viernes, 27 de diciembre de 2019

LA SEGUNDA MUERTE DE JESÚS

LA SEGUNDA MUERTE DE JESÚS
Y, esta vez, ¡DEFINITIVA!
Leonardo Miño Garcés
Todos sabemos que los judíos obligaron a Poncio Pilato a crucificar a Jesús hace aproximadamente dos mil años. Con lo cual construyeron dos figuras históricas, la una definió el paradigma del sujeto cobarde, abúlico e irresponsable; mientras que la otra – todo lo contrario- lo hizo con el paradigma histórico máximo y nunca superado de la persona responsable, magnánima, caritativa, sabia y justa, que no vacila en poner su
vida en riesgo si se trata de defender la verdad y la justicia.
           1. EL SÍNDROME DE PONCIO PILATO
     El “síndrome de Poncio Pilato” afecta a aquellas personas que “justifican” su falta
de compromiso con la sociedad, con la vida, con sí mismos y, lo que es peor, hasta con sus hijos, simplemente encogiéndose de hombros ante cualquier aberración, perversidad o canallada que ocurre a su alrededor, con la frase “sus razones tendrán”; o sea, “se lavan las manos” y miran para otro lado o esconden la cabeza bajo la arena, suponiendo que, con esa actitud, la realidad les pasará por encima. Son similares a los niños pequeños que, jugando a “las escondidas” se tapan con una cobija creyendo que de esa manera no los encontrarán.
     Y eso les basta para ni siquiera intentar un análisis de la realidad, peor criticarla, condenarla o involucrarse en participar en su solución; llegan a la aberración de compartir espacio y mesa con los canallas, con tal de no disgustarles.
     Poncio Pilato también argumentó con esa frase: “Sus razones tendrán los judíos para crucificarte” y asesinó a Jesús. No se detuvo ni un instante a analizar esas “razones”, por lo que no pudo valorarlas, juzgarlas ni criticarlas; congeló su pensamiento, se lavó las manos y asesinó a Jesús. Fin del problema.
     El síndrome de Poncio Pilato lo tuvo también, entre otras “figuras” históricas, Neville Chamberlain, Primer Ministro de Gran Bretaña cuando Hitler invadió Polonia, y su comportamiento abúlico fue determinante para que se produzca la Segunda Guerra Mundial que provocó 50 millones de muertos.
     “Sus razones tendrán” dijeron de Margaret Thatcher y Ronald Reagan (así como de Sixto Durán Ballén y Alberto Dahik, en Ecuador) cuando liberaron los controles a los bancos, y estos produjeron la quiebra del Ecuador en 1999 y luego la crisis mundial del año 2008, en ambos casos lanzando millones de seres humanos a la miseria.
     Hace pocos días una persona me reprendió por mi repudio a los hechos de octubre de este año en Ecuador con esa frase: “sus razones tendrán” los jesuitas y salesianos que convirtieron dos universidades en guaridas de delincuentes y asesinos, desde las que estos planificaron la destrucción de la ciudad de Quito, el incendio del edificio de la Contraloría y de un canal de televisión, el asalto a urbanizaciones privadas, la destrucción de ambulancias y coches de bomberos, entre otros desmanes criminales. En esas “universidades” convertidas en guaridas almacenaban decenas de cohetes para asesinar policías; que fueron utilizados toda la noche del domingo 13 de octubre hasta la madrugada del lunes 14 para festejar la ruina del Ecuador.
     “Sus razones tendrá” el Sr. Jorge Bergoglio para ordenar al Banco Vaticano que abra cuentas para recibir los dineros robados a sus pueblos por los dictadores “socialistas del siglo XXI” de América Latina, dejando en la miseria a sus habitantes.
     Así que sí, sus razones tendrán, pero son repugnantes, dignas de repudio mientras duren nuestras vidas, repudio total, absoluto y permanente.
             2. LA SEGUNDA –Y DEFINITIVA- MUERTE DE JESÚS
     Lo que sigue es una hipótesis que se ha ido formando en mi mente al contemplar durante 72 años la “fiesta de la Navidad”. Vamos a ver. Durante los últimos dos mil años los judíos han sido señalados con el dedo, perseguidos, linchados y despojados de sus bienes (los pogromos), encerrados en guetos, torturados, asesinados, obligados a abandonar sus países de nacimiento, etc, etc. Inclusive durante la “peste negra” del siglo XIV fueron acusados de haberla ocasionado al envenenar el agua. Todo esa persecución fue provocada por las autoridades de los distintos países para no pagar las deudas contraídas con los judíos; pero esa razón objetiva fue disfrazada y difundida entre la ignorancia secular de la población bajo la “razón” declarada de que ellos mataron a Jesús.
     Esta es una política practicada de manera frecuente por los gobernantes. Así por ejemplo, en el año 1307 el rey de Francia Felipe IV, llamado “el hermoso” (vayan ustedes a saber por qué, espolvoreado y maquillado) junto con el Papa Clemente V masacraron a los Templarios para no pagar las deudas contraídas con estos; y la misma Francia, que se alimentó con el trigo de Argelia durante todo el período de la Revolución Francesa, cuando este país le reclamó el pago de la deuda, procedió a invadirlo y mantenerlo como colonia ¡durante 132 años!. Así que más vale tomar precauciones cuando se presta dinero a los franceses. Y esos son sólo son dos ejemplos tomados al azar.
     Continuando con el tema, simultáneamente con la persecución a los judíos, los auto-declarados “cristianos” instituyeron una festividad para, supuestamente, festejar el nacimiento de Jesús. Ante esta situación (esta es mi hipótesis), los comerciantes (entre ellos posiblemente un buen número de judíos, que siempre han demostrado ser de sobra inteligentes, con gran habilidad para los negocios, buenísimos banqueros y habilísimos comerciantes) decidieron, conscientemente o no, volver a matar a Jesús, pero esta vez de manera definitiva, porque se lo mataría en la mente de toda la población. ¿Cómo lo hicieron?
     Pues decidieron quitar a Jesús de en medio, reemplazarlo por sus mercancías y, de paso, amasar una gigantesca fortuna. Y convirtieron la Navidad en una descomunal y obscena feria de venta de abalorios, disparates, y bagatelas. Para lo cual aprovecharon, desde mediados del siglo pasado, la globalización de la economía mundial, con su descomunal manejo de los medios de publicidad y entontecimiento de la población. Con todo aquello crearon necesidades, lo que se denomina “necesidades subjetivas”, en oposición a las necesidades objetivas, aquellas cuya satisfacción realmente es imprescindible para subsistir y llevar una vida con algún nivel de decoro.
     De esa manera, y sin que los “cristianos” siquiera lo sospecharan, pero lo practicaran con gran entusiasmo, el rito del recuerdo del nacimiento de Jesús fue reemplazado por el RITO DE REGALAR.
     Así que la meditación y reflexión silenciosa, íntima y privada en la mente de cada uno, del nacimiento, vida y sacrificio de Jesús, todo eso quedó eliminado y reemplazado relegando a un rincón de la casa la confección del “nacimiento” o “belén”; cuya forma es reflexionada exclusivamente por la persona que lo elabora, generalmente la madre de familia, y solamente durante su elaboración. Una vez que ella ha terminado, como mucho todas las noches se encenderán las luces y se leerán unos textos del Nuevo Testamento o, para colmo, del Viejo, o sea ¡los textos judíos!
     De esta manera el auténtico RITO de la Navidad está constituido por tres actos, largos, tortuosos y solemnes: el primero comprar, el segundo regalar y el tercero comer y beber en abundancia. Cada rito se cumple religiosa y solemnemente. Y cada uno de ellos es en sí mismo un rito angustioso. Para cumplir el primero las personas se tensionan elaborando la lista de personas a las que DEBEN Y ESTÁN OBLIGADAS a regalar, la cual tienen una jerarquía muy prolija según la “importancia” de la persona destinataria, lo cual determina el costo del regalo. Cuando terminan de elaborar la lista, viene la búsqueda y compra, larga, tediosa, costosa y hasta peligrosa, puesto que no faltan la congestión en las calles, los accidentes, los apuros y hasta los asaltos o “intercambio de regalos” en plena calle: tú me das tu billetera o teléfono celular y yo te regalo tu vida e integridad física. Es impresionante oír la exhalación de un gran suspiro de desahogo en plena calle, acompañado de la frase: “ya compré todo lo que TENGO QUE REGALAR”.


     Entonces están listos para el segundo rito, el regalar. Todo el mundo “regala”, desde los mismos supermercados o centros comerciales que “regalan” descuentos en el precio de las mercaderías, las empresas e instituciones públicas y privadas que “regalan” a sus empleados canastas navideñas u otras fruslerías, cuyo precio, obviamente ha sido pagado por los mismos beneficiarios en cómodas cuotas de descuento de sus salarios mensuales (extraídas voluntaria o embozadamente). Claro que, como no puede ser de otra manera en una sociedad tramposa, los dirigentes de los empleados o los “jefes de suministros” de la empresa reciben jugosas comisiones por comprar 300 cobijas, 200 afeitadoras, 700 pavos, etc. No se puede negar que los comerciantes son “generosos” con sus compradores.
     Los empresarios privados regalan canastas navideñas, cajas de alcohol e incluso relojes de oro a los funcionarios públicos que durante el año que termina han “aceitado” el camino de los trámites para lograr las aprobaciones requeridas o han hecho “la vista gorda” a sus trampas o violaciones de la ley. Los jueces suelen ser muy homenajeados en navidad por los delincuentes absueltos, que no son “mal-agradecidos” por sus sentencias “ajustadas a derecho”.
     Aquellos “homenajes” constituyen una repugnante bofetada en pleno rostro de Jesús y un pisoteo a su memoria.
     Y entonces se produce el tercer rito: luego de la repartición de regalos viene la pantagruélica cena, o brindis o baile de gala, según aquella haya sido realizada en familia, en una empresa o institución. No pueden faltar los entremeses, las entradas, platos fuertes en los que el protagonista principal es el pavo (muerto, por supuesto), y postres; todo regado generosamente con algún tipo de alcohol (según alcance la plata); y sonorizado con las risas y bromas de buen o mal gusto (según), diatribas al gobierno de turno, al empleador amarrete, o temas similares.
     Como colofón, algunas familias –cada vez menos- van a la misa del gallo. (“matan al pavo y celebran la misa del gallo”). Con el estómago a rebosar, el alcohol haciendo sus efectos y los párpados que se niegan a permanecer abiertos, se asiste a una ceremonia que hace rato perdió todo significado, si alguna vez lo tuvo.
     Los meses de enero y febrero suelen constituir “el agosto” de los médicos que atienden dolencias odontológicas, estomacales, renales, hepáticas, fracturas y contusiones. Y de los mecánicos de “enderezada y pintura”.
     ¿Y Jesús? Luego de aquellos tres ritos espantosamente complicados, extenuantes para cuerpo y mente, que implican el ineludible e inmediato cansancio, agotamiento, empacho y resaca, además de la inminente angustia por la falta de dinero para el pago de las deudas contraídas (mediante la tarjeta de crédito, que de tanto usarla queda como papel periódico viejo), no queda una sola proteína ni neurona disponible para Jesús, ha sido desalojado de las mentes de toda la gente, “cristianos” incluidos. Los comerciantes, con base en la venta de inutilidades para regalos, lo desalojaron de la mente de las gentes, lo asesinaron por segunda y definitiva vez. No mates a la persona, sácala de la mente de la gente y lo matarás definitivamente.
     En fin, que el verdadero RITO RELIGIOSO OBLIGATORIO de la navidad es REGALAR.
     Así que los rabinos del Sanedrín de tiempos de Jesús fueron unos perfectos imbéciles, puesto que al matar al cuerpo de Jesús lo que lograron fue hacerlo mártir, y Pablo de Tarso dedicó su vida a convertirlo en el paladín de una nueva religión.
     Dicen, con buena intención -qué duda cabe- que “la Navidad es la fiesta de los niños”. Pero si un niño decide que es mejor cantar y jugar que rezar la novena, inmediatamente es llamado al orden. Si se les ocurre intentar jugar con los objetos del “nacimiento”, son reprimidos con el argumento de que “eso es del niñito”, es sagrado y nadie lo puede tocar, menos aún los niños. Incluso en las iglesias los “pesebres” están protegidos por cercos infranqueables, “no se vayan a robar al burro y nos boten jodiendo la misma del gallo”. Al rezar la novena, si ante la lectura de los textos –que ni yo mismo entiendo y cuando lo logro me parecen absurdos- los niños se aburren, comienzan a interrumpir con sus bostezos, lloros, risas o juegos, entonces “arde Troya”. El regalo que “pidieron a Santa Claus o Papá Noel” (ya voy a encargarme de ellos) no lo reciben porque sus padres no tuvieron el dinero suficiente, no les quedó tiempo para buscarlo o lo consideraron inconveniente.
     El rezo de la novena es una recitación de oraciones y textos ajenos, escogidos por otros y que supuestamente deben valer para todos, impresos por miles. Por ello, al ser impersonal, no sirve para reflexionar en la cotidianidad de cada familia, y la repetición mecánica provoca aburrimiento. Es de esperar que a alguien se le haya ocurrido redactar su propia novena familiar, con sus propias reflexiones y oraciones, oportunas y apropiadas a la propia situación, cultura, profundidad del pensamiento y coyuntura específica de los miembros de la familia.
     Para colmo del asesinato de Jesús, construyen en cada casa un altar al rito de regalar, un árbol lleno de luces a cuya “sombra” reposan los paquetes de regalo que, obviamente, los niños no pueden tocar hasta la noche ”buena”.
     Y, puesto que REGALAR ES UN RITO RELIGIOSO OBLIGATORIO, y no un acto de auténtica generosidad desde una persona específica a otra, pues obviamente luego de tanto alboroto, nadie queda contento con su regalo: que le queda muy pequeño o muy grande; o ese color no me gusta; o a fulanito le tocó un frasco de mermelada en su canasta y a mí no; o ya tengo 32 sacos de lana y cada navidad me regalan otro; en fin ya saben ustedes que no hay conformidad en esta vida. Al calvo le regalan un juego de peinillas y un set para cortarse el pelo en casa; al hijo del policía un video en el que los “malos” se divierten matando policías; a la chica de piernas largas y flacas una minifalda y a la de piernas generosas y bien torneadas, una armadura de bronce; al ama de casa, 200 sobres de agua de valeriana y a su esposo una docena de botellas de aguardiente; al que jamás ha leído nada más largo que su cédula de identidad le regalan las obras completas de Friedrich Nietzche; al que sólo puede sumar hasta cinco, un Sudoku electrónico; al que tiene dificultad en encontrar la puerta de su departamento le regalan un juego de ajedrez; al que se cae al ponerse los zapatos le regalan unos patines; y así por ese estilo. Rara vez alguien acierta.
     Pero la realidad es aún más complicada. En efecto, el que regala espera recibir regalos, y lleva minuciosamente la cuenta del “debe y el haber”, de manera que aquel que no ha regalado en el presente año puede estar seguro de que no recibirá el suyo en el próximo. Igual ocurre con las invitaciones: “yo te invito, tú me invitas”. Aquel que fue invitado en el presente año deberá invitar en el próximo. Es exactamente igual que cuando alguien acude a una tienda de barrio a comprar el pan: paga por él y espera recibir a cambio el producto, si no lo recibe arma el escándalo y el dueño de la tienda puede estar seguro de que el cliente no regresará jamás. En el caso de la navidad nadie arma un escándalo al no recibir su regalo, pero se enfada mucho y se “resiente”, retira el saludo al “descuidado” y ahí termina la relación.
     Puesto que los comerciantes suelen estar muy bien informados de la competencia y acabaron dándose cuenta de que los primeros estaban haciendo fabulosas fortunas con su inteligentísimo asesinato de Jesús y reemplazo con regalos, se percataron de que había negocio para todos; y a los nórdicos se les ocurrió que sería bueno inventarse un par de monigotes que representaran al personaje regalón. Así que frotaron en las narices de todo el mundo a un viejito barrigón, de nariz colorada, que no para de soltar carcajadas –nadie sabe qué las provoca- y que vuela desde el Polo Norte a bordo de un carruaje tirado por renos; él sería el encargado de recibir las cartas de los niños y, conteniendo la respiración para rebajar su panza, deslizarse por una chimenea y dejar los regalos sin despeinarse ni tiznarse. Con lo cual, en términos de la trascendencia de dicho acto, contribuyeron al asesinato de Jesús.
     Para terminar de desvirtuar el festejo navideño como conmemoración del nacimiento de Jesús, los chinos se dedicaron a producir miles de millones de basuras que se dañan antes de abrir el regalo.
     Se trató del asesinato más incruento y eficaz de la historia de la humanidad, mató a la persona más importante de la historia y la desalojó de la mente de miles de millones de personas reemplazándola por fruslerías. ¡Increíble! No mates a la persona, sácala de la mente de la gente y la matarás definitivamente.
LMG. 2019-12-21