miércoles, 3 de diciembre de 2025

PERVERSIDAD MÉDICA

¡INCREÍBLE, TRES CANALLAS CON SOTANA BLANCA!

 Y, ¡EN UN SOLO MES!



El viernes 14 de noviembre de este año, 2025, luego de un mes de calvario y pánico tuvimos que ir donde un “ginecólogo”, el cual tuvo un comportamiento inmoral y criminal que motiva este artículo. La relación sucinta es la siguiente:

            Empezamos el lunes 14 de octubre, en el consultorio de una ginecóloga que exhibió un discurso incoherente, contradictorio y confuso; y que terminó extrayendo muestras de fluidos, las puso en dos placas plásticas sacadas de debajo del escritorio y, previamente rascarlas (exactamente eso: rascarlas) con las uñas sucias (no se lavó las manos luego de ingresar desde la calle), forrarlas en papeles mugrosos y encerrarlas en un sobre igualmente mugroso, nos envió a un laboratorio patológico, no al que nosotros escogiéramos, sino exclusivamente al de su preferencia. También nos remitió a una clínica de osteoporosis para hacer una mamografía.

Esas placas estaban saturadas con miles de millones de microorganismos de las manos y uñas de la “doctorita” además de los de los papeles con las que las forró y los de los fluidos de la paciente. ¿Podría el laboratorio diferenciar unos de otros?

¡Primer canalla!

Fuimos de inmediato al Laboratorio Patológico, y nos ofrecieron los resultados para miércoles o jueves.

            Al siguiente día, martes 15, en la clínica de osteoporosis la atención fue perfecta, cordial y, lo principal, muy profesional. El médico (este sí, médico de verdad) realizó el examen junto con la revisión de las placas radiológicas tomadas meses antes, con prolijidad y detenimiento y, finalmente, nos felicitó porque todo estaba perfecto. 

            Los resultados del laboratorio patológico no llegaban, preguntamos el viernes a la “ginecóloga” y, por la noche nos dijo que “había muchas células malas”, con lo cual sembró el pánico, y nos recomendó varios médicos y una clínica en que podían atendernos. En seguida llegó el informe de resultados en el que, de manera sorprendente, luego de poner que todos los resultados indicaban una situación normal, en la última página ponía que había un problema serio. En ninguna parte mencionaba la existencia de “muchas células malas”.

            Enviamos los resultados a dos médicos en España y posteriormente los revisaron tres médicos más, en total cinco, y todos nos felicitaron por los resultados normales, pero se extrañaron de que el diagnóstico fuese contradictorio con aquellos, lo que hacía suponer que entre la ginecóloga, el laboratorio y sus médicos amigos recomendados existía una red perversa para secuestrarnos de por vida en una cadena de explotación criminal.

            ¡Segundo canalla: el citólogo del laboratorio!

            Al respecto vale hacer un paréntesis para lamentar y denunciar que esta es una práctica difundida por todo el mundo, según lo menciona un Profesor de la Universidad de Sevilla[1]:

 

para obtener beneficios y maximizarlos, un sistema sanitario privado no puede tener como objetivo reducir el número de enfermos, sino tener clientes recurrentes...” (subrayado mío)

 

            El viernes 24 de octubre fuimos a consultar a otro “médico”, el cual tenía los siguientes defectos: era obeso: si no puede cuidar su propia salud, ¿cómo va a poder cuidar la de los demás? Apenas comenzó a hablar intentó vendernos un aparato, pero al explicarnos su funcionamiento, yo le corregí y le expliqué cómo funcionaba realmente, ante lo cual enmudeció. Mientras hablaba masticaba chicle. En la pared del consultorio, sobre la cama de examen exhibía una tremenda fotografía -una gigantografia- de una chica mostrando las nalgas, ¿será porque, como es cirujano plástico, todo lo que tiene que ofrecer a sus pacientes es mandarlas a la vida alegre con unas nalgas más grandes que su panza?  Y, finalmente, nos remitió a un laboratorio para “un examen más preciso que el de la clínica de osteoporosis”. Este no fue un canalla, pero dejó mucho que desear de su profesionalidad. ¿O será que yo tengo estándares de calidad demasiado exigentes?

            El sábado 25, en el laboratorio respectivo, la atención también fue perfecta. Y, nuevamente, los resultados fueron favorables: todo está perfecto.

            Con todos los resultados, hicimos cita donde otro ginecólogo, habida cuenta que la anterior hizo gala de ignorancia, incoherencia y desaseo.

            Con ese sujeto se produjo la situación espantosa, inmoral y perversa que motiva este artículo, y que, esperando que la pantalla aguante el relato de tanta infamia, paso a exponer:

            Nos dio cita para el lunes 27 de octubre a las 10:30. Nos atendió a las 12:30, o sea que, el muy simple, a pesar de una practica de 40 años no sabe dimensionar sus citas. En esta cita estuvo racional y, luego y a pesar de revisar todos los exámenes anteriores con sus resultados positivos, nos envió a otro laboratorio, pero nos advirtió que debía ser el de su preferencia. Cuando el doctorcito exige un laboratorio específico yo comienzo a sospechar.

            Al siguiente día fuimos al laboratorio indicado, en un local repulsivo, lleno de gente, por lo que solicitamos que fueran a extraer la sangre a domicilio. Al siguiente día concurrió una chica muy profesional que realizó sus actividades de forma impecable.

            El mismo día, miércoles 29 de octubre, recibimos los resultados por correo electrónico y, simultáneamente, los recibió el “médico” que los solicitó.

            Los resultados, nuevamente fueron favorables, tanto en el informe como en el criterio de tres médicos a los que consultamos. Por favor poner atención a la frase: “los resultados fueron favorables”.

            A pesar de que solicitamos al “médico” que leyera los resultados y nos comunicara su opinión, este jamás nos contestó. Solicitamos cita, que se nos asignó para el miércoles 12 de noviembre a las 18:30 (o sea 14 días después). Media hora antes la secretaria anuló la cita y la pospuso para el viernes 14 a las 13:30.

            El viernes concurrimos a las 13:00. La sala de espera estaba desierta.

            A las 13:30 se presentó una chica con una apariencia normal, tranquila, incluso contenta. Pero la secretaria del sujeto la invito a pasar con la disculpa de que “se trataba de una emergencia”. Luego de una media hora salió la chica más contenta que antes.

            A las 14:00 se presentó otra chica, esta vez con minifalda y muy desenvuelta.

            A las 14:30 la secretaria le invitó a entrar con la disculpa de que “la pacientita tenía cita para las 13:00”. Puesto que habíamos esperado desde el miércoles anterior y, ese día ya una hora y media, se colmó mi paciencia y reclamé airado y en voz muy alta: “nosotros teníamos cita a las 13:30 y estamos esperando desde el miércoles pasado, esto una grosería”, y, a mi esposa: “vámonos de aquí”.

            Pues nada, media hora después la secretaria nos hizo entrar a otra sala de espera, desde la cual observé que la chica de minifalda salía de la sala de consulta oral (ojo a esa última palabra) con la ropa descompuesta y el pelo desarreglado; así pasó a la sala de consulta física. Al pasar de la una a la otra sala el sujeto nos gritó: “sólo les puedo atender diez minutos”.

            Luego de otra media hora salió la chica de la minifalda con el pelo alborotado y una sonrisa pícara.

            Entonces el sujeto nos hizo entrar a la sala de consulta oral (por supuesto que yo estaba con una mirada asesina). Revisó los resultados del examen que él pidió, y que, si hubiese sido un profesional responsable los hubiese analizado el miércoles 29 de octubre, o sea catorce días antes. El sujeto dijo lo siguiente, textualmente: “algunas hormonas están muy altas, así que te voy a recetar dos fármacos para elevarlas”. Obviamente, le cuestioné: “si las hormonas están elevadas, es una contradicción tratar de elevarlas más”. El sujeto respondió: “es que cuando están elevadas el cerebro ordena que bajen”. ¡Textualmente, eso dijo ese sujeto con sotana blanca! ¡Este pobre ignorante con cuarenta años de práctica médica desconoce todo el proceso que se produce desde que un gen o un conjunto de ellos, al detectar una condición irregular en el organismo, envían una señal al cerebro para que este ordene a las glándulas que produzcan hormonas! ¡Y quiere ordenar al cerebro que se espabile! 

            Y, luego de expedir la receta, no quiso seguir con la consulta, con el pretexto de que tenía que atender una emergencia. Yo le reclamé que nos había tenido esperando 16 días y tres horas esa tarde para una cita de diez minutos, y salí como alma que lleva el diablo. Mi esposa se quedó reclamando y salió luego.

            ¡TERCER CANALLA, y este con mayúsculas, un verdadero CANALLA PROFESIONAL!

             He leído de muchos canallas en la Historia, especialmente políticos corruptos, criminales y genocidas, pero estos tres son los primeros que conozco de carne y hueso.

            Buscamos por tierra, mar y aire un ginecólogo que alguien de confianza estuviera dispuesto a jurar que lo recomendaba, y el martes 18 de noviembre fuimos a verle. Este médico, luego de examinar a la paciente dijo que estaba más sana que él mismo; que TODOS los exámenes tenían resultados positivos; que era “muy raro” que el diagnóstico del laboratorio patológico estuviera en contradicción con sus mismos resultados obtenidos de las muestras; que los médicos no debían ordenar tantas ecografías; que los resultados de los últimos exámenes de sangre no indicaban la presencia de hormonas elevadas, y que vaya en paz con su excelente salud.

            Desde hace setenta y siete años he adquirido la terrible experiencia de que la enfermedad y el dolor no son las peores desgracias, sino ir donde los “doctorcitos”. Es espantoso tener la razón.

            En caso de haber interesados, no tengo ningún problema en indicarles los nombres, apellidos, señales particulares y direcciones de los tres canallas que motivaron este artículo. Ojalá sean retirados de la práctica médica, recluidos en algún calabozo de por vida, y

            ¡Que el diablo les ponga en pailas muy alejadas de los pecadorcitos comunes y corrientes, y con la temperatura 300 veces más alta!



[1]https://juantorreslopez.com/hablemos-claro-privatizar-la-sanidad-mata-lo-dicen-los-datos/


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