sábado, 21 de septiembre de 2019

LA MONSTRUOSA IRRESPONSABILIDAD DE NO USAR EL CEREBRO

LA MONSTRUOSA IRRESPONSABILIDAD DE RENUNCIAR A USAR EL CEREBRO


                  Hace algunos días (2019-09-17) vi en un noticiero de la televisión internacional a tres seres humanos realizando labores diferentes pero igualmente inútiles: toda la responsabilidad del primero -en uniforme militar- era abrir y cerrar la puerta para que entren y salgan los otros dos; el segundo era un rey (en serio, ¡en pleno siglo XXI todavía hay reyes! ¡Con el beneplácito y hasta orgullo de millones de súbditos! ¡Inaudito!) que recibía a un político jefe de partido, y el tercero, obviamente era este último. El segundo y el tercero eran tan inútiles que, como resultado de su “esforzada labor” todo un país permanecía sin gobierno durante casi un año. Y el primero dedicaba su vida a abrir y cerrar puertas. Del tercero, un joven barboncito con apellido de estado civil, un notable escritor de su país dice entre asombrado y asqueado que en cada una de sus frecuentes intervenciones públicas “no desaprovecha ocasión de soltar imbecilidades. Pero no imbecilidades inofensivas, sino dictadas por la mala fe. Un camorrista autosatisfecho, no se entiende satisfecho de qué...”[1]
                  Esa visión me produjo profunda repulsión. De los tres seres humanos, el 100% desarrollaban labores inútiles o perjudiciales para el resto de sus congéneres. Lo que me sumió en tan honda lamentación que provocó estas preguntas: ¿Se justifica todo lo que costó a la naturaleza producir el cerebro humano y a la humanidad adiestrarlo, para que el resultado final sea éste? Con todo el potencial que ha demostrado el cerebro humano, ¿cómo puede emplearse en estas labores? ¿No constituye una aberración imperdonable? ¿Cómo pueden haber decidido por su propia y libre voluntad ser estúpidos? ¿Acaso lo son tanto que no se dan cuenta de la tremenda irresponsabilidad que sus vidas implican?
                  Entonces comencé a contrastar esas vidas con la realidad del mundo:

“En todo el mundo, 1 de cada 5 adolescentes no asiste al colegio, en comparación con la proporción de los niños en edad de educación primaria, que es de 1 de cada 11. Por lo tanto, los adolescentes tienen el doble de probabilidades de estar sin escolarizar que sus compañeros más jóvenes. Este informe, financiado por la Alianza Global por la Educación, también muestra que, según los niños se hacen mayores, el riesgo de que nunca comiencen el colegio o de que lo abandonen aumenta. Alrededor de 63 millonesde adolescentes entre 12 y 15 años están privados de su derecho a la educación, según el nuevo informe que lanzamos desde UNICEF junto al Instituto de Estadística de la UNESCO.

En total, 121 millones de niños[2] y adolescentes nunca han ido a la escuela o la han abandonado, a pesar de la promesa de la comunidad internacional de alcanzar una Educación para Todos en 2015...
Los niños que viven en zonas de conflicto, los niños que trabajan y aquellos que sufren discriminación por etnia, género y discapacidad son los más afectados...
“Necesitamos intervenciones específicas para llegar a las familias desplazadas por el conflicto, las niñas obligadas a quedarse en casa, los niños con discapacidad y los millones que son obligados a trabajar...” [3]

 

                  Esos son los millones de seres humanos que no tienen ni tendrán la oportunidad de educarse, de salir de la pobreza, la que conduce a la enfermedad y a penurias sin fin durante toda su vida.

                  Mientras aquello ocurre, en contraste se dan dos realidades: primero, unos pocos cientos de personas disfrutan de la riqueza producida por el resto de la humanidad y, segundo, miles de millones desperdician el privilegio de la alfabetización y la educación que, sin merecerlo ni buscarlo, han obtenido gracias a la lucha –e incluso la cárcel, torturas y muerte- de unos pocos seres humanos dignos que han ofrendado su vida por la libertad e igualdad de toda la especie humana.

                  El primer problema es un producto lógico de los sistemas seculares de explotación y expolio que han permitido a esos pocos apropiarse de la riqueza de todos. Siendo un problema secular de la humanidad desde que los cazadores-recolectores se transformaron en agricultores y ganaderos y generaron un excedente productivo del que se apropiaron sus dirigentes, no lo trataré por esta, casi, única vez.

                  Ahora voy a ocuparme de aquellos miles de millones que, disfrutando de un privilegio que se niega –de manera perversa- a 121 millones de niños y 63 millones de adolescentes, lo malgastan, lo desprecian o simplemente no lo utilizan, como los tres individuos que motivaron este artículo. Por ello en el título del mismo he puesto que, por su propia voluntad renuncian a usar el cerebro o, lo que es lo mismo, “deciden ser estúpidos”; y me propongo poner el dedo en la llaga para describir y denunciar la tremenda irresponsabilidad que aquello conlleva.

                  Vamos a ver.

 

Los insectos sociales, que en la actualidad dominan el ambiente de los invertebrados terrestres, hicieron su aparición evolutiva, en su  mayor parte, hace más de 100 millones de años... el origen de los termes hace 220 millones de años... el de las hormigas hace unos 150 millones de años... y el de los abejorros y abejas melíferas hace aproximadamente 70-80 millones de años...

       En su conjunto, el ritmo de la evolución de hormigas y termes fue lo bastante lento para resultar equilibrado por la contraevolución en el resto de la vida. Como resultado, estos insectos no pudieron despedazar el resto de la biosfera terrestre por la fuerza de su número, pero se convirtieron en elementos vitales de ella. Los ecosistemas que en la actualidad dominan no sólo son sostenibles, sino que dependen de ellos.

       En marcado contraste, los seres humanos de la única especie Homo Sapiensaparecieron en los últimos cientos de miles de años y solo empezaron a expandirse por el planeta en los últimos sesenta mil años. No hemos tenido tiempo para coevolucionar con el resto de la biosfera. Las demás especies no estaban preparadas para la embestida.Esta insuficiencia tuvo pronto consecuencias calamitosas para el resto de la vida.

       ...Somos una quimera evolutiva, y vivimos a base de una inteligencia regida por las demandas del instinto animal. Esta es la razón por la que estamos desmantelando estúpidamente la biosfera y, con ella, nuestras propias perspectivas de una existencia permanente... [4]

 

                  Los seres más organizados y colaborativos de la Tierra existen desde hace entre 220 y 80 millones de años. Los menos colaborativos y fundamentalmente egoístas apenas existen desde hace unos cuantos cientos de miles de años, pero vanidosamente se llaman a sí mismosHomo Sapiens.

 

...Para jugar el juego a la manera humana era necesario que las poblaciones en evolución adquirieran un grado de inteligencia aún mayor. Tenían que sentir empatía hacia otros, para medir las emociones tanto de los amigos como de los enemigos, para juzgar las intenciones de todos ellos, y para planear una estrategia para las interacciones sociales personales. Como resultado, el cerebro humano se hizo de manera simultánea muy inteligente e intensamente social. Tenía que construir con rapidez situaciones mentales hipotéticas de relaciones personales, tanto a corto como a largo plazo. Sus recuerdos tenían que viajar  a gran distancia en el pasado para recuperar situaciones hipotéticas pretéritas, y a gran distancia en el futuro para imaginar las consecuencias de cada relación. La amígdala y otros centros que controlan las emociones en el cerebro y en el sistema nervioso autónomo gobernaban los planes de acción alternativos... [5]

 

                  Parece claro que el cerebro de los ejemplos que motivan este artículo está muy lejos de cumplir con las características que el biólogo señala en el texto anterior. No “viajan a gran distancia en el pasado para recuperar situaciones hipotéticas pretéritas”, puesto que no actúan ni siquiera para superar penurias del pasado inmediato; ni tampoco “a gran distancia en el futuro para imaginar las consecuencias” de sus actos irresponsables. No tienen idea de “planes de acción alternativos”, puesto que siguen mecánica y abúlicamente los dictados de una costumbre a todas luces equivocada y de graves consecuencias para todos los habitantes de su país. O sea que perdieron o, voluntariamente no utilizan las virtudes del cerebro de sus antepasados de hace cientos de miles de años.

                  Ahora veamos lo que le costó a la naturaleza formar ese cerebro que comenzó a dar  frutos hace cientos de miles de años y que, al parecer, ya no funciona:

 

La posible evolución de una especie puede visualizarse como un viaje a través de un laberinto.Cada vez que esta se acerca a un progreso importante... cada cambio genético, cada movimiento en el laberinto  hace que o bien la consecución de aquel nivel sea menos probable, o incluso imposible, o bien lo mantiene abierto para poder acceder a él en el siguiente movimiento. En los primerísimos pasos que mantienen vivas otras opciones, queda todavía mucho camino por recorrer, y alcanzar la meta última, muy alejada, resulta poco probable. En los últimos pasos solo queda una corta distancia por recorrer, y la consecución se hace más probable. El propio laberinto está sometido a evolución a lo largo del camino. Corredores antiguos (nichos ecológicos) pueden cerrarse, al tiempo que pueden abrirse otros nuevos. La estructura del laberinto depende en parte de quién lo esté atravesando, lo que incluye cada una de las especies.

       En todos los juegos de azar evolutivoque se dan de una generación a la siguiente, ha de vivir y morir un número muy grande de individuos... Para todo el recorrido de la evolución que lleva de nuestros ancestros mamíferos primitivos de hace cien millones de años al único linaje que se abrió camino para convertirse en el primer Homo Sapiens, el número total de individuos que fueron necesarios pudo haber sido de cien mil millones. Sin que lo supieran, todos ellos vivieron y murieron por nosotros[6]

 

                  ¿Valió la pena? ¿Valió la pena que cien mil millones de individuos muriesen para que finalmente la especie Homo Sapiensprosperase?

 

Muchos de los jugadores, entre las otras especies que evolucionaban, cada una de las cuales contenía por término medio unos pocos miles de individuos reproductores por generación, también menguaban y desaparecían con frecuencia. Si esto le hubiera ocurrido a cualquiera de la larga línea de antepasados que conducen hasta Homo Sapiens, la epopeya humana habría terminado enseguidaNuestros antepasados pre-humanos no eran elegidos, ni eran grandes. Simplemente tuvieron suerte[7]


                  Cabe repetir las preguntas: ¿Valió la pena? ¿Valió la pena que cien mil millones de individuos muriesen para que finalmente la especie Homo Sapiensprosperase?
                  Veamos ahora la complejidad de ese producto maravilloso de la evolución que requirió cientos de millones de años y que costó cien mil millones de vidas: el cerebro humano.

La parte más primitiva del cerebro humano comprende la médula espinal; la médula oblongata y la protuberancia anular,... que forman el cerebro posterior; y el cerebro medio o mesencéfalo. MacLean llama “armazón neural”, al conjunto integrado por la médula espinal, el cerebro posterior y el cerebro medio. Alberga los mecanismos neurales básicos de la reproducción y la auto-conservación, aspecto que incluye la regulación del ritmo cardíaco, circulación sanguínea y respiración. En un pez o un anfibio es casi todo el cerebro que existe, pero según MacLean, un reptil o animal superior privado de prosencéfalo  (cerebro anterior) es “tan insensible y tan inútil como un vehículo parado sin conductor”...[8]

                  ¡Me recuerda a las personas que motivaron este artículo!
                  El cerebro está conformado por tres componentes, cada uno de los cuales envuelve al más interno. Desde el más interno tenemos el complejo reptílico o complejo R, envuelto por el sistema límbico, y este envuelto por el neocórtex o corteza cerebral.


Imagen tomada de Sagan, Carl. Op.cit. pág. 60.

                  MacLean distingue “tres clases de elementos motrices del armazón neural”:[9]
1. El de formación más antigua, lo comparten con nosotros los restantes mamíferos y los reptiles; está envuelto por el cerebro medio. Probablemente se desarrolló hace varios centenares de millones de años. MacLean lo denomina el “complejo reptílico, o Complejo R”.
2. Rodeando al anterior, se encuentra el Sistema Límbico. Lo tienen también los restantes mamíferos y, en un grado mucho menos evolucionado, lo poseen asimismo los reptiles. Seguramente se originó hace más de 150 millones de años.
3. Por último, rematando lo que resta del cerebro, se encuentra el Neocórtex, sin duda la incorporación evolutiva más moderna. El hombre, los mamíferos superiores y los restantes primates poseen un Neocórtex proporcionalmente grande. En los mamíferos más evolucionados se aprecia un aumento gradual de esta zona cerebral. El más perfecto es el nuestro, junto con los delfines y los grandes cetáceos como las ballenas. Probablemente se constituyó hace varias decenas de millones de años.
                  El “Complejo R”desempeña un papel importante en la conducta agresiva, la territorialidad, los actos rituales y el establecimiento de jerarquías sociales. Estos rasgos configuran en buena medida el comportamiento burocrático y político del hombre actual. Sorprende comprobar en qué medida nuestros actos reales, en contraposición a lo que decimos o pensamos, pueden explicarse en función de las pautas que rigen la conducta de los reptiles. En cierto modo el Complejo R sigue desempeñando dentro del cerebro humano las mismas funciones que cumplía en el dinosaurio. Pero el ser humano es perfectamente capaz de resistir el apremio de ceder a los impulsos emanados del cerebro del reptil. Nuestra adaptabilidad y largo proceso de maduración impiden que aceptemos servilmente las pautas de conducta genéticamente programadas de que somos portadores. En nuestra mano está efectuar algunos ajustes sustanciales del papel que proporcionalmente corresponde a los diversos componentes del cerebro trino... (Págs. 65-68)
                  El Sistema Límbico. En este sistema se gestan las emociones intensas o singularmente vívidas; circunstancia que amplía de inmediato nuestra perspectiva acerca de la mente del reptil, en cuanto que ésta no viene caracterizada por indómitas pasiones ni calamitosas contradicciones, sino más bien por una dócil y torpe aquiescencia al modelo de conducta que le dictan sus genes y su cerebro.
                  Quizá sea dicho sistema el que controla la hilaridad, el sobrecogimiento y una gran variedad de sutiles emociones que solemos considerar privativas del hombre.
                  Las alteraciones de ánimo que acarrean los desequilibrios endocrinos son indicios de la conexión del sistema límbico con los estados de ánimo.
                  En el sistema límbico hay una pequeña inclusión en forma de almendra, llamada amígdala, que desempeña un importante papel en la génesis de los impulsos agresivos y de los sentimientos de temor.
                  Las perturbaciones del sistema límbico pueden originar irritaciones, miedo o emotividad intensa sin causa aparente. Quienes padecen esta dolencia experimentan sensaciones incomprensibles y sin conexión con la realidad, que les categorizan como enajenados mentales.
                  Existen motivos para creer que las raíces del comportamiento altruista se hallan en el sistema límbico.
                  La parte más primitiva del sistema límbico es la corteza olfativa, que produce intensa calidad emocional. En el hipotálamo, estructura situada dentro del sistema límbico, se localiza buena parte de nuestra capacidad de retención y evocación del pasado.
                  Una parcela del sistema límbico primitivo regula las funciones orales y gustativas, y otra las funciones sexuales. (Págs. 69-75)
                  El Neocórtex. La iniciativa y cautela están localizadas en el neocórtex, región donde se ubican muchas de las funciones cognitivas que mejor definen al hombre como tal.
                  El neocórtex tiene cuatro regiones o lóbulos: frontal, parietal, temporal y occipital. Cada una de ellas regula multiplicidad de funciones, muy distintas unas de otras, pero es probable que algunas sean ejercidas por más de un lóbulo a la vez.
                  Lóbulo Parietal: percepción espacial e intercambio de información entre el cerebro y el resto del cuerpo.
                  Lóbulo Temporal: tareas perceptuales. Las impresiones auditivas quedan localizadas en la capa superior del lóbulo temporal.
                  Lóbulo Occipital: vista. La información visual llega al cerebro por conducto del ojo y se concentra  primordialmente en el lóbulo occipital, a la altura de la coronilla. 
                  Lóbulo Frontal: reflexión y regulación de la acción. Anticiparnos y planear el futuro, (de lo que parecen carecer los sujetos que suscitaron este artículo). Facultades características de los seres humanos. Anticipación motora y cognoscitiva; evaluación de las posibles consecuencias de los movimientos voluntarios. Nexo entre visión y postura erecta y bípeda. El hecho de asentarnos sobre los dos pies liberó nuestras manos y nos permitió manipular con ellas, lo que posteriormente abocaría en un notable acrecentamiento de los  rasgos culturales y fisiológicos del hombre.
                  El lóbulo frontal interviene en las funciones genuinas del ser humano. Así que, si regulan el sentido de anticipación del futuro, deben ser el emplazamiento obligado de los sentimientos de inquietud, ansia y desazón. El precio que pagamos por la previsión del futuro  es la desazón que ello engendra. Sin duda el augurio de una calamidad no resulta muy divertido. Pero necesitamos de los componentes fatalistas de nuestra naturaleza para sobrevivir. Ellos fueron los artífices de una serie de doctrinas que aspiran en lo posible a interpretar el futuro y que han sido causa y origen de la ética, la magia, la ciencia y los códigos legales. La ventaja que procura el pronóstico de las catástrofes radica en la  posibilidad de adoptar medidas para impedir que se produzcan, sacrificando las ganancias inmediatas  a favor de unos beneficios a más largo plazo. Una sociedad que, como resultado de esta capacidad de anticipación, alcanza un alto nivel de seguridad material, genera el tiempo libre necesario para impulsar el progreso social y tecnológico.
                  Cabe decir, sin exagerar un ápice, que la civilización tal vez sea producto de la actividad de los lóbulos frontales.
                  Entre las manifestaciones del pensamiento abstracto radicadas en el neocórtex del hombre, destacan los lenguajes simbólicos, en especial la lectura, escritura y matemática, que parecen requerir la cooperación conjunta de los lóbulos temporal, parietal y frontal, y hasta quizá del occipital.
                  La auténtica y compleja retentiva propia del ser humano se halla emplazada en el neocórtex, lo que se corresponde con la aptitud del hombre para planear y anticiparse al futuro.
                  Cabe afirmar que el rasgo más específico del hombre es su capacidad de raciocinio y formulación de abstracciones. La curiosidad  y el afán de resolver dilemas constituyen el sello distintivo de nuestra especie. Por otra parte, las actividades que mejor identifican al hombre como ser pensante son las matemáticas, la ciencia, la técnica, la música y las artes, lo cual es mucho más amplio de lo que suele denominarse “humanidades”.
                  En la alegoría de la psique contenida en Fedro, el diálogo platónico, Sócrates compara el alma humana con un carro tirado por dos caballos, uno blanco y otro negro, que tiran en distintas direcciones y a los que el auriga apenas acierta a dominar. Los dos caballos representan al Complejo R y al Sistema Límbico; mientras que el auriga que apenas puede controlar las sacudidas del carro y el galope de los caballos equivale al neocórtex. Esta metáfora pone de relieve la considerable independencia y la tensión existente entre las partes constitutivas de la psique, rasgo que caracteriza al ser humano como tal. (Págs. 75-86)


Imagen tomada de Sagan, Carl. Op.cit. Pág. 77

                  Asombrados por todo el conocimiento anterior, es más pertinente repetir por tercera vez las preguntas: ¿Valió la pena? ¿Valió la pena que cien mil millones de individuos muriesen para que finalmente la especie Homo Sapiensprosperase? ¿Valió la pena que la naturaleza haya trabajado durante las últimas decenas de millones de años para formar el Neocórtex, o habría bastado con el Complejo R o “complejo reptílico”, formado hace varios centenares de millones de años? Es que la mayoría de seres humanos –y, entre ellos, fundamentalmente los dirigentes de la sociedad- solamente utilizan el complejo reptílico. ¡Ciento cincuenta millones de años de trabajo de la naturaleza en evolución, DESPERDICIADOS!
                  La respuesta sería: depende.
                  Sí, depende. Si hablamos de personajes[10]como Eratóstenes, Hiparco, Euclides, Epicuro, Dionisio de Tracia, Herófilo, Herón de Alejandría, Apolonio de Pérgamo, Arquímedes de Siracusa, Tolomeo, Hipatia de Alejandría, Tales de Mileto, Aristarco de Samos, Anaxágoras, Anaximandro de Mileto, Anaxímedes, Pitágoras de Samos, Alcmeón, Teodoro, Hipócrates, Empédocles, Demócrito de Abdera, Sócrates, Platón, Aristóteles, Jesucristo, Claudio Galeno, Paracelso, Andrea Vesalio, William Harvey, Santorio Santorio, Marcello Malphigi, Nicolás Copérnico, Ticho Brahe, Johannes Kepler, Galileo Galilei, Giordano Bruno, Charles Darwin y Alfred Wallace, Isaac Newton, Stanley Miller, Albert Einstein, Carl Sagan, Charles Bronowski, Edward O. Wilson, Daniel J. Boorstin, y seres humanos excepcionales similares, la respuesta es un SÍ CATEGÓRICO.
                  En el caso de otros personajes como por ejemplo: el etrusco anónimo inventor del arco de medio punto, el desconocido inventor de la arquitectura gótica, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Filippo Brunelleschi, León Battista Alberti, Francisco de Asís, Tomás Moro,  René Descartes, Francisco Eugenio de la Santa Cruz y Espejo, Juan Montalvo, Immanuel Kant, Christian Huygens, James Clerk Maxwell, Max Planck, Henry David Thoreau, Isaac Asimov, Stephen Hawking, Helen Lieberman,  y seres humanos excepcionales similares, la respuesta también es un SÍ CATEGÓRICO.
                  Pero, si hablamos de un ser humano cuya única tarea es abrir y cerrar puertas; de un político que no acierta a decir una sola frase coherente y, si finalmente lo logra es para engañar y chantajear vilmente a sus compatriotas; si hablamos de esos compatriotas que bobaliconamente lo creen y votan por él; de una persona cuya única tarea es sonreír, asistir a ceremonias de lujo, banquetes y comilonas, llevar una vida de lujos y presentar su mano para que se la besen; de un policía que se gana la vida cumpliendo las repudiables tareas de golpear, torturar y asesinar a sus semejantes cuando estos luchan para mejorar las condiciones de vida de todos, incluidos los mismos policías; de un militar que para llevar el pan a su mesa solamente debe trotar todo el día, marchar en una fila de autómatas y pararse firme frente a un retazo de tela coloreada; de un empleado público o privado que nunca ve a los ojos sino a los bolsillos de las personas que solicitan los servicios de su institución o empresa; de un joven adocenado o cenutrio que disfrutando de un privilegio inalcanzable para 121 millones de niños y 63 millones de adolescentes, se niega a estudiar y que, además, se atiborra de alcohol; de los técnicos que se limitan a hacer el trabajo sucio de los políticos y empresarios; de aquellos millones de individuos que cifran su felicidad en ignorar la realidad del mundo negándose a leer, etc., etc., pues la respuesta es un NO, IGUALMENTE  CATEGÓRICO.
                  Esto me recuerda una frase escrita por Bram Stoker en su novela DRÁCULA: “¿Conoce toda la anatomía comparada para poder decir por qué hallamos en algunos hombres las cualidades de los brutos y no en otros?”[11]
                  Pero, además, aquellos miles de millones que deciden no usar el cerebro y desperdician el enorme privilegio que tuvieron de acceder a la educación, en desmedro de centenares de millones de niños a los que se les negó aquel[12], su irresponsabilidad adquiere visos de monstruosidad si consideramos que son los dirigentes de la sociedad, sus reyes, gobernantes, políticos, legisladores y parlamentarios, dueños de empresas, periodistas, etc. O sea que quienes históricamente han conducido a la sociedad al estado de precariedad y miseria actuales, y al planeta al estado de destrucción de las condiciones de vida de todas las especies, y los que han acumulado la riqueza producida por toda la humanidad y su biodiversidad, nacieron con un cerebro privilegiadoque costó arduo trabajo a la naturaleza para formarlo y a la sociedad para adiestrarlo, pero ¡NO LO UTILIZAN! Se contentan con utilizar las facultades del “complejo reptílico”. ¡QUE DESPERDICIO! ¡QUE IRRESPONSABILIDAD! 

LMG. 2019-09-20
Día del natalicio de mi madre, hace 106 años. Va en su homenaje.


[1]EL PAÍS SEMANAL. “Dejar de meter la pata sin cesar”. Javier Marías. 3 de marzo del 2019.
[2]Según https://www.unicef.es/educacionson 262 millones los niños y adolescentes que no van a la escuela. Es lamentable que siendo la misma fuente, UNICEF, las cifras sean tan diferentes: 121<262 .="" a="" demasiado.="" en="" es="" escuela="" fin="" la="" ni="" no="" o:p="" o="" pero="" que="" solo="" un="" vaya="">
[3]https://www.unicef.es/noticia/ninos-sin-escolarizar-1-de-cada-5-adolescentes-no-puede-ir-al-colegio
[4]LA CONQUISTA SOCIAL DE LA TIERRA. Edward O. Wilson. Edición Debolsillo. Barcelona. 2015. Págs. 28, 29 y 27.
[5]Edward O. Wilson. Op.cit. Pág. 32.
[6]Edward O. Wilson. Op.cit. Págs. 37 y 38. Subrayados míos.
[7]Edward O. Wilson. Op.cit. Págs. 38 y 39. Subrayados míos.
[8]LOS DRAGONES DEL EDÉN. Carl Sagan. Editorial CRÍTICA. Barcelona. Pásg. 59 y 60.
[9]Lo que sigue es un resumen o paráfrasis del texto de SAGAN, Carl. Op.cit. Págs.61 y ss.
[10]Para conocer una breve reseña de la vida de los personajes que se mencionan en este párrafo, favor ver el libro UNA BREVE HISTORIA DEL AVANCE DEL CONOCIMIENTO, O CÓMO EL COSMOS SE CONOCIÓ A SÍ MISMO, y las consecuencias que esto tiene para la vida de cada persona; de mi autoría.
[11]DRÁCULA, Bram Stoker. Mestas Ediciones, S.L. Madrid. 2017. Pág. 224.
[12]En la Escuela Municipal Eugenio Espejo de Quito, entre 1953 y 1959, cuando algún niño intentaba disminuir su desempeño, nuestros profesores inmediatamente nos aleccionaban: “mira que hay cientos de niños afuera esperando ocupar tu puesto, si no te esfuerzas serás expulsado y reemplazado por uno de ellos.