra que ignoran el enfoque Holístico: “el organismo constituye una totalidad integrada -es un sistema- no equivalente a la suma de sus partes”), con sus correspondientes aparatos electrónicos y, así, le tienen al pobre paciente “de Herodes a Pilatos” en angustiosa peregrinación y soltando billetes como loco manirroto.
Además de que están limitados a un muy precario y fragmentado conocimiento de su propia especialidad, tienen un bajísimo o nulo conocimiento del SISTEMA organismo humano, del cual la mayoría no conoce ni su existencia.
Un médico, luego de confesar que apenas sabe algo, remitió al paciente a otro especialista, pero advirtiendo que luego de consultar a decenas de especialistas hay que ir cargando las toneladas de informes, radiografías, ecosonografías, resonancias magnéticas, etc., a un “internista”, porque ese es el que debe unir todo. En la producción científica no ocurren estos errores puesto que la especialización solamente es funcional y necesaria a la hora de la investigación, pero la práctica la ejerce el científico que conoce el sistema en su integralidad. Esto queda ratificado con la historia de Max Born, Premio Nobel de Física en 1954: “Born había seguido durante toda su vida un consejo que le dio su padre cuando joven: nunca te especialices.” El conocimiento fragmentario de la realidad es casi tan nocivo como su desconocimiento total.
“Si le pides a tu doctor que te haga estos análisis, no te sorprendas si te ignora con una sonrisa de sabelotodo o incluso con una mirada de desdén. Como dicen: Un experto es alguien que no quiere escuchar nada nuevo en su campo de especialidad”[2]
- “Antes de intentar curar a un paciente
hay que preguntarle si está dispuesto
a cambiar los hábitos que le han llevado
a la consulta”
HIPÓCRATES.
A pesar de haber realizado solemnemente el juramento hipocrático como requisito para recibir su título, los médicos jamás averiguan información fundamental para la salud, tal como los hábitos de vida; la costumbre de alimentación del paciente: qué come, a qué hora, en qué cantidad, en qué orden: carbohidratos, fibra, proteínas, grasas, almidones, etc. ¿Cuántos minutos de sol recibe al día? ¿Cuántos minutos de ejercicio practica al día? ¿Permanece sentado más de una hora en sus actividades diarias? ¿En dónde vive? (no sólo para enviarle la factura, sino para saber si es un sector con características ambientales insalubres), etc. La mayoría de enfermedades se producen por defectos en esos aspectos esenciales para la vida, pero los médicos jamás se preocupan por ellos. Una de las consecuencias es que incluso los especialistas en Diabetes ignoran que la Diabetes Tipo 2 -cuando no es provocada por los hábitos de la madre durante el embarazo- lo es por hábitos de vida nocivos y, por lo tanto, es reversible[3]; y se limitan a recetar inyecciones de insulina o pastillas de por vida.
¿Será porque no les interesa o no han sido entrenados para llegar a la causa de las enfermedades y consideran que su responsabilidad se reduce a conocer únicamente las consecuencias, los síntomas, y buscar la correspondencia entre estos y los fármacos de moda? Yo, un simple albañil de Chimbacalle estoy suscrito a tres revistas de investigación científica biológica. Los médicos ¿se actualizan diaria, mensual u ocasionalmente? Dios averigüe y el diablo castigue.
La realidad investigada para la redacción de este artículo demuestra que los médicos deberían pasar cada cinco años por un examen para verificar la actualización de sus conocimientos.
Una autoridad mundial en la investigación del Alzheimer escribe lo siguiente:
“...Una pareja me escribió un correo diciendo que le habían entregado una copia de mi libro a su médico, quien puso mala cara y dijo secamente: ¨Los doctores no tenemos tiempo para leer¨...”[4]
Una persona que “no tiene tiempo para leer” es una rémora para la sociedad; pero un profesional de cuyo conocimiento depende la salud y la vida de miles de personas, si no tiene tiempo para leer es un cuasi asesino.
- Ignoran que los antecedentes familiares son susceptibilidades o predisposiciones y no DETERMINANTES de una enfermedad. Si un familiar tuvo una enfermedad no significa que uno esté condenado a tenerla. Ni siquiera saben diferenciar entre susceptibilidad, predisposición, condicionante y determinante.
“Todos los seres humanos nacemos con variaciones genéticas -polimorfismos- que nos predisponen a enfermar, pero no nos condenan. En este sentido, la única variable de la ecuación sobre la que se puede actuar son los hábitos de vida, que determinarán el microambiente celular y, por ende, la expresión o silenciamiento de esos genes dañados.”[5]
- Cobran cantidades exageradas por consulta y, si el paciente desea pagar con tarjeta de crédito, le suben hasta 50 dólares el precio de la consulta, así que hay que andar como “el hombre del maletín” con una mochila repleta de billetes.
- Tienen pánico de ejercer una de la primeras y principales cualidades que nos define como seres humanos: el lenguaje, la comunicación, el diálogo. Tienen miedo de que la gente les pregunte algo. Lean esta barbaridad confesada por un médico de fama mundial:
“Cuando uno estudia medicina, los demás presuponen, injustamente, que es un experto en cualquier achaque, alguien a quien consultar gratis...” [6]
¿Le molestan las preguntas o que no le paguen por las respuestas?
Se queja por una situación obvia y universal: al Filósofo se le pregunta por cosas trascendentes, al Mecánico por los problemas del auto, al Arquitecto por los de la vivienda o de la construcción o de la ciudad, al Cura por los pecados, etc.
“Un día estaba tan harto de las interminables quejas de una pariente... (que la agredí). Funcionó de maravilla: jamás volvió a molestarme. Las preguntas. Sin embargo, no cesaron” (IbÍdem).
Pero, más adelante, el enojado médico reconoce que las preguntas de la gente le impulsaron a estudiar y hacerse famoso:
“No he conseguido eludir las preguntas de la sociedad, y por eso mi cerebro se ha visto constantemente estimulado a reflexionar sobre aspectos siempre distintos de nuestra mente, aunque estuviesen al margen de mi línea de investigación, y sobre cómo explicar las respuestas en términos que resultasen inteligibles al gran público...” OP.Cit. Pág. 35.
Es preocupante y repudiable verificar que este es un problema mundial. En efecto, en otro contexto cultural, social e ideológico -en el Pakistán-, encontramos la misma actitud de los médicos:
“Eran aproximadamente las cinco y media de la mañana cuando salieron los cirujanos. Entre otras cosas, le dijeron a mi padre que habían seccionado un trozo del cráneo y me lo habían puesto en el abdomen. En nuestra cultura los médicos no explican las cosas a los pacientes ni a los familiares, pero mi padre les dijo humildemente: Si no les importa, tengo una pregunta estúpida: ¿creen que vivirá?” [7](subrayado mío)
¡O sea que el pobre padre de la niña, muerto del miedo, apenas pudo reunir fuerzas para preguntar a los médicos si su hija viviría!
Aquí se relata otra barbaridad:
O sea que, los médicos se comportaron como autómatas, “diagnosticaron mecánicamente” al atender a la paciente; pensaron: “esta vieja está loca y dice tonterías, vamos a ponerla en la silla eléctrica”; y la hija y la nieta de la paciente pensaron (textualmente): “quiénes éramos nosotras para cuestionar a los doctores?... Nosotras no cuestionamos a los médicos”. El resultado: la paciente fue sometida a electrochoque, falleció y en la autopsia se demostró que los médicos procedieron de manera irresponsable. ¡Un crimen! [1]
Menos mal que un médico advierte a sus colegas la importancia del diálogo:
“Tener información certera te hace estimar el riesgo de manera correcta... es por esto que un profesional de la salud debe invertir tiempo en explicar a los pacientes todos los mecanismos de acción posibles para evitar los malos hábitos. De este modo se facilita que puedan tomar la decisión adecuada sobre el manejo de su salud.” (Guzmán García. Op.Cit. Pág 74)
Es tan grave el pánico que tienen los médicos a las preguntas y a la conversación que, incluso, cuando escuchan algún problema de salud tratan de pasar desapercibidos. En una ocasión una señora de 75 años relataba que había tenido un fuerte dolor en el pecho, como un ataque cardíaco, y su hija contó que le había urgido que tosa, que tosa con fuerza, lo que obviamente implicaba reclamar a los pulmones y al corazón que hagan mayor esfuerzo del que, obviamente, estaban ya incapacitados de realizar. Pues dos médicos presentes en la conversación, directores de una unidad de emergencia -los dos- en un hospital español, permanecieron en silencio ante el relato de una emergencia médica con riesgo de muerte, ¡no recomendaron lo que se debía hacer! ¡prefirieron mantenerse en el anonimato! ¿Será que si llegan a toparse con una persona que se desploma en la calle víctima de un ataque cardíaco, los médicos optan por escurrir el bulto y correr a esconderse tras un poste, mientras los transeúntes se desesperan tratando de ayudar?
A este respecto acude en defensa de los médicos la escritora Isabel Allende en su novela LARGO PÉTALO DE MAR, en la que un médico prisionero en un campo de concentración de la dictadura criminal de los militares chilenos salva la vida al jefe de sus torturadores al verle caer víctima de un ataque cardíaco y practicarle la reanimación.
Los médicos debería hacer conciencia en que una de la principales necesidades del paciente es ser escuchado, comprendido, animado y tranquilizado, no solamente recibir una receta del fármaco de mayor uso y la factura a pagar.
Esa actitud espantosa de tener pánico a la conversación con el paciente contrasta con aquella compartida sincera y honestamente por el Químico y Médico, Director del Proyecto Genoma Humano, Francis S. Collins, que confiesa que fue ateo o escéptico durante toda su vida previa a sus prácticas como estudiante de medicina, en las cuales la conversación con sus pacientes le hizo dudar de su ateísmo o escepticismo, al punto que tuvo la valentía de poner en cuestión sus convicciones, investigó profundamente científica y filosóficamente y se convirtió en cristiano.[2]
- Están acostumbrados a que el paciente se limite humildemente -obviamente luego de pagar la factura- a decirles “Dios le pague doctorcito”, y no opine nada. Por ello, cuando se les coge en falta, sea en sus opiniones, diagnósticos o tratamientos, muy cómodamente, tratan de justificarse diciendo: “la Medicina no es una ciencia exacta”. Ante lo cual me he visto obligado a darles una lección: vea doctor, la Medicina no es ninguna ciencia, las únicas ciencias que -hasta el momento- ha construido el ser humano son la Física, la Química y la Biología. La Medicina no pasa de ser una técnica que -en el mejor de los casos- lo único que hace es utilizar los conocimientos producidos por esas ciencias o, generalmente, relacionar los síntomas con los fármacos que acaba de sugerirle el visitador a médicos (y que le proporciona ganancias adicionales mientras más los recete).
Entre las muchísimas demostraciones de que la Medicina no es una ciencia, les invito a leer la siguiente transcripción, advirtiéndoles que -si son muy susceptibles, sensibles y vulnerables- se abstengan de hacerlo:
“No hay contexto en el que seguir reglas sin sentido sea más dañino que cuando se trata de nuestra salud. Pensemos en el cáncer. Se envía una biopsia al laboratorio. Las células cancerosas no llegan con una etiqueta que diga ¨soy una célula cancerosa¨. Alguien debe examinar las células en el portaobjetos y decidir si son cancerosas o no. Hay algunas células para las que la patología es clara. Sin embargo, en situaciones ambiguas, un citólogo puede ver una célula como cancerosa, mientras que otro citólogo puede verla de manera diferente. Esta ambigüedad casi nunca se comunica, por lo que una persona puede llegar a la conclusión de que su diagnóstico es obvio, cuando en realidad depende en gran medida del juicio humano. En la práctica, esto significa que a alguien se le puede decir que tiene cáncer y a alguien con un conjunto prácticamente idéntico de criterios de diagnóstico se le puede decir que no tiene cáncer. El diagnóstico de cáncer desencadena una cascada de respuestas, algunas de las cuales pueden tener efectos negativos. Aunque no es algo que podamos saber con certeza, a menudo me ha preguntado cuántas muertes por cáncer son el resultado de pacientes que se dan por vencidos debido al compromiso cognitivo prematuro (mentalidad): ¨el cáncer es un asesino¨, más que como consecuencia necesaria de la enfermedad. De todos modos sabemos que los diagnósticos varían según los hospitales, los estados y los países. En unos casos, uno puede caer en una categoría más severa que en otros....
... El resultado de muchos diagnósticos de trastornos puede convertirse en profecías auto cumplidas. El diagnóstico crea la enfermedad...”[3]
Primero, es importante saber que el libro del que he extraído la cita fue escrito apenas el año pasado, 2023, no fue escrito hace 250 años, cuando el diagnóstico de las enfermedades no se hacía como ahora, en laboratorios y con microscopios electrónicos, e incluso se dispone de refracción de rayos X con la cual se puede saber objetivamente incluso su composición atómica. La calificación de que un tumor es cancerígeno no se basa en el análisis molecular del tumor, sino simple y exclusivamente en su morfología: si parece una estrellita, mala suerte, si es redondito, felicitaciones.
Ahora vengo a enterarme que el diagnóstico del cáncer es un asunto absolutamente subjetivo, depende del buen ojo del citólogo!!! ¡No puede ser!
Así que cuando recibamos un diagnóstico, especialmente si es de una enfermedad terminal, lo primero que hay que hacer es preguntarnos: ¿Será? ¿Habrá dormido bien el citólogo? ¿No se habrá peleado con su esposa, hijos, vecinos y no habrá tenido ninguna trifulca en el viaje desde su casa al laboratorio? ¿Habrá pasado con óptimos indicadores el examen de la vista, máximo hace quince días? ¡No puede ser!
Queda por demás demostrado que la Medicina dista muchísimo de ser una ciencia.
- Desde hace años he leído demasiadas noticias y he escuchado denuncias concretas de médicos que han sido “premiados” con viajes alrededor del mundo, a congresos “científicos” o han recibido de regalo coches de gran marca por ser los que más recetan determinado producto farmacéutico. La industria farmacéutica soborna a estos fulanos para que atiborren a los pacientes con sus basuras. Incluso un “médico pediatra” ha presumido ante sus colegas que no hay nadie en el mundo que recete más que él, y que “se conoce todo el mundo con gastos pagados (y, como cantaba Piero: “con romance incluido”). ¡O sea que este canalla hizo fortuna usando a los niños como recipientes de basura!
- Cuando se les pregunta la causa de una enfermedad, para eliminarla y curarse, dicen que “no hay una causa específica” y que “tome no más la medicina” para combatir los síntomas. No saben que ningún fenómeno, ni natural ni social tiene “una causa específica”, todos tienen una RED DE CAUSALIDAD muy compleja y cuyos componentes son muy diversos. De manera que solamente atacando y eliminando las causas se curan las enfermedades. Como no conocen las causas están limitados a atenuar o mitigar los síntomas, para lo que hay que esclavizarse de por vida a engullir pastillas, lo que es una causa de otras enfermedades.
El Profesor de Harvard Daniel Lieberman denomina “mismatch diseases” (enfermedades no compatibles), a aquellas producidas por nuestros modernos modos de vida indolentes y demasiado indulgentes,
“De hecho, como anota Lieberman, la atención médica en realidad está empeorando las cosas al tratar los síntomas de las ¨mismatch diseases¨ con tanta eficacia que, sin darnos cuenta, perpetuamos las causas”.[4]
- Cuando un médico se equivoca y, en lugar de aliviar o curar, PROVOCA enfermedad y sufrimiento -esto se denomina IATROGENIA[5]-, los otros médicos, tanto los que participaron en el procedimiento como los que lo conocen, guardan silencio, se muerden la lengua, tal vez pensando “hoy por ti mañana por mí”, convirtiéndose en cómplices del hecho. Lo correcto, ético y decente es no defender al médico sino a la Profesión Médica, contribuir a corregir y paliar el SUFRIMIENTO PROVOCADO y evitar que vuelva a ocurrir castigando al médico ineficiente. El que no reconoce y hasta presume de sus errores los convierte en costumbre.
· Y ahora es mi deber y responsabilidad denunciar una práctica perversa y criminal: las investigaciones biológicas han demostrado científicamente que los tratamientos hormonales pueden provocar cáncer; específicamente los tratamientos para combatir la infertilidad en las mujeres pueden producirles cáncer de mama. Basta que exista una mínima posibilidad de uno en mil millones de casos para que el tratamiento no deba realizarse. Pero la posibilidad es muchísimo más alta, así que las legislaciones de los países, los códigos médicos de conducta y la responsabilidad y moralidad mínima de los médicos individualmente deberían PROHIBIR DE MANERA TERMINANTE esos tratamientos.
La práctica de estos tratamientos viola el Juramento Hipocrático en los puntos en que proclama:
“No realizaré experimentos que entrañen sufrimiento, riesgo,o que sean innecesarios o atenten contra la dignidad humana”
“No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia...”
¿Cuál es el argumento para practicar esos tratamientos? Que la paciente “desea fervientemente tener hijos”. Pero existe la posibilidad de que los tenga y los abandone en la orfandad si contrae cáncer de mama y muere por el. Basta esta posibilidad para disuadir y negar el tratamiento. Y, ¿cuáles son los argumentos en contra? Primero, existen millones de niños huérfanos tirados por el mundo, uno de ellos puede ser adoptado por la madre en cuestión; segundo, la población mundial ya excede las posibilidades del planeta para sustentar su vida. Así que el único argumento a favor del procedimiento, ¿sería que los médicos encargados o especializados en este tipo de tratamientos obtienen pingües ganancias por ellos?
· Cuando ocurre una enfermedad terminal, los buenos médicos ya saben cuándo todo tratamiento o intervención no solamente es inútil sino que, peor, contribuye a agudizar los sufrimientos del paciente[6], en algunos casos por años, lo cual es una perversidad. Pero lo que ocurre siempre es que los médicos, creyendo que disminuyen el sufrimiento, ofrecen esperanzas falsas, como la frase “todos los días se están descubriendo nuevos fármacos y tratamientos, hay que tener esperanza”, etc. Y, de esta manera, tienen al paciente y a toda su familia en un sufrimiento espantoso, además de obligarlos a buscar dinero endeudándose o suplicando caridad para comprar las medicinas y pagar por los tratamientos inútiles. O sea que, a sabiendas y con plena conciencia, los médicos están engañando a los pacientes y prolongando su calvario, lo cual es una de las peores maldades y perversidades que pueden cometerse.
Lo correcto -e incluso misericordioso- es decir la pura verdad descarnada y ofrecer una pastilla o cápsula que termine el sufrimiento en pocos minutos y sin que el paciente sienta nada. Ya existen estas pastillas, si quieren les puedo dar algunos nombres. Y la sociedad debería poner esas pastillas al alcance de los pacientes que se encuentran en esta situación. Pero sociedad, Estado, iglesias y médicos adolecen de un terrible defecto: son gazmoños.
En estos días, en el Ecuador, una señora de edad que padece la terrible enfermedad ELA, en estado terminal, ha “elevado” una petición a la Corte Constitucional para que le “den permiso” de someterse a la eutanasia y acabar con su sufrimiento. Ya lleva esperando meses y los jueces tienen a la pobre señora sufriendo lo indecible porque “están pensando qué será de hacer”. ¡Pura perversidad provocada por la gazmoñería!
Si bien es cierto que, infortunadamente, los seres humanos no estamos capacitados para dar o negar el permiso para venir a este espantoso mundo, sí lo estamos para no necesitar la venia de nadie para marcharnos de él; en el momento en que nos hartemos y se nos acabe la paciencia podemos irnos, con enfermedad o sin ella. No necesitamos permiso de nadie, y peor del Estado o de las iglesias. “Vida: no te debo nada; Estado y humanos en general: no les debo nada; Adiós”. Y ni siquiera necesito pedir que -como los jóvenes franceses de mayo de 1968: “paren el mundo que me quiero bajar”, no, yo me tiro al vuelo.
· En las facultades de Medicina hay una cátedra de Bioética, lo que aquí relato demuestra que no sirve para nada, y confirma que la Ética se va constituyendo en parte de la esencia del ser humano en el vientre materno y durante los dos primeros años de vida, la “teoría de los mil días”. Después de ese período ni asistiendo a clases ni con receta de médico puede adquirirse.
· No faltará un Perogrullo que al leer esta nota diga, escandalizado: “¡pero no todos son así”! Por supuesto que no, pues, yo mismo he tenido la enorme suerte de conocer algunos MÉDICOS EXCELENTES, RESPONSABLES, DIGNOS Y DECENTES. Pero son la excepción. La mayoría son “curas de cuerpo” con sotana blanca, ahora que ya no hay los “curas de almas” con sotana negra.
Varias veces ponderé, elogié y puse de ejemplo de dignidad humana a los médicos que se comportaron como héroes en el año 2020 durante la pandemia provocada por el virus chino (COVID-19), pero también lamenté y critiqué que se impidiera la entrada a los hospitales a los pacientes de la tercera edad, y se los dejara morir en la calle.[7]
Han existido médicos de enorme valía, verdaderos héroes, como los siguientes: el parasitólogo británico Theodor Bilharz (1825-62), llamado el Padre de la Medicina Tropical, “Deseando comprender mejor la horrible enfermedad esquistosomiasis se vendó las pupas de los gusanos a su estómago y fue tomando notas en los días siguientes mientras ellos excavaban a través de su piel para invadir su hígado. Sobrevivió a la experiencia pero murió poco después, a la edad de 37, mientras trataba de ayudar a detener la epidemia de tifus en El Cairo. De manera similar, Howard Taylor Ricketts (1871-1910) el descubridor americano del grupo bacterial rickettsia, fue a México para estudiar el tifus pero contrajo él mismo la enfermedad y murió. Su compañero americano Jesse Lazear (1866-1900) fue a Cuba en 1900 para tratar de demostrar que la fiebre amarilla se extendía por la acción de un mosquito, se contagió -probablemente al infectarse él mismo intencionalmente- y murió. Stanislaus von Prowazek (1895-1915), de Bohemia, viajó a través del mundo estudiando las enfermedades infecciosas, y encontró el agente detrás del trachoma, antes de sucumbir al virus él mismo en 1915 mientras combatía un brote en una prisión alemana... There ought to be a monument to them somewhere...” [8]
· Las empresas de seguros médicos fijan arbitrariamente los valores de los pagos mensuales. A una persona de 75 años le ofrecen asegurarle en caso de embarazo, sala de partos, pañales para el bebé, etc., y cuando el pobre anciano les afirma y jura sobre 25 biblias que no planea embarazarse, le dicen que son “cuadros elaborados por la Matriz del exterior y que no pueden ser alterados”. Me ha ocurrido eso con TRES empresas de seguros médicos.
Las múltiples referencias contenidas en este artículo demuestran que el mal que es urgente eliminar no es exclusivo del Ecuador sino mundial.
Mientras aquello no ocurra, sigue siendo válido el consejo emitido por Leonardo da Vinci en el siglo XVI: “Come bien, duerme bien y mantente alejado de los médicos”; al que yo añado las siguientes RECOMENDACIONES PARA CONSERVAR Y MEJORAR LA SALUD:
- Eliminar completa y definitivamente el consumo de azúcar;
- Disminuir drásticamente el consumo de café, consumir máximo una cucharada al ras en el desayuno y otra a las 18:00;
- Tomar baños de sol directamente en la piel por lo menos quince minutos cada día, mejor en las primera horas de la mañana y en las últimas de la tarde, y sin protectores solares (si quieren les cuento los componentes cancerígenos que contienen) ni gafas; es falso que el sol produce cáncer. Y, como queda demostrado en la página 7 de este artículo, el diagnóstico del cáncer de cualquier tipo es un asunto absolutamente aleatorio y subjetivo, nada técnico ni, peor, científico, depende de la vista del citólogo, y de los protocolos de cada hospital, estado o país.
- Hacer ejercicios de estiramiento y de fuerza religiosamente cada día;
- No permanecer sentado más de media hora, caminar mínimo dos minutos cada media hora de permanecer sentado;
- Después de desayunar, almorzar y cenar, caminar quince minutos;
- Beber agua hervida y filtrada, no directamente de la llave;
- Si es posible, comer solamente dos veces al día (bueno, ya, tres) y nada de andar picando a cada rato;
- Cenar por lo menos tres horas antes de acostarse a dormir;
- Si no se puede evitar ver las pantallas del teléfono celular, tablet, computadora y televisión, hacerlo máximo hasta una hora antes de irse a dormir. Las ondas electromagnéticas que emiten esos aparatos impactan en el organismo y van acumulando desde alteraciones hormonales hasta mutaciones genéticas (polimorfismos genéticos) que producirán enfermedades tarde o temprano; además de que alteran la calidad del sueño.
- Dormir un mínimo de siete y un máximo de nueve horas, con la habitación completamente a oscuras, con una temperatura de 18 gc., y con buena ventilación.
- Reducir drásticamente el consumo de hidratos de carbono: pan (especialmente el pan blanco), maíz, cuscús, fideos, polenta, arroz, tortillas mexicanas, pastel, chocolatinas, cereales, galletas, helado y cualquier cosa dulce. Y, si se los consume, caminar, correr o hacer ejercicio de inmediato para eliminar lo más pronto la bomba de glucosa que se ha ingerido. Podría describirles las barbaridades que ocurren en el organismo cuando las mitocondrias de las células se encharcan de glucosa;
- Aumentar el consumo de alimentos con fibra: verduras, aguacate, brócoli, coliflor, legumbres, mantequilla (una untadita ligera), queso, huevos, pescado (pero no atún, o reducir su consumo a una vez a la semana o menos); yogur griego, carne, frutos secos, semillas, nueces de macadamia, aceitunas.
- La fruta consumirla con su corteza (por supuesto que no la naranja ni el plátano), no en jugo. Un vaso de jugo de naranja tiene muchísima glucosa, basta chuparse una naranja.
- De los aceites, solamente el de coco y el de oliva, ninguno más.
- Nada de hamburguesas, papas fritas ni Coca Cola, nunca más Coca Cola; pizza lo menos posible. La comida basura a donde corresponde, a la basura.
- No comer fuera de casa, y, OJO, MUY IMPORTANTE:
- Resolver los problemas apenas se presentan, desechar de inmediato a los que no tienen solución, “si tienen solución, ¿para qué te preocupas? Y, si no la tienen, ¿para qué te preocupas?” Al que esté interesado le puedo enviar todo un esquema minucioso, prolijo y completo de lo que ocurre en el organismo con las hormonas, enzimas y células de cada órgano del cuerpo cuando la tensión, el miedo y las preocupaciones se mantienen por un período de tiempo, y la lista de enfermedades que se ponen en cola y esperan turno para amargar la vida a causa de aquello. La frecuencia y sucesión de enfermedades no es cuestión de edad sino de mentalidad.
Como afirma uno de los científicos citados en este artículo: “Las enfermedades no son cuestión de mala suerte, sino de los malos hábitos de vida y alimentación”.
HAY QUE SUPERAR ESTOS PROBLEMAS ESTRUCTURALES EN LA FORMACIÓN DE LOS MÉDICOS, ¡HAY MILES DE VIDAS EN RIESGO Y MUCHO SUFRIMIENTO NO ALIVIADO O PROVOCADO!
LMG. 2024-01-14
[1]MINDFULNESS. La conciencia plena. Ellen J. Langer. Pág. 17.
[2]¿CÓMO HABLA DIOS?LA EVIDENCIA CIENTÍFICA DE LA FE. Francis S. Collins. Ariel. Páginas 66-72.
[3]THE MINDFUL BODY: THINKING OUR WAY TO CHRONIC HEALTH. Ellen J. Langer. (Traducción mía del Inglés y subrayado mío).
[4]WHEN THINGS GO WRONG: DISEASES from THE BODY. Bill Bryson. Págs 48-49. Traducción mía.
[5]IATROGENIA: daño no deseado a la salud, causado o provocado como efecto secundario por un acto médico, originalmente orientado a curar una patología determinada. Errores que se cometen por no hacer algo correcto (por omisión) o por hacer algo incorrecto (por comisión o acción).
[6]Al respecto deben leerse los libros CÓMO MORIMOS: reflexiones sobre el último capítulo de la vida y, EL ARTE DE ENVEJECER: recomendaciones de un médico, de Sherwin B. Nuland.
[7]Al respecto se puede leer mi libro CRÓNICA DE UN GENOCIDIO. 2020-09-05, en la página Web: https://www.academia.edu
[8]WHEN THINGS GO WRONG: DISEASES from the BODY. Bill Bryson. Pás. 43-44. Traducción mía.
[1]Arquitecto, Magíster en Historia, PhD en Urbanismo Sostenible. http://leonardominogarces.blogspot.com
[2]EL FIN DEL ALZHEIMER. El Programa. Dr. Dale E. Bredesen. Pág. 87. Editorial Grijalbovital. En el párrafo citado, se refiere a los exámenes necesarios para conocer si el paciente tiene alguno de los factores de riesgo que podría provocar la enfermedad.
[3]LA REVOLUCIÓN DE LA GLUCOSA. Jessie Inchauspé. Bioquímica francesa. Un libro impresionante, en el que el contenido de cada párrafo está respaldado por notas de pie de página que remiten y permiten acceder a los informes científicos de laboratorios de varios países del mundo de los que la autora ha obtenido la información, además de sus propias investigaciones científicas.
[4]EL FIN DEL ALZHEIMER. El Programa. Dr. Dale E. Bredesen. Pág. 179.
[5]TU CUERPO, TU HOGAR. La longevidad depende de ti. Rafael Guzmán García. PlanetadeLibros. Pág. 65. Subrayado mío.
[6]SOMOS NUESTRO CEREBRO. Cómo pensamos, sufrimos y amamos.Dick Swaab. Pág. 24.
[7]YO SOY MALALA. La joven que defendió el derecho a la educación y que fue tiroteada por los talibanes. Pág. 193. Esto ocurrió en Pakistán el 9 de octubre del 2012.