miércoles, 15 de julio de 2020

LA ESENCIA DE LA CORRUPCIÓN Y SU ELIMINACIÓN

LA ESENCIA DE LA CORRUPCIÓN Y SU ELIMINACIÓN
Leonardo Miño Garcés
ANTECEDENTES
En estos días (febrero-junio 2020) los habitantes honrados y decentes del Ecuador (que no son muchos) se encuentran escandalizados, con justa razón porque como hongos después de la lluvia han ido apareciendo a la luz pública (gracias a unos pocos periodistas de investigación y a la acción incansable de la señora Fiscal General, Abogada Diana Salazar) noticias de inauditos robos multimillonarios de los dineros públicos, aprovechando la urgencia de adquirir insumos médicos para combatir el genocidio que está ocasionando el virus chino (eufemística y cobardemente llamado Covid19).
     Para ser objetivo y justo, debo aclarar que este no es un fenómeno ni reciente ni localizado en el tiempo ni en el espacio. Es un rasgo de identidad del ser humano desde que en un momento malhadado decidió bajarse de los árboles y comenzar sus desafueros por el mundo.
     En efecto, los primeros robos se produjeron cuando, hace unos diez mil años, la Revolución Neolítica transformó a las tribus de cazadores-recolectores en agricultores y pastores. Al poco tiempo, dichas tribus consiguieron un excedente productivo que les dio unos pocos meses de garantía de supervivencia, pero de inmediato aquel fue apropiado por un pequeño grupo que -aprovechando que el excedente permitía a la tribu eximir a unos pocos de sus miembros del trabajo manual- tuvieron tiempo para adquirir conocimientos sobre las leyes de la naturaleza y los utilizaron para engañar a sus congéneres, apropiarse de los excedentes y explotar a sus hermanos. En ese momento la sociedad se escindió en dos grupos, que después se transformaron en clases: los trabajadores y los religiosos. Poco después, cuando un par de miembros de la tribu elevó su protesta por el robo, el segundo grupo se escindió en dos y se formaron los militares, para acallar a los descontentos y dar impunidad a los ladrones. Bueno, para acortar la relación, baste recordar que la construcción de la Acrópolis de Atenas, santuario de la cultura occidental, se la hizo mediante lo que hoy llamamos “depredación de los fondos públicos”, la cual, una vez advertida, provocó la guerra entre Atenas y Esparta.
     Todas las tragedias colectivas han sido aprovechadas por canallas para amasar fortunas. De cada peste y guerra han surgido grandes fortunas. Armadores griegos luego admirados por toda la sociedad, comerciantes y mercaderes que aprovechan la demanda cautiva para vender a precios estratosféricos, incluso naciones enteras siempre “neutrales” para amparar y aprovechar los dineros y tesoros robados por los beligerantes. Y todos estos bellacos, a los pocos años son los financistas de la recuperación, con lo que doblan sus fortunas.
     Puesto que esa aberración es, como queda históricamente demostrado, un rasgo de identidad de los monos lampiños, paso a analizarla genéticamente.

LA ESENCIA GENÉTICA DE LA CORRUPCIÓN
      Según explica científica y detalladamente el biólogo y naturalista Edward O. Wilson en su libro LA CONQUISTA SOCIAL DE LA TIERRA (Editorial DEBOLSILLO, Barcelona, 2015), los seres humanos acarrean -al respecto del tema- dos tipos de genes, el gen egoísta y el gen altruista. El primero (esencia de la corrupción) predomina en las relaciones entre individuos, mientras que el segundo predomina en las relaciones entre grupos.
    Unos pocos ejemplos: en la relación de los hijos con sus padres, aquellos compiten por la aceptación, el cariño (o un pedazo más grande de pastel) de sus progenitores, circunstancia en la que predominan los genes egoístas entre hermanos; pero si la familia se ve en apuros ante la familia vecina o ante el Estado, son los genes altruistas los que unen a la familia para enfrentar “como un solo puño” al enemigo. En el aula de clase de una escuela o colegio, en la relación entre los “compañeritos” se cometen acosos y maldades; pero si hay una disputa con los del aula vecina, acosados y acosadores se unen para ganar la “guerra”. En los gremios, por ejemplo de arquitectos e ingenieros, en el interior de cada gremio se disputan contratitos a dentelladas, pero si los ingenieros se burlan de los arquitectos, se olvidan las diferencias en el interior de cada gremio, se enfrentan dos ejércitos irreconciliables y se arma la “de Troya”. Cuando dos países se declaran la guerra (siempre para satisfacer el afán de poder o riqueza de sus gobernantes), toda la población de cada país “se une como un puño” aglutinada por los genes altruistas de grupo, decididos a arriesgar la vida y matar a todo el que se ponga por delante con un uniforme diferente o portando un trozo de tela con colores diferentes; pero en las relaciones diarias y cotidianas, mientras sus hijos se juegan la vida codo con codo en la guerra o en los hospitales cuidando a los enfermos, sus padres demencialmente se lanzan a los supermercados a acaparar papel higiénico o, entre esos mismos ciudadanos que en la guerra se cuidaban y defendían mutuamente, son los genes egoístas los que determinan el comportamiento, y se lían a puñetazos o carterazos para disputarse una lechuga en el supermercado o unas tangas “a precio rebajado” en una liquidación de saldos de un gran almacén.
LA ESENCIA SOCIAL Y ECONÓMICA DE LA CORRUPCIÓN
     Como quedó indicado en la brevísima relación histórica, en el período de la Revolución Neolítica quedaron formados cuatro grupos sociales: ganaderos, agricultores, religiosos y militares. Al formarse la ciudad, la sociedad se hizo más compleja, se formó otro grupo de trabajadores con los artesanos, obreros industriales, empleados de los servicios urbanos, etc.; y otro grupo de dominadores con los comerciantes, industriales, empleados del Estado, etc. Hasta que, en la actualidad, la sociedad es muy compleja y existe un número mucho más grande de grupos sociales. De lo concreto de esos múltiples grupos (la apariencia) debemos elaborar un pensamiento abstracto (la esencia) y formar dos grupos: los trabajadores manuales e intelectuales y los explotadores de los anteriores, también manuales e intelectuales. Uso esos términos para no provocar erisipela en algunos lectores con la denominación apropiada de clases dominantes y clases dominadas.
     La obvia imperfección del Capitalismo determina que para que se pueda acumular la riqueza, es determinante que exista la pobreza. Prueba de ello es que incluso en una época de gran crecimiento económico, como lo fueron los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, tanto los grandes gurús del Capitalismo como los grandes empresarios y sus obsecuentes servidores, los gobernantes, tuvieron como política estratégica mantener una tasa de desempleo, o sea una masa de miserables hambrientos; esa fue su fórmula para producir y acumular riqueza, como confiesa uno de aquellos gurús:

“...la política monetaria implica compromisos entre la inflación y el desempleo… Una tasa de desempleo demasiado baja da lugar a una inflación cada vez mayor… Y hay incertidumbre acerca de la tasa de desempleo exacta por debajo de la cual se desata la inflación (técnicamente denominada la tasa de desempleo no aceleradora de la inflación)...” (CAÍDA LIBRE, El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial; Joseph E. Stiglitz; Editorial DEBOLSILLO, Barcelona, 2015, Pág. 261).

    Esto queda demostrado en la práctica con las cifras del país que más riqueza ha acumulado en los últimos cuarenta años, la China: el número de desempleados es de 36.231.042 y si el promedio de composición familiar en la China es de 3 personas por familia, entonces 108.693.126 personas no tienen ingresos para sobrevivir. China NECESITA el desempleo de más de treinta y seis millones de personas para acumular su riqueza actual. Así de simple.
     Queda claro, con una diafanidad absoluta, ¿verdad? El desempleo es NECESARIO Y DETERMINANTE para que exista crecimiento económico, y acumulación de riqueza; en palabras más crudas: la miseria es NECESARIA Y DETERMINANTE para que exista crecimiento económico y acumulación de la riqueza. NO HAY FORTUNA SIN EXPOLIO.
      Ese es el primer motor o causa última de la corrupción, la pobreza y la miseria. Pero ese motor necesita un combustible para funcionar. Así que es necesario identificar y analizar ese combustible.
LA ESENCIA IDEOLÓGICA DE LA CORRUPCIÓN
       La coherencia del relato necesariamente debería conducir a la explicación de que aquellas clases sociales indicadas anteriormente son antagónicas y, en la relación entre ellas, a la hora del enfrentamiento deberían predominar los genes altruistas que hacen que cada clase sea homogénea y se enfrente a la otra; pero en el interior de cada clase sus miembros se comportarían entre ellos, como individuos, de manera egoísta. Pero aquello no ocurre. ¿Por qué? Porque el desarrollo del Capitalismo necesitó destruir los grupos y las clases y proclamar la existencia de individuos iguales y homogéneos, los cuales sólo necesitan ser “ingeniosos, emprendedores, pro activos” (y otras zarandajas repetidas por la publicidad) para ser “exitosos” y ricos. Y, en la apariencia, lo logró. Pongo “en la apariencia” porque, como quedó explicado en los tres últimos párrafos del subtítulo anterior, en la esencia eso es falso.
     Una de las tragedias provocadas por la destrucción ideológica de los grupos, y, como consecuencia, el predominio de los genes egoístas sobre los altruistas es el genocidio actual: al día de hoy (2020-06-20) hay 8.805.585 portadores del virus chino y 463.532 fallecidos en el mundo; y 49.731 portadores del virus chino y 4.156 fallecidos en el Ecuador. Si, a diferencia de la peste negra, que era contagiada por una pulga, y evitar ser picado por una pulga es prácticamente imposible; para no contagiar el virus de la pandemia actual basta con taparse las narices y la boca y lavarse las manos. Pero no, el egoísmo criminal del mono lampiño actual le impide tener esas mínimas precauciones, cuando es tan fácil evitar ser un criminal. Cada cual solamente alcanza a ver su propio ombligo, y no le importa lo que pase con los demás.
     Para lograr desarticular a los grupos y clases y “convertir” a todos en individuos “libres e iguales en obligaciones, derechos y oportunidades” (declaración retórica para engañar a los incautos) el Capitalismo utilizó dos instrumentos: la degradación del sistema educativo y la publicidad, es decir el manejo de las mentes. Dicho con otras palabras, puesto que la realidad demuestra que aquella igualdad no existe, pero la mayoría está convencida de que sí, el sistema ha logrado apoderarse de las mentes de las personas. “El triunfo absoluto de una idea consiste en que no podamos siquiera pensar en su inexistencia” (Martín Caparrós, El País Semanal, 2019-08-04). Y la palabra mágica, la nueva fe, el nuevo vellocino de oro al cual adorar, tomada del Rey Midas fue: RIQUEZA. Todos pueden alcanzar “el éxito”, cuya única manifestación objetiva es la riqueza y para ello, como quedó escrito arriba, solamente tienen que ser “ingeniosos, emprendedores, y pro activos”.
     De esta manera, desarticulados o desalojados de la mente los grupos y las clases, los individuos rigen su comportamiento por los genes egoístas, puesto que los genes altruistas sólo actúan a la hora de la competencia entre grupos. Y ya está: puesto que “cada cual va a lo suyo” y la riqueza es la expresión concreta del “éxito”, pues hay que alcanzarla a como de lugar. Si sus semejantes caen como moscos muertos en las calles, a los descerebrados por sus genes egoístas no les inmuta y solamente ven en esa tragedia una posibilidad de entrar en el reducidísimo círculo de los “exitosos”; así que la manifestación práctica de los genes egoístas es LA CORRUPCIÓN. Ergo, el Capitalismo NECESITA de la corrupción para sobrevivir, es su hija predilecta. Tanto es así que, de manera similar a la Edad Media en que existían las islas de piratas para que estos acumulen y escondan sus tesoros rapiñados, el Capitalismo cuenta con los “paraísos fiscales” (con Suiza a la cabeza) para cumplir el mismo fin.
      A partir de ahí, ya a nadie le interesa SER, sino TENER. La producción de mercancías destinadas a satisfacer caprichos y no necesidades objetivas de supervivencia y bienestar; la obsolescencia de los productos programada desde la fábrica; la obsolescencia asumida en la mente de los consumidores esclavos de la publicidad; la moda y la ambición de tener cosas, todo aquello es producto y culto a la nueva fe: acumular riqueza. Los nuevos templos del mono lampiño de los siglos XX y XXI son los centros comerciales y los grandes almacenes. Incluso a esos templos no solamente se concurre a comprar sino a “pasear”, a ver lo que próximamente se va a desear tener; o sea, se va a adquirir deseos.
     Y, si la cosa se pone difícil, y la riqueza no se consigue en el corto plazo, pues cualquier procedimiento vale, ninguno es penado ni castigado si el resultado final es la riqueza; simplemente porque la sociedad castiga la pobreza y premia la riqueza. Las leyes son vericuetos para aparentar todavía lo contrario, en el mejor de los casos son reliquias caducadas, de manera que todo tiene su precio y todo se compra: leyes, jueces, abogados, periodistas, incluso la aceptación pública. ¿No lo creen? Y, entonces, ¿por qué los ladrones se pasean orgullosos con sus autos último modelo de marcas impronunciables, presumen de sus viajes por todo el mundo y miran por encima del hombro a los que tienen menos? ¿Se han preguntado, por qué existen decenas de “paraísos fiscales”, empezando por la históricamente corrupta Suiza? Pues porque el mundo actual funciona para posibilitar y proteger la riqueza, sin preguntar su procedencia o corrección. Por favor. El primer paso para resolver un problema es reconocerlo, así hacerlo implique aceptar que todo en lo que habíamos creído se ha derrumbado o nunca ha existido.
     “Hay hombres que parecen tener una sola idea, y es una lástima que esa idea sea equivocada” (Charles Dickens). “No hay recurso al que una persona normal no echará mano para evitarse el trabajo de pensar” (Thomas Alva Edison). “Todos nos sentimos inclinados a la negación cuando la verdad nos resulta demasiado costosa” (Naomí Klein). “¡Que difícil es conseguir que un hombre comprenda algo cuando su sueldo depende de que no lo comprenda!” (Upton Sinclair). “Los seres humanos tienen un talento manifiesto para a engañarse a sí mismos cuando se ven afectadas sus emociones” (Carl Sagan).
      El aparato educativo: con toda la tecnología actual, que posibilita acceder a la información en cuestión de segundos, ¿acaso los niños y jóvenes han aprendido a pensar? He presenciado a miles de niños y jóvenes con descomunales cantidades de información a su disposición, pero incapaces de formular un pensamiento propio, ni tan siquiera de percibir que lo que les dicen sus profesores es una burrada del tamaño de la galaxia. Hay jóvenes que realizan presentaciones y disertaciones sobre, digamos, la Segunda Guerra Mundial, pero son absolutamente incapaces de pasar de los hechos ni siquiera a sus causas inmediatas, no se diga a la esencia última de aquellas; y no tiene sentido esperar que enuncien siquiera alguna de sus consecuencias más visibles. Exponen la morfología de un animal o de una flor, pero están imposibilitados de ubicarlos en el entorno y pensar que son parte simbiótica del mismo. Dibujan o, en su mayoría copian de la base de información de Google la imagen de una abeja en una flor, y la pegan en su “trabajo”; pero nadie les ha explicado y ninguno se para a pensar que ese acto sencillo es responsable de la supervivencia de toda la especie humana.
    ¿Alguien ha leído siquiera, peor entendido, interiorizado y practicado el procedimiento de pensar, rigurosamente explicado por Sócrates, Aristóteles, Leonardo da Vinci, Descartes, Heidegger o Carl Sagan, entre otros? En estos mismos aciagos días que el perverso destino (si el destino existiera y tuviese conciencia propia) nos está obligando a vivir, miles de millones de personas leen, creen y comparten información y noticias más evidentemente falsas que sostener que el triángulo tiene cuatro lados. Todavía leen las noticias de los periódicos y las creen a pies juntillas. ¡Y muchas de esas personas exhiben diplomas de cursos de cuarto nivel sobre sus chimeneas!
          ¡Cuánto mejoraría el mundo si los seres humanos aprendieran, interiorizaran y practicasen como acto reflejo el acto de pensar!
        El proceso de PENSAR (re-elaborado a partir de los escritos de Martín Heidegger y Hanna Arendt) es, mínimamente el siguiente:
  1. PERCIBIR: Es el acto primero o primitivo, un acto sensorial. Es lo primero que hace cualquier animal, para lo cual utiliza solamente los sentidos (vista, oído, olfato, tacto), y con ellos “percibe” las apariencias, o sea las características externas de los objetos: forma, tamaño, colores, olores, texturas. Es simplemente “darse cuenta” del fenómeno que se presenta.
  2. CONSIDERAR: Poner atención en lo percibido; retenerlo, analizarlo a partir de sus apariencias, en su forma y contenido y buscar su esencia para  ubicarlo en el sistema al que pertenece y desentrañar toda la complejidad del mismo. O sea “tomar en consideración” lo percibido.
  3. PREOCUPARSE: INVOLUCRARSE. INTERESARSE, que “significa: estar en medio y entre las cosas; estar en medio de una cosa y permanecer en ella”. Es la condición previa para actuar. Comenzar a imaginar cómo debería ser aquello que se ha percibido. “Lo preocupante es lo que da que pensar”. Es aceptar el reto que nos plantean los objetos que hemos percibido, que nos interpelan para que nos dirijamos a ellos y desentrañemos lo que ha producido sus apariencias. No hacerlo sería una negligencia. Hay que aceptar el reto y dar el salto desde la indiferencia, la abulia o el miedo al fenómeno, a su conocimiento objetivo. Se necesita valentía para aceptar el reto.
  4. ANALIZAR: A partir de las apariencias del fenómeno, separar todos sus rasgos y clasificarlos como externos e internos. Buscar su esencia: armar la red de causalidad de todos los aspectos y contenidos, externos e internos; con lo cual se tendrá el subsistema del fenómeno. Entonces ubicarlo en el sistema al que pertenece. Este último paso es de extremada importancia, porque sólo entonces nos daremos cuenta de que no hay nada aislado en el universo, todos los fenómenos forman parte de un solo sistema, y cualquier modificación en uno solo de sus componentes afectará a todo el sistema. Es lo que los científicos llaman ”el Efecto Mariposa”: el batir de las alas de una mariposa en un extremo del mundo alterará en una porción millonésima la presión del aire a su alrededor. Esa pequeñísima alteración producirá un efecto dominó en las moléculas del aire, hasta el extremo de provocar, dentro de un tiempo, una tormenta colosal en otro lado del mundo. (LA FÓRMULA DE DIOS, José Rodrigues Dos Santos, Pág. 261) 
  5.  SINTETIZAR: Reconstruir todo el complejo sistema real en nuestra mente; de manera que la objetualidad del fenómeno externo corresponda exactamente con el modelo que hemos construido en nuestra mente.
  6. PROYECTAR: Deducir las CONSECUENCIAS inmediatas y mediatas del fenómeno. Esto es lo que diferencia a un ser humano responsable de otro que no lo es. Para ponerlo en forma cruda: la palabra “idiota” en griego calificaba a aquel individuo que se excluía o marginaba de la sociedad, creyendo que, tanto lo que ocurre en ella no es de su competencia, como que lo que él haga no tiene consecuencias. Es el síndrome de Poncio Pilatos: “me lavo las manos”; “sus razones tendrán”; “allá ellos”, etc. De manera que “idiota” es, en cierto sentido, sinónimo de abúlico; y los corruptos, para prosperar necesitan abúlicos.
     ¿Les parece muy complicado este proceso? Pues le pongamos más fácil, tres pasos:  percibir un fenómeno, identificar sus causas y medir sus consecuencias. La primera acción la realiza de manera refleja todo ser orgánico, la segunda sí requiere “preocuparse” y preguntarse ¿por qué?, y la tercera la tiene que efectuar todo ser RESPONSABLE. Examinar los fenómenos “con el frío escalpelo de la razón” (Edgar Allan Poe), esa es la obligación del ser humano.

     Una vez ejercido ese derecho y obligación de pensar, va quedando claro que, en relación al tema de este artículo, las causas de la corrupción, una vez eliminados ideológicamente los grupos y las clases sociales, destruido el sistema educativo, y entronizada la riqueza como nuevo dios y objeto de adoración, no es extraño sino una consecuencia, y no debe asombrar que los canallas y los ladrones se paseen por las calles provocando envidia por sus posesiones. Ya nadie trata de “alcanzar el cielo” sino el millón de dólares o poseer el jet privado.
     Lo que provoca un pensamiento espantoso contra el cual estoy combatiendo: ¿Acaso el Ecuador es un paraíso de la corrupción y de los ladrones por una causa muy simple: la mitad de sus ciudadanos son ladrones y la otra mitad son idiotas? ¿Sabe alguien en el Ecuador el significado de la palabra “escrache”? Creo que proviene de la palabra inglesa “scracht”: raspar, borrar. Significa que los ciudadanos honrados y decentes borran de su sociedad a los ladrones, los repudian, les hacen la vida imposible; si aparecen por las calles les arrojan cualquier material repugnante, les revientan los neumáticos y destrozan sus vehículos de lujo, depositan las basuras en las puertas de sus casas, les incomodan en restaurantes y tiendas, etc., etc. Pero aquí… ¡Les rinden pleitesía, les aplauden, les piden autógrafos y les ceden el paso y el turno! La mitad ladrones y la mitad idiotas. ¿Será?
     ¿Por qué en el Ecuador -a saber- nunca ha existido solidaridad, es decir, nunca han predominado en el comportamiento de sus ciudadanos los genes altruistas? ¿No será porque el Ecuador nunca ha sido una nación? Entonces solamente pueden manifestarse los genes egoístas, porque no existe identidad de grupo, satisfacción u orgullo de pertenecer a un grupo cuyo bienestar hay que construir, desarrollar y defender. ¿Se puede esperar que alguien se enorgullezca de su historia? Si, empezando por el nombre, ¡se refiere a una línea imaginaria! Antes de la invasión española (que en todos los libros de historia se la denomina “conquista”, revelando desde ya una sumisión e ignorancia lamentable) la región geográfica que se extendía desde -más o menos- Cajamarca hasta la actual Cali, se llamaba LA REGIÓN DE QUITO. De manera que la república que se formó luego de las divisiones provocadas por las ambiciones de los terratenientes, debió llamarse REPÚBLICA DE QUITO. Pero no, el complejo de inferioridad y la estupidez de los “notables” de la época decidió ponerle el nombre de una línea imaginaria. Claro, porque los pobres diablos no tenían la más mínima idea de dignidad ni el menor conocimiento de la enorme cultura, ciencia y tecnología, no superadas hasta este momento, de los pueblos aborígenes, de los cuales sí cabe enorgullecerse. En cambio la historia de este país es una relación ininterrumpida de derrotas, fracasos y ridículos en los ámbitos mundial, nacional, regional y local, como “un cuento de nunca acabar”, como decían nuestras abuelas. En esas condiciones, es lógico explicarse que no exista una identidad de grupo, un sentimiento de pertenencia a una patria, y predomine el comportamiento del idiota: cada cual a lo suyo.
     Con todas esas condiciones históricas (genéticas, sociales, ideológicas, intelectuales, económicas) no es sorprendente que este país fallido haya sido siempre gobernado por personajillos mediocres o de bajísima ralea:   “...su cerebro infantil...que sólo hace trabajos egoístas y, por tanto, mediocres…” (DRÁCULA, Bram Stoker, Pág. 400).
     Pero, también, ¿cuál es la calidad genética, ideológica, cultural y social de aquellos que escogen en “elecciones democráticas” a todos esos mediocres (los mejores) y canallas (los peores)? ¿Cuál es la calidad mental de aquellos que son capaces de seguir, participar en concentraciones y vitorear a un pillastre, a unas personas que la mejor parte de su vida la han dedicado a patear una pelota o ser arqueros de fútbol, aventureros de ocasión incondicionales esclavos de monstruosos ladrones,   traficantes de prebendas con frecuencias radiales, y otros del mismo pelambre, para escogerlos como presidentes, alcaldes, prefectos provinciales, etc.? Actualmente el político con más opciones de ser nombrado próximamente Presidente del Ecuador fue el ideólogo de la ley que desató  la ruina del país en 1999, pero con su carita de cómico mexicano de mediados del siglo pasado, ya nadie se acuerda de su trágica actuación, ni de las decenas de miles de desempleados, y muertos que su “idea” provocó.
    ¡Por favor! ¡Que para ser Alcalde o “prefecto provincial”, los conocimientos mínimos que hay que reunir son los de un genio! Hay que conocer y dominar ciencias tan complejas como la Ecología, Biología, Química y Física; así como técnicas como las Matemáticas, Arquitectura, Urbanismo, ingenierías, Planificación Regional, Economía, Sociología, etc., como MÍNIMO. No cualquier palurdo o cenutrio puede -si tiene un átomo de vergüenza- siquiera soñar con desarrollar con un mínimo de decencia la actividad de Alcalde o Gobernador de una Región.
     Pero, claro, ese es el DEBE SER. Muchos lectores estarán conteniéndose de la risa pensando en sujetos tan espantosos como Theodore Roosevelt, Neville Chamberlain, Adolf Hitler, Harry S. Truman, José Stalin, Mao TseTung, todos y cada uno de los presidentes de México a excepción de Benito Juárez, John F. Kennedy, Nixon, Bush (padre e hijo), Clinton, Reagan, Gorbachov, Berlusconi, Pinochet, Galtieri, Perón, Sarkosy, Jordi Pujol, Aznar, Zapatero, Rajoy, Trump, Yeltsin, Putin, Bashar-al-Ásad, Bolsonaro, Maduro, Ortega, Correa, los dos Kirchner, Moreno, Erdogan, Boris Johnson, Sánchez e Iglesias; especialmente los genocidas de estos días: Xi Jinping y Li Keqiang; etc., etc., etc., y podría seguir nombrando gobernantes hasta los del siglo V a.C., y diciendo: “pero si la mayoría de los gobernantes del mundo han sido unos cretinos químicamente puros”, ¿de qué nos está hablando este paisano? Y este paisano responde: todos esos nombres demuestran la Tesis sustentada en este artículo: la supresión de los grupos y clases sociales para consagrar a los individuos, que nació con el Humanismo en el siglo XV y consagró el Capitalismo, hace que cada individuo “vaya a lo suyo”, elija al suyo, el cual roba lo suyo y es protegido por los suyos. Y eso se llama: CORRUPCIÓN. La mente limitada, que solamente alcanza a ver y le importa lo aparente, es el terreno abonado en el que prosperan los corruptos (o podridos, ese es el significado etimológico de “corrupto”) y sólo puede producir situaciones repugnantes.
    El mecanismo que utilizan los canallas para embaucar mentes limitadas de votantes y apoderarse de los bienes públicos son las elecciones perversamente llamadas “democráticas”. Pero en ello también debemos asombrarnos de la demencia de las gentes: “no hay mayor signo de demencia que hacer las mismas cosas de la misma manera y esperar resultados diferentes” (Albert Einstein). Si el resultado de la primera votación democrática de la historia que se conoce condujo a la muerte de Sócrates, y fue realizada por el pueblo considerado el más culto de la civilización occidental, ¡ya pues! hace rato que debimos arrojar a la basura ese procedimiento equivocado y tramposo.
Y, ENTONCES, ¿QUÉ HACEMOS?
     Sacudir nuestras cabezas y deshacernos de toda la basura que nos han inoculado desde hace siglos, concretamente de estas tres basuras:
1. Solamente ver los fenómenos y no buscar sus causas ni, especialmente, sus consecuencias,
2. Los seres humanos no somos individuos autárquicos “libres e iguales en deberes y derechos”, sino y fundamentalmente miembros de grupos y clases sociales. A ellos pertenecemos y dentro de ellos debemos ejercer nuestros comportamientos determinados por nuestros genes altruistas.
3. Que la riqueza es la máxima aspiración de la vida, que el éxito se cuantifica en riqueza; y a la cual todos podemos acceder, nada más siendo “emprendedores”.
Así que la eliminación de esa basura implica desvelar que la riqueza es SIEMPRE producto de la pobreza; así como reconocemos y nos maravillamos de la luz porque odiamos la oscuridad, debemos odiar a la riqueza porque su existencia depende de la pobreza y de la miseria. Si un plátano se pudre en mi compotera, me siento un miserable, porque miles de seres humanos pudieron salvar su vida si hubiesen tenido ese plátano que a mí me sobró; veinte y cuatro mil personas mueren cada día de hambre en el mundo, el 75% de ellos (18.750) son niños menores de cinco años; CADA DÍA. A mí me da vergüenza. En cambio, si bien  es espantoso y terrorífico, el virus chino ha matado aproximadamente 2.615 personas al día en todo el mundo. Pero ninguna noticia aparece en periódicos ni redes sociales, ni a nadie preocupa la muerte diaria de NUEVE VECES más personas. Claro, obvio: en la segunda cifra puedo estar yo, en la primera sólo “ellos”.
Ya hace QUINIENTOS CUATRO AÑOS Tomás Moro encontró claro que había que destronar a la riqueza y repudiarla:

“Pues mientras ellos (los habitantes de la isla Utopía) comen y beben en vajillas de arcilla y de vidrio que en verdad están cuidadosa y correctamente construidas y sin embargo son de poco valor, con el oro y la plata construyen normalmente los orinales y otros recipientes que sirven para las más viles funciones…  Además, con los mismo metales hacen grandes cadenas, grilletes y esposas con las cuales atan a sus esclavos. Finamente, a cualquiera que sea infamado por algún delito le cuelgan aros de oro en las orejas, en sus dedos llevan anillos de oro y alrededor de sus cuellos cadenas de oro y al final sus cabezas son ceñidas con oro. Así procuran por todos los medios posibles que el oro y la plata sean considerados entre ellos como reproche e infamia… No concedían ningún honor a las suntuosas vestiduras, que las sedas eran despreciadas y el oro era infamado y escarnecido… Entraron tres embajadores con cien servidores…  adornados y peripuestos con todas las cosas que entre  los utopienses significaban o el castigo de los esclavos o la censura para las personas infamadas o las bagatelas con las que jugaban los niños pequeños…  Pues a los ojos de todos los utopienses …  Toda aquella suntuosidad de atuendo parecía vergonzosa y reprochable… Sí, deberíais de haber visto también a los niños que habían arrinconado sus perlas y piedras preciosas, cuando vieron unas parecidas prendidas en los gorros de los embajadores, como daban y empujaban con el codo a sus madres diciéndoles: Mira, madre, que zopenco tan grandullón; usa todavía perlas y piedras preciosas como si aún fuera un niño pequeño… (Y los tres embajadores) vieron más oro en las cadenas y grilletes de un esclavo fugitivo que todo lo que valían los costosos adornos de ellos tres…” (UTOPÍA, Tomás Moro. Colección Historia del Pensamiento. Ediciones Orbis S.A. Barcelona 1984, Págs. 143-145.)

Ahí está la solución, propuesta hace quinientos cuatro años: denigrar la riqueza y todos sus símbolos. Identificarla como la expresión y producto del robo y del expolio.
Mirar con indiferencia a aquellos que han amasado fortunas puesto que ellos también son víctimas del sistema. Si bien para amasarlas “legalmente” pusieron a los legisladores y jueces en su rol de pagos. Compadecerse de ellos puesto que sus mentes simples y limitadas les impidieron poner en práctica el consejo más sabio:

“No queráis amontonar tesoros para vosotros en la Tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones los desentierran y roban. Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo [en el bienestar de todos los seres], donde no hay orín ni polilla que los consuman; ni tampoco ladrones que los desentierren y roben. Porque donde está tu tesoro, allí también está tu corazón… Ninguno puede servir a dos señores [a la riqueza y a la justicia], porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas… Así que buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura… (Mateo, 6:20-35)

Realmente debemos compadecernos de aquellos que desoyeron el consejo.
Despreciar y hacer la vida imposible a los que han robado los dineros públicos puestos a su custodia para usarlos en el bienestar colectivo. Y no confiar en una “justicia” que no existe ni en los jueces cómplices de los robos.
Compadecerse de unos y despreciar a los otros, que pudrieron de tal manera sus mentes que no pudieron ni siquiera sospechar que lo más útil a la humanidad y lo que más trasciende en el tiempo son la ideas que se enfrentan al azar, la incertidumbre, el caos y la imprevisible complejidad de la realidad; y los descubrimientos que arrancan a la naturaleza sus secretos. Ambos, luminosos e imperecederos tesoros se registran en libros que se asemejan a la luz de las estrellas, que se ve aún miles de años después de que su origen haya muerto.
Leonardo Miño Garcés. 2020-06-21


     

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