martes, 9 de octubre de 2018

PRÓXIMA ELECCIÓN DE ALCALDE DE QUITO

PRÓXIMA ELECCIÓN DE ALCALDE DE QUITO[1]
Leonardo Miño Garcés PhD.Arq.
1.     Las falencias de la “democracia” tradicional
            La “democracia”, tal como existe desde su supuesta creación en la antigua Atenas tiene una falencia estructural que la hace completamente perjudicial a la mayoría de la población, estimula la formación de una enorme empresa de corrupción y la actuación predominante de embaucadores profesionales llamados políticos. Y esto se produce, principalmente, porque la población no ejerce su rol de mandante, ordenando a sus empleados, los gobernantes, a que cumplan sus demandas; sino que espera que aquellos “propongan” soluciones mesiánicas y los deja en completa libertad para que hagan lo que les venga en gana.
            Esta realidad, que ya dura más de 2.500 años, debe ser cambiada de raíz, con un giro de 180 grados, de manera que sea la población la que elabore las políticas, planes, programas y proyectos, y los partidos políticos se limiten a elaborar propuestas de cumplimiento de aquellos, las cuales debe evaluar la población en función del grado de eficiencia y eficacia de las mismas. Pero, no solamente eso, sino que debe mantener una vigilancia diaria sobre cada uno de los actos de aquellos a quienes elija, creando instancias que “les respiren en la nuca” y, en caso de incumplir un solo acto que vaya en contra de aquellas políticas, planes, programas y proyectos, debe destituirlos ipso facto y encerrarlos de por vida en la cárcel.
2. El problema principal de las propuestas de los candidatos
            Desde siempre, los partidos políticos y sus candidatos se han limitado a proponer obras o actos aislados, orientados a resolver o paliar algún problema puntual y aparente sentido por la población; por ejemplo las dificultades de movilización, la penuria o carencia de servicios básicos, la delincuencia, las ventas ambulantes, el desaseo, últimamente la contaminación ambiental, el espacio público tomado por los vehículos, etc. A esos problemas puntuales y aparentes, los políticos ofrecen resolver generalmente mediante la construcción de grandes obras de infraestructura o equipamiento, para ganarse el voto de la gente que, en algunos casos, llega a la desesperación por el padecimiento causado por el problema puntual. En estos días algún político de este corte tradicional promociona una gigantesca obra de infraestructura para comunicar áreas del distrito. Esta oferta tiene dos defectos espantosos y repudiables: una, engaña a la gente haciéndole creer que al facilitar la movilidad se va a resolver la congestión y que las mega-obras de infraestructura son expresión de progreso y, dos, el político sabe que esas construcciones son las principales fuentes de enriquecimiento ilícito y de difícil seguimiento y juzgamiento.
            Pero, ejemplo aparte, como se puso arriba, en el mejor de los casos las ofertas se refieren a problemas puntuales y aparentes. Con lo cual las soluciones nunca serán tales, sino que en el corto o mediano plazo desencadenarán reacciones adversas y otros problemas colaterales.
            3. La manera correcta de conocer los asentamientos humanos y enfrentar sus                 problemas.
            La ciudad es un sistema, o sea un conjunto de componentes tales que cualquier modificación de uno implica la modificación de todos los demás, del sistema en su conjunto y de su relación con el ámbito que le rodea, en algunos casos internacional.      Esta realidad ya permite advertir que intervenir sobre un problema aislado necesariamente va a producir efectos en todos los componentes del sistema y, como esos efectos no fueron advertidos, generalmente serán negativos. Por ejemplo, en la administración del Sr. Barrera se proponía elevar la densidad del sector del aeropuerto antiguo construyendo edificios de 40 pisos de altura en los terrenos que quedarían vacantes, sin siquiera pensar que la Av. Amazonas, en ese mismo momento en que se discutía dicha propuesta, ya estaba saturada, y nadie pensaba que todos esos edificios de 40 pisos necesariamente iban a arrojar y atraer a miles de vehículos a una arteria ya saturada; aparte de que la infraestructura de agua potable, alcantarillado y energía eléctrica ya era deficitaria sin ese aumento de densidad.
            Una de las actuaciones preferidas por los candidatos y luego alcaldes es la construcción de obras de vialidad o la compra de equipamientos de transporte colectivo, tales como viaductos, pasos deprimidos o elevados, ampliación de calles y avenidas, túneles, líneas de Metro o tranvía, buses articulados, biarticulados, triarticulados, etc., etc. Lo que revela un absoluto desconocimiento de que la teoría y la historia del urbanismo demuestran hasta el cansancio y la saciedad que no se debe estimular ni facilitar la movilidad, sino todo lo contrario, desalentarla, reducirla; puesto que la movilidad es inversamente proporcional a la accesibilidad: a mayor movilidad menor accesibilidad. Como consecuencia de dicha ignorancia, esas obras y equipamientos en el corto o mediano plazo vuelven a quedar saturados y demandan nuevas obras del mismo tipo en lo que se denomina en urbanismo “el círculo vicioso de la movilidad”. Es clásica la frase de Lewis Mumford: “ampliar avenidas para resolver la congestión es como ampliar la cintura del pantalón para combatir la obesidad”.
            Las distintas administraciones municipales de Quito (y de buena parte de las ciudades del mundo) no han conocido la respuesta a una pregunta fundamental del funcionamiento de la ciudad: ¿Para qué se mueve la gente? ¿Cuáles son los motivos de viaje? Si la conocieran, se darían cuenta que la gran mayoría de viajes puede eliminarse mediante la dotación de aquellos equipamientos de barrio de alta frecuencia de uso, tales como casas cuna, guarderías, escuelas, colegios, puestos de salud, sub centros y centros de salud, clínicas, espacios y equipamientos de recreación abierta y socio-cultural, casas de atención y recreación para personas de la tercera edad, equipamientos de comercio minorista de artículos de primera necesidad, centros de gestión pública (aunque esta gestión debe resolverse mediante internet, con el doble beneficio de que elimina viajes y también la invitación al soborno de parte del empleado público por el contacto personal con el ciudadano demandante); y equipamientos similares. Estos equipamientos deben dotarse en el ámbito del barrio, ubicados a una distancia susceptible de ser recorrida en quince minutos a pie, lo que significa alrededor de 750 metros desde la última vivienda o departamento. Con ello se eliminaría el mayor porcentaje de viajes, es decir, se reduciría la movilidad.
            Otras dos ventajas adicionales son que puesto que la gente permanecería en el barrio, se apropiaría del mismo, se iría formando un sentimiento de pertenencia, se formarían lazos de solidaridad y, como consecuencia obvia, se reduciría o eliminaría la delincuencia.
            Eliminado ese alto porcentaje de viajes motorizados quedarían dos fundamentales, el primero es el necesario para la relación vivienda-trabajo-vivienda, el mismo que se deberían resolver mediante el transporte institucional, es decir que las empresas públicas y privadas deberían implementar su propio transporte en buses para sus empleados, desestimulando o castigando  el uso del automóvil privado: una vez que la empresa pone a disposición buses, no prohibiría que aquellos empleados que “no quieren juntarse con los longos” usen su propio vehículo, pero tanto ella como la municipalidad cobrarían altas tasas por el uso del espacio privado y público por el parqueo.
            El restante porcentaje de viajes motorizados, para el abastecimiento de productos a los centros de distribución, debería realizarse por las noches o fines de semana.
            De esta manera, además, al reducirse la necesidad de uso del espacio público para el vehículo, se lo recuperaría para el peatón, para transformarlo en espacios verdes y arborizados, para el encuentro y la sociabilidad.
            Amén de que se reduciría sustancialmente la accidentalidad, la violencia inter-motoristas, la pérdida de vidas y de recursos que actualmente se deben emplear para la recuperación de la salud de los accidentados y la reparación de los automotores y, para mayor abundancia, se reduciría sustancialmente la contaminación ambiental, tanto por la disminución de vehículos como por la creación de espacios verdes en los barrios y la transformación de buena parte de los actualmente pavimentados en verdes.
            Si se pone un poco de atención en el ejemplo desarrollado, se podrá dar cuenta de que si bien se inicia pensando en la movilidad, se lo enfrenta abarcando todos los tipos de equipamiento urbano, la identidad y apropiación barrial, la disminución o eliminación de la contaminación ambiental, el intercambio de bienes, servicios e información, la gestión, la salud y la economía familiar, etc. Es decir que se tiene una visión de conjunto de una red de componentes del sistema.
            Pero aún el ejemplo es limitado, ya que el sistema urbano tiene cinco componentes: la funcionalidad, la morfología, la tecnología, el ambiente y el significado o identidad. De manera que toda intervención debe abarcar al sistema en su conjunto, con una visión integral holística, ya que cualquier intervención parcial, en uno solo de los componentes conducirá al fracaso en el mismo y en todo el sistema.
            Así que la colectividad deberá elaborar un proyecto integral de ciudad, primero respondiendo a la pregunta del tipo de ciudad que aspira para sí y para las próximas generaciones, y luego formulando las políticas a largo plazo (es decir que deberán ser cumplidas por varias administraciones), los planes, programas y  proyectos concretos que deberán ser cumplidos por la próxima administración. Sólo entonces esa colectividad podrá llamarse con derecho ciudadanía, la cual sólo merece ese nombre si participa de manera activa en la toma de decisiones o, mejor dicho, si las decisiones son tomadas por ella, y los gobernantes, en este caso los alcaldes, se limitan a ejecutarlas.
            En cambio, si la colectividad insiste en dejar su suerte librada a los políticos o aventureros de ocasión en busca de riquezas mal habidas, que se atenga a las consecuencias que venimos sufriendo desde que Sebastián de Benalcázar entró en Quito.
LMG/2018-10-09





[1] Las reflexiones generales del presente artículo se aplican a todas las ciudades del mundo.