martes, 19 de septiembre de 2023

¡EL PROCESO DE DEGRADACIÓN AMBIENTAL DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO!

¡EL PROCESO DE DEGRADACIÓN AMBIENTAL DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO!

¡Los hombres, que presumen de “sapiens”, no escarmientan!




El 16 de septiembre del año 2015 (¡hace ocho años!) escribí un artículo en el que analizaba y describía los fenómenos físicos, químicos, biológicos, ambientales y sociales que explican los incendios en las áreas verdes y boscosas dentro y junto al perímetro urbano de las ciudades del mundo.[1]

            Todos los años, en todo el mundo, en invierno se producen tormentas de nieve, crecen los caudales de los ríos provocando inundaciones devastadoras en las áreas urbanas y, en verano, sequías que generan hambrunas e incendios, además de huracanes, tifones y ciclones, también devastadores. Los seres humanos se limitan a reparar un poco los daños, limpiar las casas, enviar flotas de helicópteros a apagar los incendios, despejar la nieve de carreteras, calles y veredas; enviar un poco de alimentos a las áreas afectadas por las sequías, encogerse de hombros y encomendarse a sus divinidades respectivas. Y el siguiente año, lo mismo de lo mismo.

            Hace 51 años (1972) los científicos[2]advirtieron que el funcionamiento del sistema económico mundial está conduciendo a la afectación irreversible de las condiciones de vida de los seres humanos en el planeta, y han especificado las causas inmediatas y mediatas. Pero además de “cumbres mundiales” que no sirven para nada, aquel funcionamiento económico, modos de vida y costumbres, no cambian sino que empeoran.

            Treinta años después, analizando lo que había ocurrido en el lapso transcurrido, volvieron a advertir lo que se venía[3]:

 

“...seguimos sin percatarnos plenamente de que si no se producen cambios substanciales en nuestros hábitos egoístas y derrochadores, esos riesgos se convertirán en situaciones muy peligrosas, prácticamente irreversibles e imposibles de gestionar a favor de todos...

...La magnitud del actual consumismo muestra desde hace tiempo que necesitaríamos contar con más de un planeta Tierra para poder mantener, de este modo, los afanes de gran bienestar material por parte de los más privilegiados...

...los condicionamientos ecológicos globales (asociados al uso de recursos y a las emisiones) ejercerían una influencia significativa en los fenómenos mundiales a lo largo del siglo XXI... hasta el punto de que la calidad de vida media declinaría en algún momento dado a lo largo del siglo XXI...

...LTG [Los Límites al Crecimiento, se refieren al libro anterior] propugnaba una innovación social profunda y activa a través del cambio tecnológico, cultural e institucional con el fin de evitar un aumento de la huella ecológica de la humanidad que superara la capacidad de carga del planeta Tierra...

...el mundo se halla en fase de extralimitación. Ahora se sabe que la producción per cápita mundial de cereales tocó techo a mediados de la década de 1980[4]. Las perspectivas de un aumento significativo de la producción pesquera marítima se han esfumado. Los costes de las catástrofes naturales aumentan...

...el clima mundial se está alterando a causa de la actividad humana...” (Págs. 13-25)

 

            Cincuenta y un años después, sigue la parranda y la francachela, la fiesta, las bebilonas y comilonas, las toneladas de comida tiradas a la basura, las toneladas de residuos plásticos tirados a los ríos y conducidos al mar, etc., etc., lo que significa -en palabras crudas pero reales- que los actuales e inmediatos padres y madres dicen a su hijos: “sé muy bien que lo vas a pasar fatal, pero ahora es mi momento de divertirme, tú ya te salvarás como puedas”.

            

            Ahora voy a relatar muy minuciosamente la secuencia en el tiempo secular del proceso histórico que ha provocado -como uno de sus efectos- los incendios en las áreas verdes y boscosas del Distrito Metopolitano de Quito. Todos están buscando la causa inmediata: el fósforo o el que arrojó el fósforo. Pero el bueno de Aristóteles ya nos enseñó hace 2.350 años que a los fenómenos hay que estudiarlos en cuatro niveles: sus elementos, su estructura, el origen del movimiento y la finalidad. Y el filosófo griego se quedaba corto en el análisis de las causas de cualquier fenómeno, porque no veía el sistema del que forma parte. Voy a exponer -de manera muy resumida- la secuencia temporal.

            Los españoles invadieron el continente con el que, casualmente, se tropezó Cristóbal Colón, no lo “descubrió” sino que se tropezó casualmente con él. Todavía hay historiadores que usan la palabra “conquista”, que realmente significa convencimiento o engatusamiento. No hubo ninguna conquista, sino invasión  y saqueo a sangre y fuego. Al igual que los ingleses no conquistaron la India, los holandeses no lo hicieron con SudÁfrica, los europeos no lo hicieron con todo el continente africano, etc., todos ellos invadieron, robaron y saquearon a sangre y fuego. Nada de conquista. Los españoles destruyeron el sistema económico, la cultura y el hábitat Andinos, con lo que empezó la tragedia ambiental.[5]

            Los españoles destruyeron la estructura del manejo Andino de la tierra, e introdujeron el sistema feudal, con los encomenderos, que esclavizaron la mano de obra indígena. Ese sistema inició la degradación del suelo Andino.

            En la época republicana, los encomenderos cambiaron su nombre a “hacendados”, pero el sistema económico y de manejo de la tierra continuó igual. O sea que continuó la degradación del medio ambiente y la destrucción de la biodiversidad.   Al hacerse dominante el sistema económico capitalista de mercado, los hacendados fueron incapaces de insertarse en el mismo, motivo por el cual las producciones agrícola y ganadera se fueron haciendo cada día más deficitarias, depredadoras de la tierra, empobrecedoras de los indígenas e incapaces de suministrar alimento para la creciente población.

            El sistema capitalista introdujo la maquinaria y la química en la agricultura, con lo cual en la misma área de terreno fue posible producir un mayor volumen de alimentos y con menos mano de obra; claro, degradando más el escaso suelo utilizado y arrojando al desempleo a los trabajadores. O sea que, en demostración de la validez de la teoría del bueno de Carlitos Marx, las fuerzas productivas superaron a las relaciones de producción, y el sistema de hacienda se hizo obsoleto.

            Ante el evidente y ya insostenible atraso del sistema de hacienda, en 1964 la Junta Militar de Gobierno conformada por el contraalmirante Ramón Castro Jijón, generales Marcos Gándara Enríquez y Luis Cabrera Sevilla, y el coronel Guilllermo Freire Posso dictó la Ley de Reforma Agraria y la Ley de Tierras baldías y colonización. Esto significó, en términos generales, la desmembración de las haciendas en pequeños lotes (husipungos) que pasaron a propiedad de los campesinos.

            La población siguió creciendo y el volumen y calidad de los alimentos siguieron decreciendo. Pero los indígenas, ya huérfanos de su cultura ancestral, fueron incapaces de hacer producir la tierra para atender a la creciente demanda. Como creció la población, igual lo hizo la demanda de vivienda, y funcionó a la perfección la fórmula capitalista de la oferta y demanda: las tierras improductivas o de baja productividad aledañas a las ciudades perdieron valor para la agricultura pero creció su valor como tierra urbana para la satisfacción de la demanda de vivienda. De manera que la tierra agrícola, que se vendía por hectáreas, se conviritó en tierra urbana que se compraba por metros cuadrados.

            En ese contexto, las clases “altas” comenzaron un proceso de movilidad residencial, ahora denominado gentrificación. Deseosos de “alejarse de los longos”, primero abandonaron sus casonas del Centro Histórico de Quito y se implantaron en el barrio La Mariscal; luego, empujados por los “longos de la pequeña burguesía” que se apropiaron de las calles del barrio, aquellas mismas clases emigraron a la Av. González Suárez, previo cambio de uso del suelo decretado por el Alcalde Durán Ballén a pesar de los informes geológicos en contra que advertían de la peligrosidad de realizar construcciones en altura en dicho sector. Luego decidieron “ir a vivir al campo” y comenzaron a instalarse en los valles de Tumbaco y Los Chillos, también previo el cambio de uso del suelo permitido por la Ordenanza 1353 emitida por el mismo alcalde, que permitió la fragmentación de la tierra eminentemente agrícola de los valles en lotes de 300 metros cuadrados. El precio de dichos lotes bajaba cada día debido al pésimo manejo por parte de los campesinos y, simultáneamente subía por la demanda de vivienda de la población de las ciudades. Baja utilidad para la agricultura, alta demanda para la vivienda urbana. Así que los campesinos solucionaron su hambre vendiendo a bajos precios sus lotes improductivos a los ciudadanos ricos que querían salir de la ciudad.

            También, desde 1967, empezó la explotación y exportación del petróleo del oriente del Ecuador, lo que dejó ganancias en las clases medias y altas de las ciudades, especialmente Quito. De manera que dichas clases sociales pudieron marcharse a construir sus viviendas -desde mansiones de las clases altas hasta “casitas” de las clases medias- en el bucólico afán de alejarse de las ciudades e “ir a vivir y disfrutar del campo”.

            Sin considerar el origen domiciliario de sus clientes, pero para implantarse en las zonas de “moda” y “prestigio” de los valles, las empresas privadas de establecimientos educativos también abandonaron sus instalaciones en el valle alto de Quito y se instalaron en los valles orientales de la ciudad. Es patético mirar cada día el cordón amarillo de los buses de estudiantes bajar por la mañana a sus establecimientos “educativos” y subir por la tarde a sus residencias en el valle alto de Quito.

            Ante la avalancha de gente “pudiente” en los valles orientales, los supermercados y centros comerciales hicieron lo mismo que las empresas educativas. Y esto, hasta tal nivel de irrespeto y desprecio de los intereses de la colectividad que en dos sitios (a saber) se convirtió en privado el espacio público. En efecto, en la alcaldía de Augusto Barrera se amplió la Vía Interoceánica desde su acceso a Cumbayá hasta el puente sobre el río San Pero, contra todos los resultados arrojadas por estudios técnicos cuantitativos que demostraban que -en una proyección a diez años- no era necesaria dicha ampliación; pero era fundamental para facilitar la accesiblidad de los futuros clientes a dos centros comerciales cuya construcción se estaba iniciando. El atentado llegó a la agresión y apropiación del espacio público al convertir la vía pública en privada para el acceso a uno de aquellos, y al construir un paso elevado peatonal de pésimo diseño -horrendo, un verdadero bodrio- desde el interior del otro centro comercial hasta el de una universidad privada, pasando por el medio y en altura de la última calle peatonal propia de la imagen urbana de la cabecera parroquial de Cumbayá.

            En síntesis, una anarquía total en el uso y ocupación del suelo, con el Municipio mirando para otro lado o recibiendo coimas de los urbanizadores, empresas constructoras  y especuladores del suelo. Que el diablo averigüe y ponga en la última paila del infierno a los culpables.

            Si en Quito cada familia de clase alta y media alta tenía un vehículo (y no necesitaba ninguno), al implantarse en los valles “necesitó” tres, lo que exlica el aumento demencial de la tasa de motorización del Distrito; para enriquecimiento de ensambladoras, importadoras, empresas petroleras y distribuidores de combustibles; y para deterioro de la salud de toda la población y del ambiente de todo el territorio.

            De esta manera, toda aquella masa inconsciente de población y muy consciente de comerciantes de la educación y de los bienes y servicios, necesitó la construcción de carreteras, su pronta ampliación y multiplicación; lo cual fue gozosamente atendido por las empresas constructoras y jubilosamente tramitado por  las “autoridades” municipales. Así que se cruzaron los valles orientales y su comunicación con el valle alto de Quito con cicatrices horrendas de carreteras en una red cada día más densa, tupida y, lo que es peor, inútil, puesto que se ha demostrado desde la invención del automóvil que si se facilita la movilidad, esta se multiplica y extiende sin fin, lo que fue expresado por el urbanista Lewis Mumford con la frase: “ampliar el número de vías de una autopista para reducir la congestión vial, es como ampliar la cintura de los pantalones para reducir la obesidad”. Lo correcto es desmotivar o desalentar la movilidad mediante la construcción de equipamiento barrial. De las 32 transferencias urbanas motorizadas, solamente es imposible evitar una: la transferencia vivienda-trabajo, y esta debe realizarse mediante transporte institucional y público, encareciendo el transporte privado en automóvil con uno o dos ocupantes, para desalentarlo. Las otras transferencias deben resolverse en cada barrio. Pero no, imposible, la racionalidad no es propia de la especie homo “sapiens”.




Se destruyó el Volcán Ilaló con carreteras de diseño burdo y grotesco; y, para mayor y sangrienta ironía, a una de ellas la llamaron Ruta “Viva”.

            Existen dos tipos de vías: las desplazadoras y las implantadoras. Las primeras sirven exclusivamente para -como su nombre lo indica- desplazar gente, bienes y servicios entre ciudades o establecimientos humanos de distintos tipos y jerarquías. Por ejemplo, la antigua carretera Quito-Lago Agrio.

            Pero, a medida que aumentan la frecuencia y la intensidad de los intercambios que esas vías facilitan, se van implantando actividades en la orilla las mismas, o sea que se va ocupando el espacio entre las dos ciudades que comunican. En el caso del ejemplo, a media distancia ente Quito y Lago Agrio, se implantó una pequeña caseta de madera para satisfacer la sed de los viajantes, en la cual una campesina vendía agua mineral, colas, sánduches y bienes similares. Poco a poco creció el establecimiento, en tal magnitud que ahora es una ciudad. O sea que la vía desplazadora se convirtió en implantadora: se ocupó el espacio a la orilla de la misma y se implantaron actividades.

            Un fenómeno similar se produjo en las vías que, en un inicio solamente comunicaban Quito con Cumbayá y Tumbaco, y Quito con Sangolquí. Al modificarse su trazado y ampliarse para posibilitar el tráfico rápido pesado y liviano, no tardó mucho en ocuparse el espacio a la orilla de las mismas, primero con vulcanizadoras, tiendas de refrescos, luego con gasolineras y finalmente con viviendas, conjuntos residenciales y de edificios multifamiliares; sin ningún conocimiento de los procesos económicos, ni socio-espaciales ni ambientales y sin ninguna planificación, sino todo al desgaire de la ambición especuladora del suelo, de las empresas inmobiliarias, de la ligereza (o desesperación por conseguir una vivienda), o bajo nivel cultural de los compradores y de la irresponsabilidad de los municipios.

            El Valle de los Chillos tenía características ecológicas de gran calidad para la agricultura y la ganadería, era una zona de alta productividad que suplía las demandas de alimentos de Quito y su región. Esto fue deteriorándose a partir de la construcción de una vía de velocidad que lo atravesó longitudinalmente desde la carretera Panamericana sur, con el objetivo de evitar que los vehículos procedentes de las provincias del sur del país atraviesen el Centro Histórico de Quito, y que circulen por los valles orientales hasta conectarse con la Panamericana Norte o que ingresen a Quito por corredores laterales desde los valles. La segunda intervención fue la construcción de la Autopista General Rumiñahui (pobre líder indígena, nunca sabrá que con su nombre se desalojó a los campesinos de sus tierras). Estas dos carreteras transformaron las tierras agrícolas en urbanas ya que nunca la rentabilidad agrícola de la pequeña y mediana propiedad podrá competir con la rentabilidad urbana, a pesar de la calidad agrícola de la tierra.

            Los actuales pobladores de los valles orientales hacen recorridos de una hora o más, temprano en la mañana para ir a Quito a su trabajo o a buscar equipamientos que deberían estar ubicados dentro de sus barrios a una distancia de recorrido peatonal; y otra hora por la noche para regresar a sus “bucólicas fincas campestres”. Este fenómeno es obvio y conocido desde hace más de un siglo: al aumentar la movilidad baja la accesibilidad, es decir que se alargan los tiempos de viaje y es más difícil acceder a los destinos de los mismos. 

            Y los “nuevos campesinos” -puesto que “ya viven en el campo”- ni se percatan de las consecuencias inmediatas y a largo plazo que sus viajes provocan en toda la población. Y día tras día van viendo cómo los románticos campos que vinieron a buscar se van convirtiendo en tugurios espantosos peores que los que no hace mucho abandonaron.

            De manera que las zonas de producción de los alimentos, y graneros de Quito, los valles orientales alrededor del Volcán Ilaló, fueron urbanizados previa la tala de los árboles y la destrucción del ambiente.

            Para facilitar todo ese desbarajuste y anarquía, las clases sociales tantas veces mencionadas pusieron alcaldes propios que facilitaron y legalizaron el caos.

            Similar proceso se produjo en las laderas del Pichincha, pero inicialmente por parte de traficantes de tierras, luego mediante la formación de cooperativas de gente humilde y finalmente por especuladores del suelo. Se viabilizó la integración de los asentamientos mediante la construcción de la llamada Vía Occidental, a pesar de los informes geológicos negativos emitidos por la Escuela Politécnica Nacional, que alertó de la posibilidad de generación de deslaves; efectivamente, se produjeron cuatro muy graves. Nuevamente, el ejecutor fue el alcalde Sixto Durán Ballén. Aquella vía, en lugar de ser -como proclamó el alcalde- el cinturón de la ciudad, llevó la infraestructura hasta las laderas del Pichincha convirtiendo en urbanas las tierras aledañas. De inmediato y a la orilla de la carretera se construyeron los edificios multifamiliares San Carlos y, poco a poco se densificó toda la zona ya casi hasta las antenas del Pichincha.

            El ejecutor de la prolongación del área urbana hacia el norte fue el Coronel Oswaldo Vaca Lara, desde la Presidencia del Banco Ecuatoriano de la Vivienda, con la construcción de los edificios multifamiliares en Carcelén, cuando la ciudad terminaba en la cabecera norte del aeropuerto, dejando terrenos vacíos en medio, obviamente convirtiéndolos en urbanos y elevando su precio.

            Todos los ejemplos anteriores demuestran que, cuando una ciudad crece “a salto de rana”-como lo denominaron los técnicos que realizaron el Plan de Área Metropolitana de Quito de 1972-  es decir, dejando espacios vacíos entre el área urbana consolidada y la nueva, se eleva el precio de los espacios intersticiales y se convierten en urbanos, puesto que la infraestructura construida para abastecer a los espacios apartados atraviesa los vacíos. Esta es una política típica de los especuladores del suelo, con el contubernio de alcaldes, concejales y funcionarios municipales. Provoca la ampliación irracional del área urbana con bajas densidades, obliga a la construcción y ampliación eterna de las vías y de la infraestructura de agua potable, alcantarillado, energía eléctrica, telefónica (y ahora, de Internet) con la obvia alza de las tarifas; alarga los recorridos, dificulta la accesibilidad y destruye los espacios verdes y arborizados, en suma, degrada el hábitat.

            Para rematar y legalizar el desbarajuste, el caos y el atentado a la calidad de vida de los ciudadanos, en la alcaldía de Rodrigo Paz Delgado se emitió la ley de Distrito Metropolitano de Quito, que amplió el área urbana prácticamente desde Machachi hasta Calacalí y desde el Pichincha hasta Checa. Con lo cual todo ese territorio puede ser encementado, asfaltado, cruzado por carreteras, cortados y desbancados los montes, secados los arroyos, rellenadas las quebradas, todo árbol puede ser cortado y toda biodiversidad puede ser eliminada para permitir la presencia única de la especie más destructora y depredadora de la naturaleza: el mono desnudo bobalicón y voraz.

            Con una visión simple de la realidad se podría creer que si aumenta la población por lógica elemental debe aumentar el área urbana. Pero no es así, esas dos variables no son necesariamente directamente proporcionales. El aumento de la población no es directamente proporcional al aumento del área urbana, no crecen al mismo ritmo. Por ejemplo, la ciudad de Barcelona, en España, tiene el triple de población que la ciudad de Atlanta, Georgia, EEUU y, sin embargo, su área es apenas el 30% del área de esta última ciudad. Esto se explica porque la densidad de Barcelona es 13 veces mayor que la de Atlanta.

             Otro ejemplo: La población de la ciudad de Quito es 1,2 veces mayor que la de Barcelona, pero ocupa un área equivalente a 3.7 veces el área de esta última, porque la densidad de Barcelona es 2,1 veces mayor que la de Quito; y nadie podría decir que Barcelona es una ciudad inhóspita, fea, con atmósfera irrespirable, ni nada parecido, sino todo lo contrario: Quito es inhóspita a pesar de -o debido a- que ocupa mayor área.

            Lo anterior se explica por una mejor planificación, diseño y manejo delterritorio.

            

            Este es el proceso que ha seguido la destrucción del hábitat de todo el territorio de la antes habitable ciudad de Quito, uno solo de cuyos fenómenos y consecuencias son los incendios de los pocos árboles, matorrales y hierbas que quedan, casi menos de los que yo tengo en la sala de mi casa, en proporción al área y al número de habitantes.

            El asfalto, el cemento y el CO2 no retienen humedad, como sí lo hacen las áreas verdes; los gases que expulsan los vehículos contribuyen al efecto invernadero que eleva la temperatura y, al concentrar las impurezas en el ambiente provocan un aumento de la morbilidad y mortalidad de los habitantes; los automovilistas no saben que sus pulmones están llenos de gasolina -tanta que corren peligro de volar por los aires al encender un cigarrillo; y, por último, es por demás conocido que los vándalos descuidados o asalariados de las empresas inmobiliarias queman las hierbas y árboles secos para facilitar la inmediata reversión de los suelos al uso urbano. Como a nadie le interesa ni se duele o preocupa por las áreas verdes -casi inexistentes- es más fácil prenderles fuego.

 

            Piensan los “padres y madres” de sus “hijos”: “sé muy bien que lo vas a pasar fatal, pero ahora es mi momento de divertirme, tú ya te salvarás como puedas”. Y eso los poquísimos que piensan, los otros, como perrito callejero, simplemente procrean “hijos”.

LMG.2023-09-09

 


[1]¿POR QUÉ HAY UNA PROLIFERACIÓN DE INCENDIOS EN LAS ÁREAS VERDES DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO? 2015-09-16.

[2]LIMITS TO GROWTH. LTG. Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorge Randers y William W. Behrens III. Nueva York, Universe Books, 1972. México. Fondo de Cultura Económica.

[3]LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO 30 AÑOS DESPUÉS. Donella Meadows, Jorge Randers, Dennis Meadows. Galaxia Gutemberg. Círculo de Lectores. 2004.

[4]Y en estos días el criminal Putin está impidiendo la salida de los cereales ucranianos al resto del mundo.

[5]La calidad del sistema económico Andino y su sostenibilidad están descritos en mi libro: EL MANEJO DEL ESPACIO EN EL IMPERIO INCA, y en mi artículo: La computadora, ¿fue inventada en los Andes?

lunes, 10 de julio de 2023

LA IGNORANCIA PRODUCE IRA, FANATISMO, VIOLENCIA

EL DESCONOCIMIENTO PRODUCE IRA, FANATISMO Y VIOLENCIA

LA IGNORANCIA ES PERVERSA

 

Leonardo Miño Garcés[1]

 

        La prensa de occidente de estos útlimos días ha estado llena de noticias, imágenes, videos, discursos, gritos, algazaras, protestas, manifestaciones multitudinarias y otras expresiones desagradables con ocasión del mal denominado “día del orgullo LGTBI”. Incluso programas televisivos culturales han sido suspendidos para dedicar varias horas a esas manifestaciones colectivas.

            Aquello demuestra que las prioridades de la humanidad están distorsionadas, seguramente de manera consciente dirigida por los poderes mundiales que siempre tienen a la población sumida en banalidades para que no se entere o mire para otro lado de los reales problemas del mundo, con lo cual dominan y hacen sus fortunas obscenas, que luego utilizan en irse de excursión submarina a visitar al Titanic, seguros de que sus fortunas atemorizarán a las fuerzas de la naturaleza de las que creen que pueden burlarse.

            Por ejemplo, no se ha dedicado ni un solo minuto a informar de la situación en Haití[2], que es más espantosa que la guerra en Ucrania con la destrucción de las represas y la inundación de las poblaciones; ni del ejército de mercenarios rusos atacando a su propio país (otro nivel de imbecilidad único de la especie “sapiens”)[3]; las barbaridades que están cometiendo contra las mujeres los talibanes en Afganistán, etc. Nadie dice nada respecto a que en la atmósfera ya hay más de 450 ppm (partes por millón en volumen) de CO2, lo que convierte al cambio climático en irreversible, con retroalimentación positiva, que asegura el inicio del fin de las condiciones de vida en el planeta Tierra, etc., etc.

            Todo aquello obliga a analizar y describir el fenómeno que tanto ruido, pérdida de tiempo y paz en el mundo ha ocasionado ese día y es fuente de muchas barbaridades.

            Vamos a ver. Primero, ¿Qué significa LGTBI?

La L corresponde a las mujeres lesbianas, es decir a aquellas mujeres cuya orientación sexual es homosexual; la G corresponde a los hombres gay, es decir, a aquellos cuya orientación sexual es homosexual. La letra B, corresponde al grupo de mujeres y hombres bisexuales, para quienes su orientación sexual está dirigida tanto a hombres como a mujeres. La letra T hace referencia al grupo de personas transgeneristas (travestis, transformistas y transexuales) cuya identidad de género no corresponde a su sexo biológico. Por último, la letra I corresponde a las personas intersexuales, es decir a aquellos seres humanos que por su condición biológica no pueden ser clasificados dentro de la construcción Hombre-Mujer.[4]

1. La raíz biológica del Problema

        A lo largo de los siglos el desconocimento de la esencia -la causa ultima- de un fenómeno que se expresa en el comportamiento de determinados individuos ha provocado miles de situaciones injustas, macabras y sangrientas contra aquellos. Las iglesias, que históricamente han basado sus doctrinas en la ignorancia y en la mentira, han construido mitos alrededor del problema y han despreciado, excomulgado, agredido, exorcisado, condenado, quemado en la hoguera, etc. a los afectados. Basta recordar el espantoso caso de uno de los principales inventores de la Inteligencia Artificial y salvador de la Armada de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, Alain Turing, a quien condujeron al suicidio, el mismo que fue inmortalizado en la imagen icónica de la marca Apple.



        Como lo demuestran las investigaciones biológicas y genéticas, y ya está fuera de discusión, la conducta de los seres humanos con las características de los L, G, T, B e I está determinada por la mutación aleatoria de varios genes del ADN. El problema es muy complejo dado que no es la mutación de un solo gen la que provoca la enfermedad, como es el caso de otras enfermedades, como la anemia falciforme, el Alzheimer, algunos tipos de cáncer, la enfermedad de Huntington, la distrofia muscular de Duchenne, la fibrosis quística; enfermedades que mediante la terapia génica (como la CRISPR-cas9, que la pueden conseguir solamente quienes dispongan de una tremenda montaña de billetes de 1.000 dólares) pueden ser curadas. El autismo, en cambio, es causado porque un niño ha tenido la desventura de nacer con 3 cromosomas 21 (la trisomía 21), en lugar de los 2 normales. No dejando de ser una tremenda tragedia cada una de las enfermedades mencionadas, su causa está radicada claramente en un punto concreto, una diana a la que hay que acertar. En cambio, las anomalías que causan la conducta LGTBI es causada por la mutación aleatoria de múltiples genes, ubicados en varias partes de la doble hélice del ADN.

            Aquí es necesario explicar que hay (haciendo una tremenda simplificación) dos tipos de enfermedades genéticas; aquellas que son causadas directamente por la mutación de uno o varios genes, y las que, además, sólo se manifiestan cuando concurren situaciones ambientales que las activan, es decir que el gen predispone a la enfermedad, pero esta solamente se manifiesta si concurren factores ambientales, como es el caso del alcoholismo, el asma, de los cánceres de pulmón o estómago, para los cuales es necesario tener el gen mutado y, además, ser lo bastante irresponsable como para fumar a pesar de que la enfermedad del cáncer de pulmón tiene un desenlace terrible para el paciente y para su familia[1]; descuidado como para tomar café de manera desaforada, o descuidado y ocioso como para comer fuera de casa cualquier porquería que contenga preservantes químicos. Recuerdo un autor que declaraba que “la manera más rápida de perder la salud es comer fuera de casa”. O vivir en ciudades mugrosas mal planificadas y peor gestionadas, con escasez de espacios verdes, gigantesca movilidad vehicular y, lógicamente, aire mugroso. Es decir: la concurrencia de un gen mutado más circunstancias ambientales (culturales, laborales o químicas).

            De manera que existen enfermedades “simples” causadas por la mutación aleatoria de un solo gen; complejas, causadas por la mutación de uno o varios genes (poligénicas); y muy complejas, causadas por la mutación de uno o varios genes (que predisponen a la enfermedad) y que se manifiestan cuando concurren circunstancias ambientales.








        Respecto del comportamiento de las personas LGTBI, como queda dicho, la causa es genética, son enfermedades complejas poligénicas pero -al parecer- requieren para manifestarse la concurrencia de circunstancias ambientales. Las cuales pueden producirse en el hogar, la familia nuclear o extendida, la escuela, los grupos de amigos o, actualmente, la abundante basura textual, visual y auditiva que se distribuye sin ningún control por los medios de comunicación y las redes sociales. Que quede claro que las circunstncias ambientales indicadas no son suficientes para producir el comportamiento LGTBI, es necesario que las personas hayan nacido con alteraciones poligénicas, es decir mutaciones aleatorias de varios genes ubicados en diversos sitios de la estructura de doble hélice del ADN.

            Lo anterior debe dejar muy en claro que se trata de una enfermedad genética, de la cual las personas que la padecen no tienen absolutamente ninguna responsabilidad. Es una enfermedad genética hasta ahora incurable.

            De manera que desde hace mucho tiempo era ya repudiable la actitud de las iglesias y de muchos ciudadanos “cultos” que manifestaban rechazo y hasta repugnancia por el comportamiento indicado. Se utilizaban expresiones como: “maricones de mierda”, “comportamiento contra natura”, cuando es justamente lo contrario, es la naturaleza la que ha cometido una tremenda chapucería, de entre las muchas que comete cada momento desde hace 4.500 millones de años.

 

“La Naturaleza no reverencia la vida. La Naturaleza trata a la vida como si fuese la cosa menos valiosa del mundo. Parte de la diversidad millonaria producida se aniquila rápidamente en forma de presa para alimentar otra vida. Este es precisamente el método maestro para producir formas de vida siempre nuevas. “No torturarás, no inflingirás penas” La Naturaleza ignora este mandamiento. Sus criaturas dependen de la atrocidad de una contienda eterna.

“No existe nada bueno ni malo excepto en el pensamiento”. Ningún acontecer natural es de por sí bueno o malo, ni es de por sí hermoso o feo. No existen valores, ni significados particulares, ni finalidad. La Naturaleza no actúa movida por propósitos. Cuando, en alemán hablamos de la adaptación intencionada (.Zweckmässig) de un organismo a su entorno, sabemos que se trata sólo de una forma conveniente para hablar. Nos equivocamos en el marco de nuestra propia imagen del mundo. En ella, sólo existe la relación casual...

...Sabemos que experimentar a Dios es un hecho tan real como la percepción inmediata de un sentido o de nuestra propia personalidad...” [1]

 

            De manera que el comportamiento correcto con esas personas diferentes es, primero, reconocerles y defender sus derechos -que son exactamente los mismos que para el resto de seres humanos-, en términos de todas las condiciones de una vida decente; segundo, exigirles el cumplimiento de los mismos deberes que al resto de las personas; tercero -y, por supuesto- vigilar que no intenten motivar o incentivar o forzar a las personas que son diferentes de ellos a que se sumen a su condición, especialmente cuidar y defender a los niños y niñas. Claro que, además, para ello hay que desplegar una vigilancia de los asquerosos medios de comunicación y redes sociales.

            Ahora bien, si la homosexualidad es producida por una enfermedad genética, cuesta trabajo comprender aquella frase: “Orgullo Gay”. No puedo entender que alguien se sienta orgulloso de estar enfermo. En Wikipedia se lee:

 

“El orgullo LGBT es el concepto por el cual lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y otros grupos conectados a la comunidad LGBT, como las personas intersexuales, deben estar orgullosos de quiénes son y de la orientación o identidad que tienen como parte de la comunidad LGBT. La palabra orgullo, en este caso es el antónimo de vergüenza, un concepto que se ha utilizado a lo largo de la historia para controlar y oprimir a las personas LGBT. El orgullo en este sentido es una afirmación de cada individuo y de la comunidad en su conjunto... Que las personas deben estar orgullosas de su orientación sexual e identidad de género, que la diversidad sexual es un regalo...” (subrayado mío)

 

            Parece claro que el acudir al concepto “orgullo” no es más que una reacción de “la comunidad” LGBTI ante el rechazo irracional, emotivo y provocado por la ignorancia, con el que han sido tratados secularmente. Con lo cual a una irracionalidad se ha respondido con otra.

            La diversidad sí es una riqueza de la humanidad, pero padecer una deficiencia no parece ser motivo de orgullo.

            Aquí cabe destacar y enfatizar en que la humanidad sí se ha enriquecido de la diversidad. La diversidad de razas, etnias, culturas, costumbres, ideas, características físicas, biológicas, etc., sí ha hecho a la humanidad mejor.

 

La homosexualidad no era algo infrecuente en la comunidad artística de Florencia... Verrocchio (el Maestro de Leonardo da Vinci)... Botticelli... Donatello, Miguel Ángel y Benvenuto Celliini... Leonardo da Vinci... algunos humanistas del Renacimiento rendían culto a Platón, en el que se idealizaba el amor erótico hacia los muchachos hermosos... [2]

 

            ¿Qué habría sido de la humanidad sin esas personas diferentes? Sin embargo, el mismo Leonardo da Vinci repudiaba la falta de control de los instintos animales: “El hombre que no controla sus instintos se rebaja al nivel de las bestias” (Isaacson, op.cit. pág. 152.)

            En último término, los instintos sexuales y de los sentidos en general son parte de nuestra herencia desde los animales irracionales, impuestos en nuestra biología por la Naturaleza, única y exclusivamente para la reproducción de la especie. ¿Cuál es la diferencia entre una pareja de seres humanos que, sin considerar ni por un momento las posibilidades que tienen de garantizarun futuro decente y de calidad para el posible bebé que será gestado por el acto que se disponen a cometer, igual lo cometen; cuál es la diferencia con los animales irracionales que igual lo hacen? ¡Ninguna! A estas alturas de la historia y de la realidad, está por demás claro y evidente que el acto de mayor irresponsabilidad que puede cometer un ser humano es traer hijos a este mundo.

            La diversidad entre seres humanos es una de las fuentes de mayor riqueza de la humanidad:

 

Sin embargo, si estamos de acuerdo en que es deseable librar a la humanidad de la esquizofenia y de otros trastornos similares, también hemos de considerar si esto tendría un coste para la sociedad, incluso para la propia civilización. Vincent van Gogh padecía esquizofenia o trastorno bipolar, al igual que el matemático John Nash... Entre las personas con trastorno bipolar podemos incluir a Ernest Hemingway, Mariah Carey, Francis Ford Coppola, Carrie Fisher, Graham Greene, Julian Huxley (el eugenista), Gustav Mahler, Lou Reed, Fanz Schubert, Sylvia Plath, Edgar Allan Poe, Jane Pauley y cientos de otros artistas e intérpretes.Por otro lado, el número de creadores con trastorno depresivo grave se cuenta por miles...

A medida que vayamos aprendiendo a tratar los trastornos emocionales con medicamentos y, con el transcurrir del tiempo, con ayuda de la edición genética, ¿nos encontraremos con más felicidad, pero con casi ningún Hemingway? ¿Queremos vivir en un mundo donde no exista un Van Gogh?[3]

 

            ¿Queremos vivir en un mundo donde no exista un Alain Turing, un Botticelli, Donatello, Miguel Ángel, Benvenuto Cellini, Leonardo da Vinci?

 

2. La ideología de género

 

Empecemos explicando de qué estamos hablando:

“Ideología: Conjunto de ideas que caracterizan a una persona, escuela, colectividad, movimiento cultural, religioso, político, etc.” (Definiciones de Oxford Languages. Obtenido mediante Google)

            Ideología de Género: “Igualdad absoluta en el trato a niñas y niños; negación de la feminidad y de la masculinidad, trato idéntico a niños y niñas en las escuelas (y en la sociedad), su consideración como seres neutros y sexualmente polimorfos...”[4]

            La cita anterior es tomada de una noticia y denuncia referida a lo que ocurre en los centros educativos españoles y las múltiples y muy graves consecuencias que se están produciendo como consecuencia de esa conducta. Queda claro que la palabra “educativos” debe ser escrita con comillas y lamentar el pésimo nivel cultural de los “profesores” y gestores de la educación en ese país ibérico. Pero es peor o igual lo que ocurre en todo el mundo. Muchas veces el acoso escolar (bullying) es producido por bandas de cobardes que acorralan a un niño, niña o joven y le hacen la vida imposible en la escuela o colegio, y solamente se resuelve cuando el ofendido coge la kalashnikov del ropero de su casa y hace una limpieza en su establecimiento “educativo”, luego de lo cual los “padres”, “madres”, dirigentes y “profesores”, que son los finalmente responsables de la matanza, ponen los ojos de plato y dicen “me muero que pena, yo no he sabido”.



        No es necesario discutir mucho esta postura, ya que evidentemente, esta sí es “contra natura”. Decir, gritar, manifestar y armar escándalo defendiendo este absurdo es como sostener que la Tierra es plana, las vacunas van a esterilizar a los ancianos de 70 años, el Sol gira alrededor de la Tierra, la Luna es un queso González, etc.

            Queda claro que Simone de Beauvoir no tenía ni idea de lo que decía, sostenía y escribía. Para sostener esa ideología es necesario ignorar que para que se produzcan fenómenos y hechos en la realidad cósmica, natural y social existe toda una muy compleja red de causalidad[1], en la cual los factores -en general- se diferencian entre DETERMINANTES y CONDICIONANTES. En el caso que motiva este artículo, los seres humanos nacen determinados por su estructura genética, es decir, por su biología y, luego de nacer, su conducta es condicionada por las circunstancias ambientales: familiares y sociales en general. De manera que una persona sea hombre o mujer está determinado por su estructura genética (no solamente por uno o varios genes sino por toda la estructura) y su comportamiento se expresa matizado por las circunstancias ambientales que ha tenido y tiene la suerte o la desgracia de vivir. De manera que decir, sostener, proclamar y escandalizar con que “la persona nace sexualmente neutra y que la atracción al sexo opuesto no es un asunto de la naturaleza” equivale a decir que la Luna es un queso.

            Nuevamente, a la irracionalidad se responde una y otra vez con más irracionalidades. ¡Pero se sigue presumiendo de ser “sapiens”!

            

¡LA IGNORANCIA ES PERVERSA!

            

            Ni siquiera se percatan de que la Naturaleza está tomando cartas en el asunto y lo va a resolver.

            

LMG. 2023-07-05

 



[1]Respecto de los fenómenos urbanos, he descrito con bastante minuciosidad esta red de causalidad en mi libro URBANISMO, La ciencia de los asentamientos humanos. Universidad Internacional SEK, 2008. Págs. 197 y ss.




[1]MENTE Y MATERIA. Erwin Schrödinger. Págs. 83 y 84.

[2]LEONARDO DA VINCI. Walter Isaacson. Pág. 151.

[3]EL CÓDIGO DE LA VIDA. Jennifer Doudna, la edición genética y el futuro de la raza humana. Walter Isaacson. Págs. 765-766. Subrayado mío. 











[1]ADN. El secreto de la vida. James D. Watson. Capítulo 14: El cáncer: ¿una guerra sin final?

CÓMO MORIMOS. Sherwin B. Nuland. Capítulo X: La malevolencia del cáncer. Capítulo XI: Cáncer y esperanza.

LA FÓRMULA DE DIOS. José Rodrigues dos Santos. Págs. 46-50.

 




[1]Arquitecto, Magíster en Historia, PhD en Urbanismo

[3]Rusia es un país patético: es el más extenso del mundo, pero su población, con mentalidad de esclavos (de los zares, del Partido “Comunista”, del borracho Yeltsin y ahora del nazi Putin) es incapaz de hacer producir esa gigantesca extensión para dar pan y empleo a todos, y se dedica a robar a los vecinos! 

miércoles, 18 de enero de 2023

¿QUÉ ES LA VIDA?

¿QUÉ ES LA VIDA?

Y, si es así, ¿CÓMO DEBEMOS VIVIRLA?

 

Leonardo Miño Garcés[1]

  1. INTRODUCCIÓN

En esta serie de artículos voy a poner por escrito mis percepciones de la realidad -o sea, mis reacciones subjetivas inmediatas ante los fenómenos de aquella, producidas por mis sentidos, llamadas por ello conocimiento sensorial- y, a continuación, mis análisis objetivos de la misma; para los cuales utilizo varios recursos metodológicos, entre ellos, mis estudios y lecturas de toda la vida, en caso de ser necesario investigaciones puntuales sobre el tema específico y/o consultas a fuentes contrastadas (autores en los que confío porque he verificado su autoridad en el tema).

De manera que mi interés es profundizar desde la percepción sensorial -conocimiento subjetivo- a la esencia de los fenómenos que observo -conocimiento objetivo-. Siempre advertido y convencido de que la realidad es tan compleja que el cerebro humano más entrenado no puede acceder a un conocimiento completo de ella, sino a una parte, fase o estado del sistema complejo que aquella implica.

Lo anterior se explica porque la evolución -hasta el momento- solamente ha entrenado a nuestros sentidos para percibir un estrecho margen de la realidad, tanto en cuanto al espectro de la luz (nuestros ojos solamente pueden ver una parte muy estrecha del mismo), como al sonido, al tacto, al gusto y a los olores. De manera que existen cosas y fenómenos en la realidad que no podemos ver, ni oír, ni oler, ni palpar, ni gustar. Así que incluso el ser humano con los sentidos más entrenados y afinados, está imposibilitado biológicamente para captar la totalidad de la realidad, ni siquiera en su forma externa, en los fenómenos. El cerebro humano solamente puede percibir tres dimensiones: largo, ancho y profundidad y una cuarta, el tiempo, mientras que en el Cosmos existen -al parecer- más de quince. Ya casi todos sabemos que existen, en el ámbito de lo pequeño, las bacterias, los virus, las proteínas, el ARN, el ADN, los átomos y sus componentes; y en el de lo más grande los cúmulos de galaxias, los agujeros negros súper masivos, etc., pero no vemos nada de eso a pesar de que determinan nuestra vida. “…En el mundo hay muchas más cosas de las que vemos…”[2]

“Aparte de la severa limitación de los sentidos, también debemos tener en cuenta que la información que reciben sobrepasa con creces lo que el cerebro puede procesar…”[3]

Y, también ocurre lo contrario: vemos cosas que no son así, por ejemplo, vemos que el sol “aparece” por el este y “desaparece” por el oeste; durante decenas de miles de años los seres humanos estaban convencidos de que eso era real, hasta que Nicolás Copérnico en 1543 demostró que ese movimiento sólo es una APARIENCIA; de manera que lo “evidente” no siempre es real; “las apariencias engañan”.

Y, para agravar las cosas, el conocimiento de la realidad se hace imposible si no somos escépticos y hemos dejado de hacernos preguntas, con lo cual dejamos que otros -con intereses perversos- nos digan lo que es la realidad:

 

“Lo repetimos una y otra vez: estamos viviendo realidades virtuales. Conocemos el mundo a través de la televisión, que muchas veces no lo representa tal como es sino que lo reconstruye (reconstruía con fragmentos de archivo la guerra del Golfo) o incluso lo reconstruye ex novo(Gran Hermano). Lo que vemos, cada vez más son remedos de la realidad...”[4]

 

En los últimos años hemos vivido rodeados y bombardeados de mentiras sobre la Pandemia desencadenada por el virus chino y sobre la guerra en Ucrania. Y, además, debemos saber diferenciar las mentiras de las tonterías: los indígenas, los “izquierdistas” que les respaldan y los gobernantes dicen tonterías. Ahora y siempre los candidatos han dicho mentiras, puesto que la mentira es el “instrumento” de trabajo y la estrategia consustancial de los políticos; y los votantes les creen y construyen tonterías en sus mentes.

Así que -si queremos vivir conscientemente- no nos queda más que PENSAR (es muy útil dejarse ayudar por “Aprender a pensar” de Heidegger), investigar hasta llegar a la esencia de los fenómenos, no quedarse en las apariencias.

Por ello necesitamos la investigación científica para conocer la realidad y, una más profunda aún, para transformarla. Pero, antes que nada, necesitamos que nuestro pensamiento sea escéptico respecto de todo (especialmente de lo que oímos y leemos en los centros educativos, en los medios de comunicación, en las redes sociales y, más que nada, de lo que nos dicen las “autoridades” de todo tipo, especialmente las políticas e ideológicas), para que nos interesemos en buscar lo que hay escondido detrás de los simples fenómenos que percibimos, y no detenernos hasta llegar a la esencia de ellos y re-construir en nuestra mente la red de causalidad que produjo aquellos. Ese es el conocimiento objetivo: cuando en nuestra mente hemos construido una imagen que corresponde exactamente con la de la realidad externa, sin que falte ni sobre un solo componente de aquella.

De manera que los artículos que siguen son el resultado del proceso de pensamiento indicado pero, claro, de MI pensamiento; los lectores (en el caso poco probable que tenga alguno) deberán dudar de todo lo que lean -pero cumpliendo el consejo de Juan Montalvo: no se ponga furioso, no grite, no llore, no insulte al autor, no patee la computadora, COMPRENDA- y construir su propio criterio.

 

  1. LA VIDA

La vida en este planeta empezó hace -aproximadamente- tres mil ochocientos cincuenta millones de años cuando una célula eucariota se dividió y se reprodujo a sí misma, esa fue la vida primigenia. A partir de allí se fueron formando por selección natural los organismos, hasta los actuales organismos complejos, los cuales -también en miles de millones de años- formaron sociedades complejas. Pero en este artículo no voy a tratar de los aspectos biológicos de la vida -aunque me apasionan- sino de los sociales.

            El postulado fundamental que sustenta mi planteamiento es que el azar y la casualidad (no la caUsalidad) determinan el funcionamiento del Cosmos y las vidas de los organismos, no un sentido ni propósito alguno. Esto ha sido demostrado por la investigación de las ciencias físicas, químicas y biológicas, las tres únicas ciencias que, hasta el momento, ha logrado estructurar el cerebro humano.

            En 1953 James Watson y Francis Crick descubrieron la estructura del ADN como una doble hélice “en la que las dos cadenas moleculares giran en direcciones opuestas”[5]formada por 4 bases: adenina, timina, guanina y citosina como escalones de una escalera helicoidal formada por azúcar y fosfato.

            

“...habíamos descubierto el secreto de la vida... Crick estaba en lo cierto. Nuestro descubrimiento puso fin a un debate tan antiguo como la especie humana. ¿Tiene la vida una cierta esencia mágica y mística o es el resultado, como cualquier reacción química realizada en una clase de ciencias, de procesos físicos y químicos normales? ¿Hay algo divino en el fundamento de una célula, que la vivifica? La doble hélice respondió a esa pregunta con un no definitivo...

                        El viaje intelectual que había comenzado con Copérnico, desplazando a los hombres del centro del universo, y continuado con Darwin, que insistía en que los hombres son simplemente monos modificados, al fin había centrado su atención en la esencia misma de la vida... La doble hélice es una estructura elegante, pero su mensaje es absolutamente prosaico: la vida es sencillamente una cuestión de química...”[6]

 

            En efecto y por ejemplo, las proteínas (larga secuencia de aminoácidos) que forman aquellas células eucariotas que dieron lugar a la vida están compuestas por átomos -básicamente cuatro: hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y carbono- cuya presencia en el planeta sólo fue posible porque casualmente se estrellaron contra él meteoritos provenientes de estrellas lejanas, que dejaron dichos átomos en la Tierra. Para que esto último ocurra fueron necesarias muchísimas casualidades, por ejemplo, la variación en una milésima de grado en la trayectoria de uno solo de los meteoritos o una mínima variación química en la composición de la atmósfera terrestre habrían imposibilitado que hubiese vida en este planeta.


Y, luego de que se produjera la vida, para que se formasen los seres humanos a partir de aquellas células primigenias fueron necesarias miles de millones de otras casualidades o intervenciones del azar, si una sola de ellas no hubiese ocurrido, no habríamos existido.

            

“Estamos tan acostumbrados a la idea de nuestra propia inevitabilidad como especie dominante de la vida que es difícil comprender que estamos aquí sólo debido a oportunos impactos extraterrestres y otras casualidades aleatorias… Durante casi 4.000 millones de años, nuestros antepasados consiguieron colarse a través de una serie de puertas que se cerraban cada vez que necesitábamos que lo hiciesen. Stephen Jay Gould lo expresó sucintamente con palabras bien conocidas: <Los seres humanos estamos aquí porque nuestra línea concreta nunca se rompió…. ni una sola vez en los miles de millones de sucesos que podrían habernos borrado de la historia>”[1]

 

Lo anterior, la determinación del azar en nuestra existencia como especie, se repite en lo que respecta a cada individuo, puesto que el hecho de que específicamente “ése” espermatozoide (uno solo de 50 millones en cada eyaculación) fertilice “ése” óvulo, justo en el momento preciso en que ocurren múltiples condiciones físicas, químicas, biológicas y sicológicas en “ése” hombre y “ésa” mujer, implica la concurrencia de miles de hechos azarosos.

Y, para colmo, una mínima mutación en uno solo de las decenas de miles de genes del hombre y de la mujer que intervinieron en el proceso de gestación pudo producir un defecto en el nuevo ser, y en quien escribe este artículo, que me habría imposibilitado total y definitivamente que lo haga.

 

“A lo largo de la historia, los seres humanos (como todas las especies, de hecho) hemos estado combatiendo los regalos envenenados de la naturaleza, frente a la opción de aceptarlos sin más. La madre naturaleza nos ha brindado innumerables sufrimientos, que ha distribuido de forma poco equitativa. Así, tratamos de concebir el modo de combatir plagas, curar enfermedades, solucionar la sordera y la ceguera u obtener mejores plantas, animales o vástagos.

            Darwin escribió sobre el <torpe, manirroto, errático, pobre y horriblemente cruel obrar de la naturaleza>. Él descubrió que la evolución no lleva la huella de un diseñador inteligente ni de un dios benévolo. De hecho, hizo una lista detallada de frutos de la evolución que se podrían tildar de defectuosos, incluidas las infecciones del tracto urinario en los machos de los mamíferos, el drenaje deficiente de los senos de los primates o la incapacidad de los seres humanos para sintetizar la vitamina C.

            Estos defectos de diseño son meras excepciones. Son la consecuencia natural del modo en que la evolución avanza, que da un tropezón tras otro y confecciona nuevos contenidos... en lugar de seguir un plan de ordenación con un producto final en mente. La principal guía de la evolución es la aptitud reproductiva, que se basa en qué rasgos sirven para que un organismo se reproduzca más, un proceso que admite, y hasta quizá alienta, todo tipo de plagas, incluidos los coronavirus y los cánceres, que azotan a los organismos una vez que estos han pasado ya su edad óptima para concebir. Todo esto no quiere decir que, por mero respeto a la naturaleza, debamos dejar de investigar formas de combatir los coronavirus y el cáncer...”[2]

 

De manera que, si para que un ser humano exista fue necesaria la concurrencia de decenas de miles o millones de fenómenos casuales o azarosos, la no ocurrencia o fallo de uno solo de ellos habría significado la inexistencia y, si la vida es algo bueno, cada uno de nosotros se sacó el gordo de la lotería cósmica, ¡sin siquiera haber comprado el boleto!

Veamos el problema con más complejidad: un individuo nace en una época -histórica y geológica- un continente o zona climática del planeta, en un país, una región de ese país, una ciudad de esa región, un barrio de esa ciudad y una familia de ese barrio, todos ellos muy específicas y muy singulares. Cualquier pequeña diferencia en cada uno de esos ámbitos implica y determina una inmensa diferencia en todas las características de aquel ser humano.

Pongo un ejemplo: un bebé nacido en el siglo 5 a.C., tuvo una vida completamente diferente a la de otro nacido en el siglo XX d.C.; y, obviamente, ninguno de ellos escogió cuándo nacer. Pero más aún, dos bebés nacidos el mismo día, a la misma hora, en el mismo minuto, pero el uno en los 60 grados de latitud norte, en Suecia, en Estocolmo, en el barrio Hammarby Sjostad, en una familia estable y completa de la burguesía alta, y varón, va a tener una vida absolutamente diferente a otro nacido en los 23 grados de latitud sur, en Brasil (o en Haití, Ecuador, Bangladesh, Sudán, Siria o cualquiera de los centenares de países fallidos existentes en este infortunado planeta), en Río de Janeiro, en una favela, en una familia sub proletaria sólo atendida por la madre, y mujer. El primero va a disfrutar de la protección familiar, alimentación, salud, atención médica, educación, recreación y trabajo tan buenas que le proporcionarán bienes y servicios más abundantes de los que se requiere para una vida digna; mientras que la otrita estará sub alimentada, con pésima salud, ninguna educación ni recreación, vivirá en medio de la violencia familiar y colectiva, recogerá basura o venderá su cuerpo, sufrirá penalidades sin cuento y morirá joven y tuberculosa.

¿Acaso esos bebés escogieron alguna de las características de su nacimiento? ¿Acaso la segunda tiene la culpa y la primera se ganó su lugar de nacimiento? No. Todas las coyunturas que determinaron su vida fueron producto del azar. Pero las vidas de ellos serán absolutamente diferentes. Y, lo que es peor, sus capacidades físicas, cerebrales y aptitudes mentales, serán diferentes. El primero deseará ser inmortal (los faraones egipcios querían ser inmortales porque disfrutaron de la vida, mientras que los constructores de las pirámides querían cada día que una piedra les mate de contado; los multimillonarios de esta época quieren ser inmortales mientras que los desempleados quieren morir hoy en la noche) mientras que la segunda -en sus pocos momentos de lucidez- habrá lamentado haber nacido.

A partir de haberse producido el nacimiento de los seres humanos, en una sociedad esencialmente injusta, depredadora de sus propios miembros, egoísta y perversa, el azar produce los extremos de bienestar o miseria y sus múltiples grados intermedios. Eso del “self made man” es puro cuento, proclamado por algún vanidoso que ignora las casualidades que le tocaron por azar, de las cuales se aprovechó o medró. Bueno, no le voy a restar méritos a un ser humano si superó alguna adversidad; por ejemplo Anton Van Leeuwenhoek, un dependiente de una tienda de paños y luego ujier del ayuntamiento inventó el microscopio y fue el primero en ver bacterias; Michael Faraday, aprendiz de encuadernador, descubrió la inducción electromagnética e inventó el generador y el transformador eléctricos; Joseph Henry, un aprendiz de relojero, inventó el telégrafo (no fue Morse, él solamente lo patentó), descubrió la autoinducción eléctrica, el relé, el motor eléctrico, la meteorología y, en parte, el teléfono; el zapatero William Sturgeon inventó el electroimán, etc. Son unos pocos ejemplos de personas que, en medio del caos y el azar en que les tocó vivir y que los colocó en la pobreza, salieron fortalecidos y mejoraron la vida de la humanidad.[3]

Veamos un ejemplo del azar en la vida diaria:

 

“El caos rige incluso nuestras vidas. Imagina, por ejemplo, que te metes en el coche y, antes de arrancar, te das cuenta de que la solapa de tu chaqueta ha quedado enganchada a la puerta. ¿Qué haces entonces? Abres la puerta, te acomodas la solapa, cierras la puerta y arrancas. Has perdido cinco segundos en ese proceso. Cuando llegues a la primera esquina, aparece un camión que te atropella. Resultado: te quedas parapléjico para el resto de tu vida. Ahora imagina que no se te ha enganchado la solapa de la chaqueta en la puerta. ¿Qué ocurre? Arrancas inmediatamente y llegas a la esquina cinco segundos antes, ¿no? Miras a la derecha, ves el camión que se acerca, esperas a que pase y después prosigues tu viaje. Ésta es la teoría del caos. A causa de la solapa de la chaqueta enganchada en la puerta del coche, has perdido cinco segundos que marcarán la diferencia durante lo que te queda de vida...

Pequeñas causas, grandes efectos… Todo es causa de todo y provoca consecuencias que se vuelven causas de otras consecuencias, en un eterno efecto dominó en que todo está determinado pero permanece indeterminable...”[4]

Otra gran enseñanza que debemos extraer del episodio descrito es que todo acto tiene múltiples consecuencias, en el individuo y en la sociedad, así como toda inacción también tiene múltiples consecuencias. Ser consciente de ello, asumir las consecuencias de los propios actos y, también, de la abulia propia, es lo que se define como RESPONSABILIDAD.

La complejidad de la realidad -que desborda la capacidad del cerebro humano para comprenderla y actuar sobre ella- en la que el azar es permanente, ha llevado -en mi criterio- a que el ser humano al verse muy vulnerable en su vida diaria y siempre en peligro su supervivencia, desde su etapa de cazador-recolector haya ejercido el egoísmo como arma de supervivencia; el cual, de comportamiento consciente, con el paso de las generaciones fue inscribiéndose en los genes -el gen egoísta- y convirtiéndose así en inconsciente y reflejo, dejando casi en desuso el gen altruista que le sirvió para sobrevivir en su etapa de vida en la comunidad primitiva, el cual lo utiliza casi solamente en momentos en los que no esté en juego su supervivencia. De manera que el gen que le permitió sobrevivir dignamente durante millones de años, ahora le permite sobrevivir vergonzosamente a costa de sus semejantes, de la vida de plantas y animales y de la extinción de las condiciones de su propia existencia.

En diez mil años desde la Revolución Neolítica al pasar a la etapa de agricultor y pastor y luego a la sociedad de mercado, el gen egoísta domina completamente la conducta humana, ahora incluso cuando no está en juego su supervivencia sino para acumular cosas y riqueza de manera desaforada. Toda planta, animal y semejante es susceptible de depredación e incluso muerte y devastación total para provecho del ser más egoísta.

            En estos últimos meses me han impactado varios acontecimientos que no son novedosos porque han atormentado a los seres humanos desde las primeras tribus, a pesar de ser tan absurdos; por ello me indigna que no hayan sido enfrentados con entereza y sigan produciendo tanto sufrimiento. Aunque los sufrimientos son los compañeros fieles e inseparables de los seres conscientes, algunos pueden ser evitados, entonces, ¿por qué no se lo hace? Primero porque no se entiende la complejidad de la vida, y segundo porque el sufrimiento de la mayoría es necesario para el hartazgo de la minoría: “no hay fortuna sin expolio”.

Eso explica que en toda la historia haya existido un solo Jesús.

En síntesis, tres factores explican la tragedia de la sociedad humana y del planeta: la complejidad de la realidad -inabarcable para el cerebro humano-, el azar y el caos como una suerte de algoritmo de selección de acontecimientos y, lo que es perverso, el egoísmo de unos seres humanos con otros, o sea, el sufrimiento de la mayoría -de los más humildes y de los más inocentes- provocado por la estupidez de la minoría.

Una vez identificados los tres factores que explican la tragedia, ahora toca resolver ese problema. Al primer factor, la complejidad de la realidad no podemos simplificarla, pero sí podemos ampliar la capacidad de comprensión del cerebro humano, claro que no físicamente sino mediante su uso intensivo desde la infancia y su entrenamiento mediante la educación (desde nueve meses antes de nacer); la ampliación y profundización de la cultura, el escepticismo, la formulación incesante de preguntas y la búsqueda de respuestas (no dando mucho valor a lo que diga la ”autoridad”, sea profesor, Papa, cura, periodista, gobernante, vecino o aplastador de teclas por las redes sociales); en suma, practicar la investigación científica.

Al segundo factor, el azar, no podemos modificarlo ni controlarlo.

Pero los más inteligentes saben sacar partido de la casualidad y hacerse más útiles y más grandes con ella. Por ejemplo, múltiples casualidades contribuyeron a edificar la genialidad de Alexander Fleming: séptimo de ocho hermanos de una humilde familia campesina, caminaba catorce kilómetros cada día para ir a la escuela, caminata y escuela que aprovechó para asombrarse con el mundo y tratar de entenderlo; empleado en un trabajo contable que le aburría, por casualidad recibió una herencia y se puso a estudiar medicina; en su niñez le gustaba cazar y, por casualidad, el Departamento de Inoculación del hospital en el que estudiaba tenía un club de tiro, así que tuvo que entrar a trabajar en el laboratorio para ser miembro del club de tiro de fusil; le dio una gripe y, por casualidad, estornudó sobre el cultivo que estaba estudiando de sus bacterias de la gripe y descubrió que la secreción que expulsó en el estornudo mataba las bacterias, con lo que siguió investigando y descubrió que los mocos, la saliva, las lágrimas y otros fluidos corporales matan a los microbios; que esos fluidos tienen una enzima, la lisozima, que mata las bacterias. Pero siguieron las casualidades: el último día del verano de 1928 al salir de vacaciones olvidó en su mesa unas placas de Petri con colonias de bacterias. Cuando regresó de sus vacaciones encontró que las placas estaban contaminadas por un moho que había matado a todas las bacterias, estudió el moho y descubrió que pertenecía al género penicillium, y así, por casualidad, encontró lo que llevaba tantos años buscando: un antibiótico natural que no atacaba a los leucocitos: la penicilina, capaz de acabar con los microbios que provocan la neumonía, la meningitis, la amigdalitis, la escarlatina, la difteria, etc. “El medicamento que más vidas ha salvado en la historia de la humanidad”. El mismo Alexander Fleming dijo que su vida había estado marcada por la casualidad. “Sin embargo, para que una coincidencia llegue a convertirse en un gran descubrimiento hacen falta tesón, imaginación, curiosidad y la preparación de una mente científica”.[5]

El tercer factor, el egoísmo y la estupidez, parece que va a desaparecer junto con la especie.

Así que debemos asumir la tarea, responsabilizarnos de poner todas las condiciones para anticipar y resolver el máximo número de situaciones azarosas y caóticas que se produzcan en la vida diaria, aunque está claro que no podremos identificar ni prevenir todas. Y, claro, ser cristianos, a ver si dos mil veinte y tres años después de la muerte de Jesús aparece el primer cristiano, hace bastante rato que ya era hora.

            De manera que, puesto que no nacimos con ningún propósito pre-establecido o pre-destinado[6], pues ese propósito lo tenemos que formular nosotros mismos una vez alcanzada la madurez intelectual; o sea un objetivo general de vida, que se vaya cumpliendo mediante objetivos particulares por época: educativa, profesional, de retiro; incluyendo lo referente a la conformación de una familia. Cada objetivo particular debe tener sus propios objetivos específicos por año (en lugar de los cursis objetivos o propósitos que se formulan al calor de abrazos, comidas y brindis de fin de cada año). Y cada objetivo específico debe tener sus actividades mensuales, semanales o diarias. O sea que hay que PLANIFICAR la vida, no dejarla al desgaire, ni al azar, ni despertarse cada día como si todos fuesen iguales, “a ver qué pasa”.

            Mi entrañable amigo, el Arquitecto y artista Carlos Veloz von Reckow, compañero de banca y luego colega profesor de la Facultad de Arquitectura[7], me reñía porque mis planificaciones eran “demasiado matemáticas” y no dejaban lugar a la creatividad. No, no me gustan las sorpresas, y menos las que pueden causar disgustos y tragedias.

            Rosalind Franklin, científica británica que, mediante la difracción de rayos X[8]logró captar la fotografía del ADN (la famosa Fotografía 51) y calcular matemáticamente su estructura -con base en cuyos estudios James Watson y Francis Crick descubrieron aquella-, a sus veinte años “en una carta dirigida a su padre, con quien, como buena e inteligente hija, discrepaba en varias cuestiones” le decía:

 

La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas. Para mí la ciencia da una explicación parcial de la vida. Tal como es se basa en los hechos, la experiencia y los experimentos... Estoy de acuerdo en que la fe es fundamental para tener éxito en la vida, pero no acepto tu definición de fe, la creencia de que hay vida tras la muerte. En mi opinión, lo único que necesita la fe es el convencimiento de que esforzándonos  en hacer lo mejor que podemos nos acercaremos al éxito, y que el éxito de nuestros propósitos, la mejora de la humanidad de hoy y del futuro, merece la pena de conseguirse.[9]

 

            ¡IMPRESIONANTE! Esta niña debió ser uno de los seres más inteligentes de la especie y, claro, los mejores se mueren antes. Cada palabra de ese corto párrafo contiene una enseñanza. Vamos a ver.

            Primero, no hay otra oportunidad. No hay vida después de la muerte.

            Una vez que las neurociencias han demostrado que la transformación de estímulos exteriores desde los órganos de los sentidos hasta la formación de sensaciones e imágenes en el cerebro; la elaboración de pensamientos, su almacenamiento e interrelación para la formación de pensamientos complejos e ideas abstractas; el mal llamado libre albedrío (que, al parecer, no existe, puesto que las decisiones y su ejecución se producen unas fracciones de segundo antes de que las tomemos conscientemente, o sea que el cerebro reacciona antes como consecuencia de los genes heredados y de la experiencia adquirida por cada uno) y la conducta, se producen en el cerebro por la interrelación de millones de neuronas y sus axones mediante procesos químicos y electrónicos, todo pre-programado y comandado por el ADN; entonces no queda base objetiva para el alma. El llamado espíritu es un componente del proceso mental, que se produce en el cerebro, un órgano material. Muerto el cerebro se acaba todo, los órganos se descomponen en sus componentes moleculares, estos en sus átomos y estos van a formar otros organismos u objetos inanimados. 

            Así que, si no hay otra oportunidad, debemos aprovechar todas las que se presenten. Cada día pasa un tren lleno de oportunidades, si lo dejamos pasar lo perdemos de manera definitiva. Mañana pasará otro, pero será diferente. Así que el pecado más grave es la abulia. No se ha demostrado la existencia de otra vida después de esta, pero tampoco se ha demostrado que no la haya, aunque las evidencias científicas están con esta opción. En caso de haberla, yo paso. No se me dio la oportunidad de aceptar o no esta, y la mínima decencia obliga a que se me pregunte si quiero o no la otra. Pues no. Yo paso. Se la cedo a las decenas de miles de millones de semejantes que la pasaron fatal en la vida terrena.

            Segunda enseñanza de Rosalind Franklin: “El éxito en la vida es trabajar en la mejora de la humanidad de hoy y del futuro”. No en acumular dinero ni pendejadas, no en tener una mansión enorme con piscina y baño turco en la Costa Azul ni en Tumbaco ni en ninguna parte; no en tener el coche más caro, no en ser alabado y recibir honores de los demás, no en aparecer en la televisión, no en tener millones de seguidores en las redes sociales, todo eso es pura basura, y la más repugnante, porque generalmente los canallas la logran a costa del sufrimiento de los demás.

            Así que hay que tomar la vida en las manos y manejarla conscientemente. Tenemos una guía o un marco estructural: la que nos sugiere Jesús; olvidémonos de “sus” palabras, que nunca sabremos si realmente las pronunció, es su vida lo que importa y debe ser -en mi muy particular criterio- la referencia de la nuestra. Enmarcada en su ejemplo de vida, planificar la nuestra.

No sabemos por dónde y con qué intensidad nos vendrán los golpes pero, primero, conociendo la esencia de la realidad podremos anticipar los golpes del azar y, segundo, debemos prepararnos, educarnos, entrenarnos y vivir concentrados como arqueros de fútbol con defensas turulatos, para asimilar los golpes, recuperarnos de ellos y, más bien, salir fortalecidos.

Eso nosotros, que ya estamos metidos en el embrollo, pero ¿Y los que vendrán? Si ya sabemos de sobra que la vida es así de complicada e, incluso, una espantosa tragedia, tanto que -al parecer- Jorge Luis Borges definió la vida como “una maldita cosa después de otra...” y yo completé: “...y más pequeña que la siguiente”. Si ya sabemos de sobra que es así, y jamás nadie ha sido capaz de salir airoso dignamente sin hacer daño a los demás (aunque muchos se han engañado solitos creyéndose unos “tipazos”), entonces es de responsabilidad elemental y sería criminal no pensar en salvaguardar la vida de los inocentes y más que vulnerables niñitos que vendrán. Este tema es el siguiente que paso a tratar.-

 

LMG: este artículo empezó a fraguarse en 1948, hasta aquí lo terminé el 17 de enero del 2023, pero seguiré trabajando en él.

 



[1]UNA BREVE HISTORIA DE CASI TODO. Bill Bryson. Págs. 417-418.

[2]EL CÓDIGO DE LA VIDA. Jennifer Doudna, la edición genética y el futuro de la raza humana. Walter Isaacson. Editorial DEBATE. Págs. 794-796 iPad.

[3]MOMENTOS ESTELARES DE LA CIENCIA, Isaac Asimov, Págs. 34-65.

[4]José Rodrigues dos Santos. “La fórmula de Dios.” Roca Editorial, 2013. iBooks. Págs. 609-610.

[5]HÉROES DE LA CIENCIA. María José Sánchez y Victoria Simó. Ediciones Siruela. Págs. 185-195. (Este libro me lo prestó mi nietecita de once años; ya está contribuyendo a mi formación).

[6]Los jesuitas del Colegio nos decían: “cuando les creó, Dios tuvo un proyecto para cada uno”. Puro cuento. El neurólogo Victor Frankl en su libro EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO, en mi criterio, tampoco pudo demostrar la existencia de ese “sentido”.

[7]Infortunadamente, falleció en octubre del 2012 durante una sesión de quimioterapia.

[8]Tal vez por su arduo trabajo con rayos X contrajo cáncer de ovario y murió en 1958 a los 37 años de edad. No se reconoció su trabajo al concederse el Premio Nobel de Fisiología o Medicina a Watson, Crick y Wilkinson en 1962.


[1]Arquitecto, Magíster en Historia, PhD en Urbanismo Ecológico. http://leonardominogarces.blogspot.com/

[2]COSMOS. Carl Sagan. Pág. 92.

[3]EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA HUMANA. Edward O. Wilson. Pág.138

[4]DE LA ESTUPIDEZ A LA LOCURA. Crónicas para el futuro que nos espera. Umberto Eco. Pág. 133 en iPad.

[5]ADN. El secreto de la vida. James D. Watson. Editorial Taurus. Ipad. Pág. 12.

[6]Watson. Op.Cit. Págs. 13-14.