miércoles, 15 de julio de 2020

LAS CRISIS, NUESTRAS INSEPARABLES COMPAÑERAS

LAS CRISIS, INSEPARABLES COMPAÑERAS DE LA VIDA DE LOS SERES HUMANOS

Leonardo Miño Garcés

“Ocurre a veces que hasta examinándolo con el frío escalpelo de la razón, puede parecer un infierno el mundo de nuestra triste humanidad...” (Edgar Allan Poe). ¡Qué frase más hermosa y estimulante: “el frío escalpelo de la razón”!
     Se atribuye a distintos personajes la frase “la vida es una maldita cosa después de otra”; se dice que Jorge Luis Borges la citó en una entrevista en Oxford en 1971 y la atribuyó a Lord Chesterfield. Pero luego la poeta estadounidense Edna St. Vicent Millay (1892-1950) la corrigió: “No es cierto que la vida sea una maldita cosa después de otra, … Es la misma maldita cosa una y otra vez”
      Estos días -y nadie sabe cuánto durará- todo el planeta está viviendo en pánico por la pandemia del coronavirus (virus: SARS-CoV-2, enfermedad: COVID-19); nombre real: VIRUS CHINO, porque se originó en las miserables condiciones de vida en que el perverso Partido (mal llamado) Comunista Chino tiene sometida a su población. Hasta ahora (febrero 2020) se cuentan alrededor de 170.000 enfermos y cerca de 10.000 fallecidos. China debe pagar a todo el mundo por la irresponsabilidad del gobierno despótico y farsante del Partido  mal llamado Comunista, que acumula la mayor fortuna del planeta en las arcas de los jerarcas del Partido y mantiene en la miseria a la mayoría de su población, obligándola a comer porquerías para mal vivir. Para impulsar su brutal industrialización destruyó irreversiblemente el ambiente del país: suelos, aguas subterráneas y superficiales, atmósfera. Ocultó la enfermedad, encarceló a los médicos y periodistas que lo advirtieron. Y, para colmo, cuando se vieron desbordados por la enfermedad y pusieron en cuarentena a Wuhan, ya habían escapado CINCO MILLONES de habitantes, que se regaron por toda China y por todo el mundo difundiendo el virus. China debe pagar al mundo hasta el último centavo, y en su historia quedará la vergüenza de haber provocado esta espeluznante mortandad. ¡El que la hace la paga!
     Hace pocos años, entre el 2008 y el 2015, el planeta vivió otra crisis, no solamente con cientos de miles de afectados y decenas de miles de muertos, sino con todos sus habitantes afectados, millones enviados a la miseria, muchos que prefirieron el suicidio, etc. Fue una crisis económica originada por los sacerdotes de una religión: el libre mercado sin restricciones ni trabas. Su “sumo pontífice” fue un economista norteamericano Milton Friedman (1912-2006), su jefe del “colegio de cardenales”, Friedrich von Hayek (1899-1992); los gobernantes que la aplicaron fueron Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos, y sus ejecutores directos fueron especuladores financieros, corredores de bolsa, banqueros, directores de las instituciones financieras nacionales, especialmente la de los Estados Unidos, e internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, empresas constructoras de vivienda y otros agentes económicos similares.
      Como siempre ocurre una vez que se despejan las cenizas de un incendio, de manera farisea intervinieron los sistemas judiciales, encarcelaron a unos pocos renacuajos menores, ni siquiera mencionaron los nombres de los padres del engendro, como yo sí lo hago en el párrafo anterior; y sanseacabó; los grandes culpables se lavaron las manos y siguieron robando, engañando y burlándose del planeta entero.
      Un escritor investigó los entretelones de esta crisis y escribió la historia en forma de novela, en la cual uno de los renacuajos menores pudo escapar y esconderse moviéndose por todo el mundo y escribió un libro, en el que narra detalladamente los mecanismos y pillerías que utilizaron para acumular inmensas y obscenas fortunas, sumir en la miseria a todo el mundo y dejarlo con un palmo de narices. En la novela, desde la clandestinidad escribe el libro MEMORIAL DEL ENGAÑO (J. Volpi, Editorial ALFAGUARA, Santillana, 2014, Madrid). En su libro menciona los nombres de los principales autores del fraude (páginas 24 y 25). En el siguiente párrafo se lee un pequeño resumen de su alegato:

          “Sí, yo defraudé a un centenar de inversionistas. Sí, entre ellos había fondos de pensiones, universidades, hospitales, fundaciones artísticas y humanitarias. Sí, engañé a mis amigos y a los amigos de mis amigos. Sí, puse en riesgo a mis socios y a mi familia. Sí, soy un canalla y un ladrón… Sí, soy un monstruo, un demonio, un peligro para la sociedad. Pero quienes me señalan con sus índices flamígeros mientras contemplan el skyline de Manhattan degustando un coñac o mordisqueando un habano no son mucho mejores…”

     Para mayor ilustración del contenido del libro y, más que nada, para esclarecer lo que genera las recurrentes crisis que han acompañado al ser humano a lo largo de la historia, -ya que ésta no es más que una y todas se producen de igual manera y con el mismo tipo de actores, cómplices, encubridores y víctimas- creo pertinente incluir a continuación dos páginas de la novela:

      
      Como se lee en el título de este artículo, esta es sólo una de las cientos o miles de crisis que han acompañado al ser humano en toda la historia. A esta la precedió la de 1998, a esa la de 1970, a esa la Segunda Guerra Mundial, a esa la Gran Recesión, a esa la Primera Guerra Mundial… ¿Desean que siga hacia atrás hasta el momento en que una pareja de monos turulatos se cayó de su árbol, los muy brutos no pudieron volver a subirse y empezó la tragedia?
      Por ejemplo, ¿Sabían que el “gran” Pericles construyó la Acrópolis de Atenas, “cuna de la civilización occidental”, mediante una malversación de los fondos públicos de la Liga de Delos, que estaban destinados a preparar la defensa de los griegos frente a los persas, y que cuando los espartanos descubrieron el robo se armó la guerra?
     También podríamos recordar las crisis de salud: la Peste de Atenas (430-429 a.C. y 426-425 a.C.), la Peste Antonina (166); la Peste de Cipriano (251); la Peste Justiniana (152); el Sarampión (735-737); la Peste Bubónica o Peste Negra (1346-1353, recurrente en otros años y países y también originada en la China); el Sudor Inglés (1485, 1528-1529, 1551-1552); la Epidemia del Baile (1518); la Viruela (1545, 1870-1875); Peste de San Cristóbal de La Laguna (1582); el Cólera (1817-1824, 1827-1835, 1852, 1856, 1881, 1991-1993, 2010), la Gripe Rusa (1889-1890); la Gripe Española (1918-1919); la Gripe de Hong Kong (1968-1969); el Ébola (1976, 1994-1996, 2014); el Escorbuto, la Fiebre Amarilla, la Sífilis, la Polio (2002); la Malaria, el SIDA (1981-...); el SARS (2003, 2012-2015); la Gripe Aviaria (2005); la Gripe H1N1 (2009-2010); el Virus del Zika (2014) que provocó microcefalia en bebés; y el actual virus chino COVID-19 (2019-...), entre otras.
     Edgar Allan Poe nos recuerda otras “hecatombes que la historia consigna”: el cruce del río Berézina por las tropas de Napoleón en su retirada de Rusia, entre el 26 y el 29 de noviembre de 1812, en el que murieron unos 30.000 soldados; la epidemia de Londres, nuevo rebrote de la peste bubónica en esa ciudad, de 1665 a 1666, epidemia intermitente originada también en China en 1330 y que duró hasta 1750. Esta vez mató aproximadamente a 100.000 personas, casi una cuarta parte de la población de Londres en 18 meses. Fue una pandemia de 400 años, recién en 1894 Alexandre Yersin identificó su agente, una bacteria que recibió su nombre yersinia pestis. Luego hubo otro brote entre 1855 y 1950. El Degüello de San Bartolomé, matanza en masa de hugonotes (protestantes franceses de doctrina calvinista) en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572 y que continuó por toda Francia en los meses siguientes. Y, recuerda Poe, el terremoto de Lisboa, del 1 de noviembre de 1755, de una duración de entre 3.5 y 6 minutos, una intensidad de entre 8.2 y 9.0 en potencia de magnitud de momento (cantidad de energía liberada); murieron 90.000 personas en Lisboa (de 275.000) y más de 100.000 en total en tres continentes. Al sismo le siguió el incendio de toda la ciudad, que duró seis días y un tsunami que cubrió todo el Océano Atlántico, con olas de cerca de 6 metros en Lisboa y 20 metros de altura en Cádiz; incluyendo todas las costas de Europa, América y África. Las olas viajaron hacia el oeste hasta el Mar Caribe y las Martinicas, una distancia de 6.100 kms., en 10 horas. “Una superficie del fondo marino equivalente a un círculo de 300 km de radio bajó unos 30 metros durante el terremoto a causa de la subsidencia de la parte inferior del escalón”. Fue tan impactante que lo denominaron “un evento seminal de la historia europea”; e impresionó de tal manera que -además de dar inicio a la investigación científica de los sismos- estimuló un cambio profundo en la concepción del universo y de la vida por parte de filósofos y pensadores con Voltaire y Kant.
     No quiero aquí hacer un listado de los desastres naturales, como terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis, tifones, etc. Pero sí cabe mencionar aquellas mal llamadas tragedias naturales que realmente son provocadas por los seres humanos, tales como incendios forestales, sequías, inundaciones, explosiones de centrales nucleares, deslaves provocados por modificaciones mal realizadas al perfil natural, derrames petroleros, desplome de edificios mal construidos, insalubridad en otros peor diseñados; explosiones de fábricas químicas como la de la Union Carbide en Bhopal (India) en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984; vertidos tóxicos, contaminación de las aguas por desechos orgánicos (como en Ibarra hace unos años y en Quito hace menos); las ruinas económicas, miserias y hambrunas ocasionadas por los empresarios y sus asalariados los gobernantes (jamás por los trabajadores), de las cuales no ha escapado ningún país del planeta, etc., etc., etc….
      Las crisis, nuestras inseparables compañeras.
    Si los causantes no son los seres humanos con sus genes egoístas, son ellos mismos que desatan los gérmenes patógenos. Así como solemos elegir como gobernantes a nuestros verdugos para que nos roben y hundan en la miseria, así mismo nos creemos inmunes a las leyes y fuerzas de la naturaleza, las violamos, las ponemos de manifiesto y luego ponemos el grito en el cielo.
     Pero, ¿Son realmente crisis? Parece que, vista la altísima frecuencia de ocurrencia de aquellas, su nombre más bien debe ser, no crisis, sino condiciones de existencia; ya que “Las CRISIS son quiebres agudos en situaciones generalmente estables”, mientras que “Las CONDICIONES son anomalías permanentes”. Mientras “la solución de una crisis puede ser rápida, puntual y definitiva, la solución de una condición es relativa y lenta…” lo que implica un cambio radical en el Norte Estratégico de la sociedad en su conjunto, en todos los objetivos, tanto económicos, como políticos e incluso ideológicos; implica un liderazgo mundial, que logre aglutinar a su alrededor las voluntades de todos los habitantes, y mantener el cambio de rumbo en el largo plazo.  Para hacerlo más factible, en otro artículo (UN PAÍS MODELO, SIN ENFERMOS, SIN MUERTOS Y CON UNA ECONOMÍA FUERTE, 2020-05-18) demostré que esto se puede hacer en un país. ¿Será posible? Ustedes, seres humanos tienen la palabra, pero más vale que se apuren, porque la naturaleza parece tener otros planes.
“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”
Julio Cortázar
      LMG. 2020-02-19, terminado en 2020-07-05.

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